•Tristeza•

2.6K 396 49
                                    

—No entiendo muy bien tu punto...

—Pienso que tienes que hacer algo, Guren.

El mencionado suspiró con cansancio mirando al hombre rubio que usaba como él un uniforme militar. Goshi, uno de sus amigos y también un miembro de su escuadrón, había venido ese día a su oficina. El más alto no parecía tan burlón y descarado como siempre, sino más bien algo preocupado. Sabía la razón de su inquietud, y ésta se debía a que el rubio le había mencionado que Shinya estaba muy extraño ese día. Alegaba que lo había visto hace un rato y había hablado un poco con él, pero el Hiiragi adoptado lucía algo decaído. Eso era muy inusitado para tratarse de alguien tan animado como el de ojos azules.

En lo personal, Guren no podía imaginar al albino con una actitud apagada. Viendo la inquietud de Goshi por el estado de su otro amigo, sabía que debía estar hablando en serio.

—No sé qué quieres que haga. Estoy ocupado con el trabajo y no entiendo por qué...

—Shinya-sama es una buena persona y es parte de nuestra familia —Goshi lo interrumpió repentinamente, con el rostro serio—. Entre todos nosotros, en quien él más tiene confianza es en ti. Y yo sé que para ti también es lo mismo, Guren. No puedes ignorar eso.

puedo, argumentó una orgullosa voz en el fondo de la cabeza del de ojos violáceos. No dijo nada, porque sabía que el rubio tenía razón. Suspiró una vez más y se levantó de su asiento.

—Tsk, supongo que no tengo opción. Iré a ver a Shinya.

El moreno quería pensar que sólo lo haría por un deber moral (si es que las personas criadas en un mundo cruel al igual que él poseían del todo algo como eso), pero en el fondo sabía que se sentía un poco preocupado por el estado del albino. Después de intercambiar unas cuantas palabras con Goshi para aclarar dónde exactamente éste había visto al chico de pálida tez por última vez, es que separaron sus caminos y el de cabello oscuro fue en busca de Shinya.

Lo encontró en su apartamento, justo ahora el de cabello claro abrió la puerta al oír que anteriormente él llamaba. El chico no llevaba el abrigo negro del uniforme, pero sí una camisa de botones blanca que estaba arremangada hasta sus codos. Su cabello plateado estaba algo desordenado, sus bellos ojos azules parecían algo cansados y apagados. A pesar de eso, la sorpresa logró establecerse un poco en sus facciones delicadas.

—¿Guren? ¿Qué haces aquí?

—¿Estás bien?

Las palabras salieron de la boca del hombre de cabello como la noche casi contra su voluntad, sorprendiéndolos a ambos. Shinya lo miró fijamente, hasta que sus labios se movieron para esbozar esa típica sonrisa que utilizaba con todo el mundo. Ichinose odiaba que se comportara así, porque sabía que ese gesto era más una apariencia que un acto sincero.

—Qué adorable, jamás pensé que te vería preocupándote por mí. ¡Creo que soy muy feliz! —las palabras alegres fueron emitidas por el de ojos azules.

—Deja de ser un mentiroso, idiota.

—¿Eh? No lo soy, de verdad me hace feliz que...

—¡No me refiero a eso! —Guren lo calló, alzando la voz sin querer. La mirada de su amigo lo contempló con sorpresa—. ¡Deja de actuar como un maldito hipócrita! ¡Deja de alejarme con tus sonrisas falsas! Vine hasta aquí porque me preocupas. Te lo preguntaré otra vez: ¿Estás bien?

Shinya lo miró parpadeando un poco, y luego pareció pensar un poco en algo mientras dejaba a Guren pasar. Éste estaba un poco exasperado ante la calma de ese hombre de ojos zafiros, pero le prestó atención cuando empezó a hablar con tranquilidad y algo de seriedad.

—Guren... ¿Me podrías abrazar?

En condiciones normales, eso habría hecho que el de cabello oscuro le pegara y que el otro chico se riera para luego decirle que se estaba burlando de él. Había algo diferente en esa ocasión, algo que movió a Guren a abrazar al albino. Era algo extraño tener ese tipo de contacto con otra persona, pero era más cálido y agradable de lo que habría imaginado nunca. Aceptó que tal vez eso difícilmente se repetiría entre ellos en un futuro próximo, pero se limitó a pensar que a veces incluso las personas que solían ser alegres como Shinya podían estar tristes. No le preguntó qué le pasaba, sólo se limitó a dejar que el otro le devolviera el abrazo en silencio.

Guren miraba a un punto en la pared a cierta distancia de él mientras abrazaba al albino, y Shinya acomodó el rostro en el cuello del moreno. De ésta forma, ninguno de los dos cayó en cuenta del sonrojo en el rostro del contrario.

Una palabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora