Capítulo 7

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Al estar fuera del restaurante, recuerdo que mis cosas están en el auto de Nicholas. Será llamar a John, para que me recoja y después pedirle que busque mis cosas, porque por nada del mundo vuelvo a entrar ahí. Busco mi iPhone para llamar a John, pero también se quedó en el auto.

¡Demonios!...

Tendré que caminar, comienzo a hacerlo dejándome llevar por mis pensamientos, en lo que ocurrió hace un momento. Nicholas me beso y se sintió tan bien, no sentí miedo ni pánico al estar cerca de él. Justo cuando voy a cruzar la tercera cuadra, un auto se detiene delante de mí y él se baja cerrando la distancia que nos separa, con el rostro preocupado.

—No vuelvas a huir de mi Isabel –coloca su mano en mi mejilla, acercándome hasta posar su frente en la mía, con la respiración entrecortada–. Cuando no te vi por primera vez sentí miedo. –Me confiesa.

Su confesión me sorprende, si le importo, no quiero hacerme ilusiones con él, pero como no hacérmelas sin me hace sentir todo esto y me dice cosas como estás.

—Te llevare, entra al auto. –Me dice al alejarse de mí y abrir la puerta.

Subo al auto sin nada que decir, ¿y cómo decir algo cuando él habla y actúa de esta manera? Nicholas sube de su lado encendiendo el auto, al instante empieza hacerse un incómodo silencio.

—¿Le importaría si pongo un poco de música? –Me pregunta con cierto humor.

Y eso me hace apartar la mirada de la ventana y mirarlo a él.
—En lo absoluto Nicholas. –Le respondo llamándolo por su nombre.

Él se sorprende y en su rostro se refleja esa condenada sonrisa que me vuelve loca, y de pronto siento que esa es la cura a todos mis males.

—De Haber sabido que besarla haría que me llamara por mi nombre, lo hubiera hecho desde el principio. –Exclama con total alegría.

Aparto la mirada sonriendo por lo que acaba de decir.

Los acordes de una de mis agrupaciones favoritas suenan por los altavoces tocando“Lu Si Tú Me Quisieras”…

Si pretendemos que nada pasa entre tú y yo.
Estar fingiendo es culpa de los dos.
El silencio, gritó al miedo que se despida y entre el sol.
Quiero el valor para que hoy te diga quién soy.
No puedo más, no puedo callarme.

Lo miro sorprendida, al ver que escogió precisamente esa canción de mi iPod.

Por algo la escogió ¿no crees?

Puede ser.

Aparto la mirada de él, volviendo a mirar por la ventana. De repente lo oigo cantar y lo vuelvo a mirar.

Aunque tal vez tú pienses que es un poco arriesgado –y otra vez está haciendo eso, cambiar la canción y darle el sentido a lo que nos está ocurriendo–.Quiero decirte que también yo estoy temblando. –será posible que me este, pidiendo algo con todo esto–. Y tienes miedo que quizá todo sea en vano, al menos yo te pido hay que intentarlo. –Finaliza él, mirándome con absoluta vulnerabilidad.

Nos quedamos mirando sin nada que decir, pero el aparta la mirada.

—Hemos llegado, puede bajarse. –Me suelta en tono frío.

Ese cambio de humor me sorprende haciendome enojar y no lo dudo, tomo mis cosas y me bajo sin mirar atrás. Entro al edificio y me encamino hacia el ascensor que va directo a mi apartamento. Ya en el suelto todo el aire que había retenido, ¿por qué hace esto? Juro que no lo entiendo, primero dice esas cosas tan hermosas que hacen que me derrita, y en un instante todo cambia y es tan frio como el invierno.

Destino ¿Te atreverías a creer en él?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora