"¿Qué es lo que te gusta más de las estrellas?"
Reíste y luego giraste tu cabeza hacia mí, tu pómulo enrojecido se apoyó en la colcha mientras una pequeña sonrisa prevalecía en tus labios.
"¿En serio me estás preguntando eso?"
"Claro...tengo curiosidad acerca de ti."
"Lo sé...no dejas de mirarme en clases."
Siento que el calor me invade las mejillas y puedo predecir que me he puesto tan rojo como su camiseta, pero tu sonrisa me hace saber que no lo dices como algo malo en lo absoluto.
"Las estrellas siempre están brillando, aunque no podamos verlas, nunca dejan de hacerlo. Incluso con las tormentas, las nubes negras y los cambios climáticos, no dejan de brillar." sonreíste hacia el cielo y soltaste un suspiro, dejando que tu aliento se tornara color blanco con el frío. "Pienso que son muy valientes y únicas."
"¿Únicas?"
"Todas tienen una luz especial, todas son distintas a la otra...Me gustaría ser como una estrella."
"Lo eres."
Extiendo mi mano por sobre la colcha, esperanzado en una parte muy pequeña de mi ser a que correspondas. Tus ojos castaños me observan, algunas de las luces en aquel cielo nocturno se reflejan en ellos y me siento más y más cautivado.
"Eres única, tienes la valentía y esa luz que es necesaria para seguir sobreviviendo, Rebecca. Yo lo sé."
Aquella noche me correspondiste, estirando tu brazo por sobre la colcha hasta que tus dedos alcanzaron los míos con timidez. Los enlacé y te sonreí, me miraste con cariño y luego volvimos a mirar el cielo sin decir nada más. Pero no importa cuánto mirásemos las estrellas, no soltaste mi mano en ningún momento.
