Levi.-
—¿Puedo saber porque tienen esas caras de velorio que no pueden con ellas?—cuestiono a los mellizos dejándome caer junto a ellos en el salón de televisión.
Los ojos color zafiro de Alex me escudriñan un par de minutos y luego vuelve su atención a la pantalla del televisor frente a ellos que no para de hablar y hablar. Aris suelta un largo y dramático suspiro y se encoge de hombros totalmente rendido.
—Extrañamos a Skye—responde mi hermana.
—¿Qué? ¡Pero si la vieron ayer!—les digo mirándolos con el ceño fruncido.
Aunque en realidad puedo entenderlos a la perfección. Cuándo pasas demasiado tiempo con una persona, terminas acostumbrándote a su presencia o terminas enamorado. Lastimosamente las dos opciones anteriores son mi caso, me acostumbre a Skye y me enamoré en el proceso. ¿Qué de loco suena eso?
—¡Pero queremos verla hoy!—me espeta el chico cruzándose de brazos.
—Sí. ¿Podemos ir a su casa?—cuestiona la niña de las coletas rubias.
—¿Por qué no esperamos a que el lunes llegue?—ofrezco dedicándoles una pequeña sonrisa.
Una de las cosas que te enseñan en la facultad de negocios, es que siempre, siempre tienes que ver a tu cliente con una sonrisa de oreja a oreja, ese tipo de sonrisa confiada que da a entender que si finalmente decide cerrar un trato o negocio contigo va a beneficiarse. El poder del convencimiento. Desafortunadamente, Alex y Aris son los niños más testarudos del planeta y no entienden de negocios.
Sus ojos azules me fulminan tan pronto como las palabras abandonan mis labios. Me dedican ese tipo de mirada que los brabucones suelen dedicarles a sus víctimas antes de lanzarse sobre ellos.
—¡Queremos verla hoy!—repite Aris sin dejar de mirarme un solo segundo.
—¿Podemos ir a su casa, Levi?—me pregunta Alex esbozando esa pequeña sonrisa inocente con la cuál sería capaz de convencer al mismísimo William Ury.
—Eh, no lo creo Alex. Es el día libre de Skye y debe querer estar con su madre y con sus amigos—les informó en voz baja.
—¿Con Callie?—me pegunta la niña que se hace llamar mi hermana.
—Supongo que si—respondo.
—¡Pero también queremos ver a Callie! ¡Y a Thomas!—exclama mi hermano mirándome fijamente.
—De verdad, no creo que sea una buena idea.—señalo sin apartar mis ojos de ellos.
—Por favor, Levi. Llévanos a ver a Skye—inquiere Alex—prometemos portarnos bien—agrega colocando su mano derecha encima de su pequeño corazón.
¿Cómo es que le dices que no a un par de niños de seis años cuándo te están dedicando ese tipo de mirada que podría hacer que se te piquen las muelas? Me cruzo de brazos y continuo observándolos unos minutos mientras mi cerebro se debate entre la idea de ceder o negarme.
Quiero ceder, porque soy lo suficientemente egoísta como para ir hasta la casa de Skye por el puro simple hecho de verla, porque no me interesa que ella probablemente este con su amigo y el idiota de Thomas Edevane, pero mi parte prudente, me dice a gritos que es una total locura. Que debería respetar el día libre de Skye y darle su espacio.
—¿Y podemos comprar una tarta de fresas?—me pregunta Aris.
—¡Por favor, Levi!—implora la rubia.
—¡Esta bien!
Y no puedo dejar de pensar que en realidad es una mala idea. Así como tampoco puedo apartar mi mirada de la pelinegra sentada entre sus amigos, mientras hace comentarios divertidos con los mellizos. Me concentro en el plato que sopa que tengo frente a mí –aun intacto- y suelto un suspiro involuntariamente.
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La Niñera de Alex y Aris|TERMINADA.
Ficção AdolescenteLevi Fernsby, el chico popular de la universidad, tiene la vida perfecta. Goza de lujos y comodidades, tiene absolutamente todo lo que quiere, desde ese celular súper moderno con el cuál la mayoría de los chicos de su edad suelen soñar, una novia pe...