•Acosador•

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Había algo particularmente extraño en toda esa situación, Guren no entendía qué le parecía raro en sí.

No creía que su intranquilidad se debiera al usar uniforme militar desde hace un tiempo, no era tan raro considerando que ciertamente él había crecido en un mundo donde predominaban las luchas de poder. Ya se había acostumbrado a ello. No entendía si tenía que ver el que fuese muy joven y aún así tuviese un cargo alto, como Teniente Coronel. Tampoco sabía si más bien la razón de su incomodidad se debía al simple hecho de estar diariamente en una edificación tan prestigiosa y enorme como lo era el aclamado Ejército Demoníaco Imperial Japonés.

Mientras más lo pensaba, tal vez el problema era que técnicamente estaba en territorio enemigo. Un territorio liderado por la familia Hiiragi que tanto despreciaba desde su más humilde e ingenua infancia. A pesar de eso, no era precisamente correcto decir que estaba en territorio enemigo.

Aunque nunca lo hubiese imaginado, gracias a ciertos logros y situaciones difíciles de explicar, terminó siendo un miembro activo e importante en ese lugar. No sólo tenía un cargo alto, también era el que comandaba la Compañía Demonio de la Luna y era el líder de su propio escuadrón. Sin mencionar que, aunque no le gustara, era un subordinado de Kureto Hiiragi... O algo por el estilo, al menos éste último se refería a él de esa forma.

Se había hecho su propio su nombre, puede que algunos miembros de elite muy aferrados a la ideología y el tradicionalismo de la familia Hiiragi no les pareciera bien que una rata Ichinose fuese más o menos parte de ellos, pero eso al hombre de ojos violeta no le importaba en absoluto.

La desagradable e incómoda sensación no se alejaba de él, decidió ir a entrenar para liberarse un poco de sus pensamientos. Aún así, en pleno camino por un pasillo del ejército, no podía evitar sentir que lo observaban. Ignoró esa sensación y saludó brevemente con un asentimiento de cabeza a un par de soldados que le devolvieron el saludo. Luego siguió con su trayecto.

Una vez que llegó a un pasillo en el cual a primera vista no habían personas cerca, fue que detuvo abruptamente sus pasos. El más hondo y cansado de los suspiros escapó de sus labios.

—Ya sé que estás ahí, Shinya. Deja de seguirme.

—Ah... Qué mal, fui descubierto~.

Ichinose se volvió para encontrarse a un hombre que llevaba un uniforme similar al suyo. Tenía el cabello entre blanco y plateado, y le sonrió con su usual alegría. El rostro de ése sujeto era radiante y amable, de ese tipo de rostros que te ofrecen la más cálida de las bienvenidas. Guren decidió que quería darle un puñetazo a esa cara tan ridículamente agraciada.

—Oh, eso es malo —la voz de Shinya era muy fluida y suave, similar a un canto dulce que envuelve y nubla los sentidos. El de cabello oscuro pensó que debía hacer mucho calor ese día, porque no encontraba más explicación al que por un segundo la voz de su amigo le pareciera agradable—. Estás fulminándome con la mirada. Ya te dije que tienes que relajarte, Guren. Eres muy joven, si sigues llevando ese rostro de amargado la gente va a pensar que eres mayor~.

—Es tu culpa. Siempre tienes que ser tan ruidoso y molesto. ¿Por qué me seguías, de todas formas?

—Me gusta estar cerca de ti. ¿Acaso no somos amigos? —el hombre de ojos azules sonrió con suficiencia cuando escuchó a Guren emitir un breve "Tsk" y seguir con su camino. Lo siguió con mucho ánimo—. ¿A dónde vamos?

—Voy yo solo a mi oficina —le mintió, ya que no quería que ése idiota lo acompañara a entrenar—. Tú sólo piérdete.

—Eso no tiene sentido. Hace un rato saliste de tu oficina, le dijiste a Shigure-chan que necesitabas despejarte y que no volverías sino hasta más tarde.

—¿Y cómo demonios tú sabes eso si ni siquiera estabas ahí? —el de tez bronceada frunció el ceño y lo miró, ganándose una sonrisa leve del contrario—. Maldita sea, casi olvido que eres mi maldito acosador personal.

—Sólo te estoy cuidando —Shinya le tomó por el brazo, haciéndolo tambalear un poco. Le miró mal, pero su amigo no le soltó ni disminuyó el paso—. Vamos a entrenar~.

Guren no comprendía cómo el de cabello plata sabía su lugar de destino si ni siquiera le dijo nada al respecto, pero no se esforzó en pensarlo. Shinya era así, parecía leer sus pensamientos de alguna manera. Así que se dejó llevar, no le molestaba sentir la mano contraria en su brazo. A pesar de la tela de su propio uniforme y la del guante del otro, podía sentir la calidez de la mano de ése hombre. Sonrió, pero era una sonrisa diminuta que se esforzó en borrar rápido.

—De acuerdo, vamos.

Una palabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora