End

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—Tú.

El castaño escuchó cómo alguien lo llamaba por el pasillo, cerrando levemente su casillero y girando sobre sus vans para mirar en aquella dirección.

Varios de los estudiantes se apartaron para dejar pasar a una chica de cabello rubio. Se veía molesta, o exasperada, o incluso cansada; perolo que sí era seguro era que bajo ese delineado de color azul metálico y mirada en busca de él había evidencia de que había estado llorando.

Confundido, el ojiazul retrocedió algunos pasos, pero la chica solo se detuvo frente a él con su respiración agitada y el ceño ligeramente fruncido.

Lo miró en silencio por lo que parecieron ser segundos eternos, hasta que finalmente abrió la boca.

—¿Tú...eres Allen?—murmuró algo temblorosa.

—¿Q-Qué?

La fémina se aclaró la garganta y sin perder la calma lo volvió a intentar.

—Te pregunto que si tú eres Allen ¿Allen Jones?—el castaño se quedó paralizado, haciendo a la rubia desesperarse.— Escucha, sé que sueno como la mierda pero si no me entiendes ya debes de estar sordo.

—N-No.

Por fin logró salir de su ensueño, volviendo a la realidad y concentrándose en las palabras de la chica de cabello lacio. 

—Soy yo. Yo soy Allen. 

Ella soltó un suspiro, mirando brevemente a cada lado del pasillo y luego buscando algo en su bolso azul cielo. Allen enarcó una ceja perplejo, hasta que ella le alzó una especie de sobre con suavidad. 

Él seguía confundido. 

—Oh, perdón. Ni siquiera sabes quién soy ¿no?—ella se aclaró la garganta.— Me llamo Ashley, yo...

Se relamió los labios al mismo tiempo en que Allen podía ver sus ojos brillar cuando evitó el contacto visual con él. 

—Yo era la mejor amiga de Rebecca. 

Aquello no lo sabía, aunque en realidad había muchas cosas que no sabía acerca de Rebecca. Sin embargo, el que tuviera una amiga de alguna forma lo reconfortó. 

—Ella...bueno, yo sabía todo lo que le pasaba en esta escuela. Y aunque intenté ayudarla, creo que...no fui lo suficientemente rápida. Tengo parte de la culpa. 

—Oye.—la interrumpió el castaño, a lo que ella le miró con sus ojos cristalizándose más y más.— No tienes la culpa de nada, y sé que no soy nadie especial como para decírtelo...pero me atrevo a decir que Rebecca no piensa eso de alguien que estuvo a su lado. 

Pasaron segundos, pero su sonrisa comenzó a forjarse en sus labios. 

—Ya entiendo por qué ella te apreciaba tanto. 

Aquello hizo latir su corazón y no pudo evitar sonreír aunque mirase hacia el suelo.

—No estudio aquí, creo que lo notaste. Pero ella...Becky dejó esto para ti.

Otra vez ese sobre. Esta vez Allen lo tomó con suavidad, incluso cuando sus manos habían empezado a temblar.

Miró brevemente el objeto en sus manos, pudo reconocer la letra de Rebecca plasmando su nombre. Levantó la mirada cuando Ashley volvió a hablar.

—La encontré en su escritorio cuando comenzaron a guardar las cosas de su habitación. Eres el único al que dejó una carta.

Allen no lo lograba entender del todo, pero escuchó el resto de información que la rubia le dio.

Rebecca fue encontrada muerta en su dormitorio en la madrugada, probablemente el efecto de las pastillas que había tomado la habían asesinado de sobredosis horas atrás. Había caído en un sueño eterno y esa carta que Allen tenía en sus manos podían ser sus últimas palabras.

Una vez que Ashley se fue, el ojiazul esperó a que cayera la noche.

Solo hasta ese momento subió a la azotea con el sobre en sus nerviosas manos. Con la respiración agitada luego de casi correr por las escaleras, dio un par de pasos sobre el cemento y levantó la mirada hacia el cielo nocturno sobre su cabeza.

Las estrellas brillaban como cada noche, sintió que sus ojos ardían de lágrimas y su garganta se enredó en un nudo al recordar todos esos momentos que vivió con Rebecca en ese lugar.

"Me gustaría ser como las estrellas, tener esa fuerza y esa hermosa luz que nunca se apaga."

Recordó esas palabras mientras miraba al cielo.

Entonces lo vio.

Entre el montón de luces, le pareció ver una que brillaba incluso más que el resto.

Tal vez estaba loco, pero eso solo le hizo perder el aliento antes de apresurarse a abrir el sobre entre sus manos.

Dentro encontró una hoja de papel perfectamente doblada. La estiró con suavidad y sintió su pecho hincharse con calidez, la misma de las lágrimas comenzando a brotar por sus ojos.

Querido AJ...

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