Llegaste con un morete en tu ojo izquierdo y cuando el profesor de deportes te preguntó acerca de ello, solo le respondiste que tuviste un accidente en casa con esa voz que sabía estaba a punto de quebrarse.
No pude quitarte los ojos de encima, incluso mientras me dedicaba a trotar alrededor del lugar como nos había dicho el profesor pero tú te quedabas a un lado porque te dijo que pusieras hielo en tu ojo.
¿Quién te hizo eso?
Pensé en detenerne, ir hacia ti y simplemente decirte que todo estaría bien.
Pero no lo hice. Seguí trotando tras quitarte la mirada de encima antes de que me creyeras un tonto.
Y si quieres saberlo, sí, me sentí mal durante el resto de la tarde.
Y sí, me tropecé con Jonathan por andar mirándote distraído y el profesor nos mandó a hacer 100 lagartijas como castigo. Jonathan quería matarme pero entendió que mi mente estaba en otra parte.
Estaba contigo, y mi cobardía de no hacer nada para ayudarte. Porque, por mucho que todos creyeran tu excusa barata, yo no.
