Ese día era increíblemente molesto para cierto hombre de ojos semejantes a las amatistas.
Todo comenzó con el papeleo que se acumuló en su escritorio. Las palabras presentes frente a él en algún momento se volvieron difusas y carentes de significado. La aburrida rutina incrementaba un malestar en sus huesos, o al menos lo sentía así. Informes largos, planos de estrategia, cosas molestas se cernían ante él. Podría jurar que su cabeza comenzaba a doler.
Por si fuese poco, el estúpido mocoso de doce años que técnicamente había comenzado a cuidar desde hace poco tiempo causaba problemas a su alrededor. Yuu era un niño intranquilo, ruidoso y emocional. No dejaba de quejarse porque Guren aún no había cumplido su promesa de dejarle matar vampiros ni le había permitido que se una al ejército. No sentía que el pequeño estuviese listo para eso, pero de todas maneras ése revoltoso mocoso no atendía a razones.
Yuuichirou ni siquiera lo respetaba, lo tuteaba o solía llamarle "anciano" de vez en cuando. Esto le molestaba en demasía y lo motivaba a lanzarle una patada porque el menor no se detenía en tratarlo así aún cuando estaban presentes soldados bajo su mando. El niño, además, lo obligaba a comer con él su almuerzo porque no quería estar solo todo el día y a esa hora Ichinose podía darse un breve descanso de sus ocupaciones para acompañarlo. Se limitaba a hacerlo porque no tenía más nada que hacer; no porque le tuviese cariño al mocoso, claro.
El punto es que aquel día Yuu lo había buscado porque estaba aburrido; pero antes de llegar a su oficina sin querer había roto algo importante afuera, en el pasillo. Guren se tuvo que ver obligado a arreglar el desastre del pequeño, luego echó a éste a patadas.
Cuando llegó la noche, el Teniente Coronel consideró que su día había sido realmente extenuante y molesto. Los párpados le pesaban, un ardor conocido se cernió tras sus ojos. Tal vez era cierto lo que le decía su mejor amigo, Shinya. Solía decirle que se exigía mucho.
Ahora que lo pensaba, ése idiota no había venido a molestarle como siempre. Eso era raro, pero estaba mejor así. Trató de pensar eso, pero aún así sentía un vacío extraño en el pecho. Debe ser que ya estoy acostumbrado a ver su estúpida cara, pensó pasando vagamente una mano por su rebelde cabello en un inútil intento de acomodarlo, pero en realidad no debería importarme si lo veo hoy o no.
Unos pocos minutos transcurrieron en total silencio. Ichinose debería agradecer el hecho de que su entrenamiento lo hacía estar preparado para cualquier situación por muy sorpresiva que fuera, porque no se alteró como una persona normal lo haría cuando su puerta fue abierta estrepitosamente. El ruido arruinó toda la calma, pero lo único que provocó en él es que pusiera su mano en la empuñadura de su espada y se levantara de su asiento. No era ningún peligro el que se cernía frente a él, sólo era su estúpido amigo sonriéndole en el umbral de la puerta.
—Hola, Guren. Soy yo~.
—Ya sé que eres tú, pedazo de mierda —cada palabra salió de la boca del moreno con rabia. En el fondo no le enfurecía tanto el hecho de que Shinya viniese a molestarlo, por alguna razón lo estaba anhelando ya que así era su relación. La relación más cercana que tenía. Claro que, era algo que no admitiría—. ¿Por qué no puedes ser un maldito ser humano normal y tocar mi maldita puerta, hijo de...?
—No seas vulgar, cariño —el Mayor General le sonrió, acercándose hacia él. El de cabello oscuro podía jurar que la rabia ya estaba excediendo el límite en su cuerpo. Antes de que pudiera insultar al otro por llamarlo con ese apodo, éste extendió algo hacia él. Guren en ese momento notó que el de cabello plata tenía una taza en sus manos. Sabía que era café porque el aroma de su bebida favorita fue muy reconocible, borrando un poco el enojo que sintió en todo ese día—. Estaba ocupado hoy y no pude venir a visitarte. Como escuché que estabas en tu oficina, sabía que debías estar exigiéndote mucho a ti mismo. Por eso, preparé un latte para ti~.
La sonrisa de Shinya era orgullosa, pero un ligero rubor muy extraño para él se posó en sus mejillas. Guren podía tomar esa oportunidad para burlarse de él ya que el contrario siempre le hacía eso a su persona, pero la imagen le resultó tan linda que no lo hizo. Se convenció que sólo pensaba así porque estaba muy cansado, no podía haber otra razón.
—Gracias, Shinya —murmuró en voz baja y aceptó la ofrenda del otro, quien le sonrió suavemente.
Era extraño ver al de ojos azules tan tranquilo y silencioso mientras lo miraba fijamente, pero decidió que debía comportarse de vez en cuando de forma amable con él porque tal vez el Hiiragi adoptado no siempre tenía intenciones extrañas o fuera de lugar.
O al menos eso pensó hasta que vio la imagen que tenía el café en sus propias manos. Sabía que Shinya dominaba el arte del latte porque éste se lo había comentado, pero nunca lo había visto hacerlo. Justo ahora, la figura de un corazón se presentaba en su maldito café. Levantó la vista y notó la sonrisa maliciosa en los labios de su amigo. No, ése estúpido nunca cambiaría. No debió esperar otra cosa.
—Eres un grandísimo... —Guren gruñó con rabia.
—Sé que me amas, mi precioso Guren —Hiiragi dijo con alegría mientras convenientemente se marchaba con lentitud—. ¡Estaré ocupado, nos vemos!
—¡Vuelve aquí, idiota!
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N/A: Me alegra empezar una historia de viñetas de estos dos, estuve pensando hacerla desde hace tiempo. <3
Hasta donde sé por mi malísima memoria, en la página Owari no Seraph Wiki (la versión en inglés) mencionan que Shinya sabe hacer el arte del latte.
Espero que les guste. Bye, bye~
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Una palabra
FanfictionConjunto de viñetas/cortos sobre posibles vivencias entre Shinya y Guren, derivadas por una palabra como el tema principal del relato. Están, en su mayor parte, ambientadas en los cuarteles del Ejército. Contiene humor, amistad, romance, cotidianida...