Capítulo Tres

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Levi.-

—¿Puedes por el amor a Dios, quitar esa sonrisa de idiota que no ha abandonado tu cara desde que la psicópata-lanza-billetes se fue, con su lunática amiga?—pregunto a Garrett, totalmente irritado.

Pero por supuesto, mi mejor amigo, suelta una carcajada—No. Me gustaría que todas las mujeres que se cruzan por mi camino me lanzaran billetes de cincuenta dólares—lo fulmino con la mirada y llevo mi vista a la camisa azul marino –totalmente arruinada- que Jaeleen me regaló por mi cumpleaños.

—Eres un idiota—decido finalmente, frotando la maldita mancha de café, que ahora por alguna maldita razón, es color blanco. Estoy totalmente tentado en comprar otra, pero Jaeleen se volvería loca en menos de un segundo, si llego al cine sin la jodida camisa. Jamás hagas promesas que incluyan prendas de vestir.

—Tienes que admitir que era bonita—le dedico una mueca mientras niego con mi cabeza.

Mi teléfono comienza a sonar antes de que yo pueda hacer una protesta acompañada de un comentario despectivo sobre la psicópata-lanza-billetes. Suspiro cuando contemplo el nombre y la fotografía de Jaeleen en la pantalla táctil, deslizo mi dedo índice sobre la superficie y me preparo mentalmente para explicar porque llevamos diez minutos retrasados.

—¿Hola?—saludo, esperando un eufórico y furioso grito femenino del otro lado de la línea.

—Levi, uhm, yo sé que hemos quedado para ir al cine, pero no puedo llegar. Melissa se ha enfermado e insiste en que me quedé con ella...para cuidarla.—una enorme sonrisa se extiende por mi rostro. ¡Estoy tan feliz de que Melissa este enferma!

—Oh que mal—digo tratando de sonar convincente.

—Pero podemos vernos mañana, bebe. El verano acaba de comenzar, y tenemos dos semanas antes de que me vaya a Australia de vacaciones.—me recuerda por vigésima vez, y no es que este exagerando, de verdad me lo ha recordado veinte veces.

—Por supuesto—le digo—ahora anda, no hagas esperar a la pobre Melissa, y salúdala de mi parte—le envío un beso y me guardo el teléfono en el bolsillo de mis pantalones, bajo la atenta mirada hazel de Grayson.

—¿Te ha salvado la campana, eh?—bromea a medias.

Miro de nuevo la mancha blanca en mi abdomen y suelto un suspiro.

—Garrett—lo llamo y mi amigo me observa esperando a que prosiga hablando.—No era tan bonita—respondo y cuando la duda se manifiesta en su rostro, me marcho.

—Sabes que si—grita saliendo del baño—y su amiga lunática también, por dios. Que ojos tan más bonitos—me dice risueño, y para mi mala suerte, una mujer anciana de cabello negro -claramente retocado- nos observa con el ceño fruncido.—ojos azules, del azul más bonito que hubiese visto jamás, y un cuerpo estupendo—la mujer niega con la cabeza y prosigue con su camino.

—Garrett, acabas de hacer que aquella anciana, crea que estabas hablando de mi—frunce el ceño y hace un gesto con su boca.

—Ni en un millón de años, Fernsby.

Me rio y luego me despido de mi amigo para ir a casa. Es vergonzoso que media ciudad me vea portando una mancha blanca en la ropa, da la impresión que soy como Aris, que siempre está dejando caer comida encima de sí mismo. Pero Aris tiene seis años, eso normalmente pasa en los niños de esa edad, creo. Yo tengo veintitrés, y justamente eso es lo vergonzoso.

Me subo al auto y el olor a cuero nuevo inunda mis fosas nasales. Es sin duda el regalo de cumpleaños más increíble que he recibido en años, me emociono cuando acelero por la carretera que conduce a casa, y es como si estuviera flotando, no emite ruido alguno. Y entonces me acuerdo de mi madre, con todos y cada uno de los ultimátum que me puso, si se me ocurría correr en las carreras clandestinas, esas en las que mi primo Chase había hecho mierda el auto, estaría en serios problemas. Si por mi cabeza pasaba la idea de viajar a más de veinte kilómetros de velocidad, tendría que entregar las llaves a mi padre. Y la más importante, si alguna vez se enteraba que Alex y Aris viajaban conmigo, sin los cinturones de seguridad, iba a desheredarme.

La Niñera de Alex y Aris|TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora