•Anillos•

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Nadie entendía cómo la pregunta del pequeño surgió tan repentinamente, pero ahí estaba: expresada con una voz cargada de inocencia y curiosidad.

—¿Por qué las personas se casan?

Los seis adultos en el apartamento de Guren fijaron la mirada en la pequeña criatura de ojos grandes y de un peculiar color esmeralda que les devolvía la mirada, completamente determinado a saciar su curiosidad.

Guren, Shinya y el resto de su escuadrón estaban reunidos en el apartamento del primero porque querían cenar juntos y dejar a un lado las responsabilidades que conllevaban sus trabajos, al menos por un momento. Ellos se consideraban como una familia... problemática y ruidosa, pero cada miembro de esa extraña familia era importante para el resto.

Yuu vivía también con Guren desde que éste lo "adoptó y tuvo la bondad de acogerlo como su hijo", según unos burlones Goshi y Shinya comentaban usualmente. Estos se divertían con el papel de padre inexperto y fracasado que Ichinose empleaba; la situación también le divertía a las chicas, pero al azabache mayor no le hacía gracia y objetaba diciendo que ése patético mocoso no era su hijo.

El niño se había despertado hace un rato porque no podía dormir, por eso ahora estaba tomando un vaso de leche tibia que le fue otorgado minutos antes por el hombre que hace ya muchos meses le había dado un lugar donde vivir. De la nada, el pequeño hizo su pregunta que sorprendió a todos los presentes.

—Bueno, Yuu-kun... —una chica de cabello castaño claro, Sayuri, comenzó a hablar con su tono de voz dulce y amable—. Pienso que las personas, cuando son lo suficientemente mayores, se casan porque se aman.

—No necesariamente deben... ¡Auch, Sayuri-chan! —Goshi se quejó cuando la chica le pellizcó el brazo, aún manteniendo su sonrisa amable a Yuu.

—Generalmente, se casan porque se aman —se corrigió.

—¿Y, ya que se aman, llevan anillos a juego? —el pequeño siguió.

—Algo por el estilo... —Mito, que resaltaba por su largo cabello rojo, comentó mientras trenzaba el oscuro cabello de Shigure.

—Supongo que las parejas casadas lo hacen para demostrar la unión que tienen —Shinya argumentó.

—¿Por qué se supone que preguntas eso ahora, mocoso? —Guren inquirió, en parte confuso y también curioso.

El menor se encogió de hombros, sin saber cómo responder, y siguió bebiendo el contenido de su vaso.

Ya dejado a un lado el tema, los chicos decidieron que ya era hora de irse. Además, Guren pensaba que lo mejor sería que el mocoso que estaba a su cuidado se fuera a dormir. Las chicas y Goshi se despidieron, Shinya iba a irse con ellos pero se quedó más rato en el umbral de la puerta mientras hablaba con Guren. Éste parecía irritado porque su amigo no se iba, o al menos se esforzaba en fingir sentirse así porque en realidad no quería admitir que se sentía algo nervioso desde que la relación que tenía con el albino se había vuelto indefinida, debido al beso que se dieron noches atrás.

Ninguno de los dos pudo volver a mencionar nada al respecto debido a lo ocupados que estuvieron con el trabajo, pero ahora que sólo estaban ellos dos las cosas se sentían más incómodas para el moreno. Claramente, ni siquiera podía hablar de eso con Shinya si tenía a un adormilado Yuu al lado. Debido a la presencia del pequeño, el albino abrazó al niño y al azabache mayor sólo le sonrió para decirle después que esperaba verlo al día siguiente.

Cuando el Hiiragi adoptado se marchó, una sensación insatisfecha se abrió paso en el pecho de Guren. Quería hablar con Shinya, no quería que siguiera presentándose ese vacío entre ellos ante la conversación que no habían tocado. Era extraño el ambiente que se comenzaba a desarrollar entre los dos, necesitaba cambiar eso.

No se fijó sino un poco después de que Yuu llevaba un rato jalando levemente el borde de su pantalón para llamar su atención. Bajó la mirada para encontrarse con las esmeraldas orbes del niño.

—¿Qué pasa ahora, enano? ¿Ahora sí quieres dormir...?

—¿Por qué Shinya y tú no comparten anillos?

Guren tardó un vergonzoso rato en procesar las palabras del menor, aún así juraba haber escuchado mal.

—¿Disculpa?

—¿Por qué Shinya y tú no comparten anillos? —el pequeño repitió.

—¿De qué hablas?¿Por qué deberíamos compartir anillos ése estúpido y yo?

—Porque —Yuuichirou siguió diciendo como si fuese obvio—, Sayuri-san dijo que las personas se casan cuando se aman y comparten anillos para simbolizar eso.

Ichinose se quedó sin palabras. Había tomado a Yuu como un niño torpe e inmaduro, pero en momentos como ese salía de repente con comentarios de tal valor que le hacían pensar que tal vez estaba subestimando al pequeño. ¿Acaso el mocoso había caído en cuenta antes que el mismo Guren que los sentimientos que guardaba por su amigo iban más allá de una simple amistad?

—No sabes de lo que hablas —el mayor lo despidió con un ademán mientras le quitaba el vaso vacío de sus manos—. Ve a dormir, mocoso.

El menor se quejó de lo molesto que era el de ojos violáceos mientras se iba bostezando a su cuarto. Guren fue a dejar el vaso de Yuu en la cocina mientras apretaba los labios.

Estaba frustrado consigo mismo y con el menor porque lo hizo considerar seriamente la ridícula idea de compartir anillos con Shinya, como si estuviesen casados. Era una locura algo por el estilo, ¿no es así?

Una palabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora