Admito que disfruté ese tiempo lejos de la escuela, pero me preocupas.
Quiero verte, Rebecca.
Aunque no sepas ni por qué te miro cada 20 segundos en clase o hay veces que tomo el siguiente bus a casa solo para verte pasar por la parada de autobuses y asegurarme de que continúas ahí.
A veces pasabas con tus audífonos en tus oídos e ignorando al mundo, otras solo mirabas al suelo tarareando alguna canción. Pero la mayoría de las veces traías el cabello alborotado, no precisamente por el viento, y alguna marca o evidencia de que te habían lastimado en el rostro o cuello.
Como siempre, solo me quedaba sentado fingiendo que esperaba el autobus. Cuando en realidad estaba siendo un grandísimo idiota.