Capítulo 4

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Los soldados discutían acaloradamente la mejor estrategia para tender una emboscada a los desertores en el Paso de Hev. Daven, el Príncipe Heredero, se sentía impotente ante la situación. Nunca había salido del Imperio, desconocía los pueblos y aldeas que se extendían más allá de la ciudad imperial, ignoraba el terreno al que se enfrentarían y cómo posicionar a los soldados ante un cambio de planes del enemigo.

La rabia e impotencia lo consumían. A punto de cumplir veinticuatro años, diecisiete de ellos los había pasado recluido en el palacio. Salía pocas veces a la ciudad imperial, solo para asistir a celebraciones especiales o visitar el orfanato que él mismo había fundado y patrocinado con la ayuda de Ker. Era un príncipe responsable, dedicado a la política para evitar que los nobles abusaran de su estatus y oprimieran al pueblo con leyes e impuestos injustos. El emperador Kyan se enorgullecía de verlo convertirse en un hombre maduro y responsable, seguro de que el Imperio de Ravekeen estaría en buenas manos cuando abdicara el trono.

Sin embargo, el Príncipe comprendía que la política y la guerra, aunque estrechamente vinculadas, se desarrollaban en contextos distintos. Su inteligencia era evidente, pero no era un guerrero. Sabía que disparar un arco o blandir una espada no lo convertían en uno.

Alteza —preguntó Aleska con voz firme, sacando al Príncipe Heredero de sus profundos pensamientos—. ¿Qué opina usted sobre el plan de ataque que hemos propuesto?

—¿Existe una ruta alterna para llegar al Deryan? —inquirió Daven, su mirada fija en el mapa extendido sobre la mesa.

Aleska asintió y señaló una ruta sinuosa en el pergamino. —Sí, Alteza. Sin embargo, esta ruta nos tomaría cinco días más de viaje.

—Ese no es un gran problema —dijo Daven con seguridad—. Podemos cazar animales en el bosque y pescar en el río para mantenernos alimentados. En cuanto a la estrategia de ataque, debo admitir que no conozco las condiciones del terreno, por lo que no puedo debatirla con ustedes. Pero con la información que hemos obtenido, creo que es mejor atacar rápido y detener al Ejército Xain antes de que se fortalezca.

—¿Por qué deberíamos arriesgarnos así? —cuestionó Aleska, con una mezcla de curiosidad y preocupación en su voz. Ella sabía los motivos del Príncipe, pero quería que él los expusiera claramente para que los soldados comprendieran la audacia de su plan.

—Un asedio tomaría demasiado tiempo —explicó Daven con seguridad—. Por lo que sabemos, Auttenberg y su ejército de desertores esperan para emboscarnos, creyendo que nuestros suministros se agotarán. Esto significa que Thian Egorov no tiene con qué defenderse o mantener a sus soldados. Además, los mercaderes y barcos ya no anclan en el puerto desde que comenzaron a tomar la ciudad.

Daven se levantó de la mesa y se dirigió a la ventana, observando el horizonte con determinación. —Podemos enviar una parte del ejército para mantener alejado a Auttenberg de la ciudad y la otra parte irá conmigo a tomarla. Esta es nuestra mejor oportunidad para vencer al enemigo y recuperar el control de Deryan.

Las palabras del Príncipe Heredero resonaron en el aire, generando un murmullo entre los soldados. Algunos apoyaban el plan, mientras que otros dudaban, conscientes de la escasez de suministros que también afectaba a sus tropas. Los miembros del Ejército Escarlata, por su parte, se limitaban a escuchar en silencio, sin emitir ninguna señal de aprobación o desagrado. Su deber era obedecer las órdenes de su comandante, y solo ella o su padre tenían la potestad para movilizarlos.

Aleska, la doncella militar del Ejército Escarlata, era consciente de su posición. Sabía que contaba con la orden directa de Ker para apoyar al Gran Mariscal, y así lo haría, sin importar sus propias dudas.

KER© (DIOSES & REYES I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora