Había algo que Guren probablemente nunca admitiría en voz alta. Más bien, habían muchas cosas que nunca admitiría, pero esa es otra cuestión.
Era invierno, aquí y allá se podía observar claramente la nieve acumulada a montones. Hacía tanto frío como aquella vez cuando encontró a un pequeño Yuu de doce años usando la ropa que los vampiros le daban a su "ganado". Era un pequeño mocoso llorón ante sus ojos, pero eso no significaba que no le hubiese agarrado cariño casi como si fuese su propio hijo. Dudaba admitirle esto al pequeño revoltoso en un futuro cercano, se creería la gran cosa si se lo dijera y usaría eso como manipulación para que lo dejara finalmente matar a los vampiros.
Con el invierno también tenía recuerdos no tan gratos, recuerdos que lo acosaban con tanto ímpetu que le hacía parecer que respirar era difícil. Recordaba a un Shinya de dieciséis años muriendo en sus brazos, recordaba ser plenamente consciente de que los amigos que consideraba como su familia hayan muerto, recordaba con más exactitud de la que habría deseado cómo su propia espada atravesó a su primer amor. No era agradable tener que mentir tanto y ocultar cosas a sus personas queridas, pero no tenía opción. Era la única forma, pero eso no lo hacía menos doloroso.
Aún así, justo ahora en esa mañana decembrina fue obligado a levantarse después de que cierto mocoso de cabello negro lo sacara a patadas de su propio cuarto. Apenas pudo ponerse el uniforme militar, pero sabía que no lucía tan arreglado como le hubiese gustado. No cuando el abrigo negro estaba lo suficientemente abierto para permitir ver la camisa blanca debajo. No le quedaba opción cuando un emocionado Yuuichirou lo jalaba de la mano y exclamaba alegremente que estaba nevando afuera. ¿Y a mí qué demonios me importa que esté nevando?, pasó por la cabeza del Teniente Coronel. Se calló simplemente porque no quería arruinar la felicidad del mocoso, a quien los ojos esmeraldas le brillaban tanto que le parecía extraño de ver en un niño que vivía en ese mundo hecho pedazos.
Yuu parecía muy alegre cuando llegaron al exterior y vio que todavía nevaba. El azabache mayor admitió sólo en su cabeza que era un escenario agradable a la su vista. Lo único —para él— que afeaba la escena, era ver a un hombre albino que llevaba el uniforme completamente ordenado y pulcro saludarle con una mano. El niño de ojos verdes salió corriendo para abrazar a Shinya, quien le acarició el cabello al menor con delicadeza que no pasó desapercibida para Guren.
—¿Y bien, Yuu-chan? —el tono dulce del de ojos azules fue completamente audible para el azabache mayor—. ¿Fue difícil levantar al odioso Guren?
—Sí, ni siquiera yo tengo el sueño tan pesado, Shinya —el pequeño admitió con complicidad. Al de ojos violetas en verdad le fastidiaba que esos dos demonios se llevaran tan bien—. Tardó mucho tiempo en despertarse. Cuando lo hizo, pensé que me iba a patear.
—Es que Guren siempre se levanta con el pie izquierdo, y si no toma café vas a verlo ser tan gruñón como ahora —Shinya dijo con un tono cantarín mientras posaba ahora sus ojos azules en él. Ichinose quería golpearlo—. Disculpa a Yuu-chan, Guren, yo le dije que te levantara.
—Imbécil —se limitó a gruñir el de tez bronceada. El de cabello plata se limitó a sonreír, como si en lugar de insultarlo le hubiese dado un cumplido.
Yuu se escapó de los brazos del Mayor General y se fue a jugar con la nieve. Hiiragi se acercó con tranquilidad a su mejor amigo.
—¿Tuviste dificultades para vestirte? —la risita que se escapó del albino a mitad de la frase provocó que Ichinose considerara de verdad estampar su puño en el rostro del otro.
—Cállate, maldito idiota. Eso es tu culpa, como siemp...
Guren se calló cuando vio que el otro se movió y empezó a ajustar los botones de su abrigo en su lugar. Quería empujarle, pero Shinya parecía tan relajado en cumplir su tarea que no se atrevió a hacerlo. Desde su posición, podía ver la zona superior de la cabeza de su amigo ya que éste había inclinado la cabeza para arreglarle el abrigo; tenía el cabello muy claro, lucía tan blanco como la nieve que caía tranquilamente sobre ellos.
—Puedo arreglarme la ropa solo —alcanzó a decir.
—Ya sé, pero quiero ayudarte —a mitad de su tarea, el albino alzó la cabeza, dejando ver sus ojos zafiros brillar con una emoción que el de tez bronceada no pudo descifrar. Hiiragi inclinó su cabeza, dejando que sus bocas quedaran separadas por apenas unos pocos centímetros. Se detuvo, esbozando una pequeña sonrisa que el pelinegro se esforzó en ignorar—. ¿No me vas a empujar?
—No. Sé que estás bromeando, siempre haces cosas como ésta.
—¿Y si te besara de verdad? ¿Qué harías?
—No me jodas —se quejó Ichinose, ganándose una breve risa de su amigo.
El de ojos color cielo siguió abrochando su abrigo, Guren agradeció que el otro rompiera esa cercanía entre ambos porque ya le empezaba a poner nervioso. Shinya se separó sonriendo de esa forma inocente que podría engañar a cualquiera, pero no al de tez bronceada. Éste sabía perfectamente que su amigo era un hijo de puta con sonrisa de ángel. A lo lejos, Yuu les hacía señas a ambos para que fueran a jugar en la nieve con él. La sonrisa que el de cabello blanco esbozó al ver al menor produjo una ternura inusitada en el corazón del azabache mayor. Porque para él, entre las cosas que realmente nunca admitiría en voz alta, la sonrisa de Shinya le parecía más hermosa que la de ninguna otra persona.
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N/A: Hola, baes. ¿Ya se han enterado de la nueva serie de novelas ligeras de Guren que van a publicar? Me enteré hace unas semanas y estoy muy ansiosa por ver a mis bebés otra vez, pero ahora con 19 años (?). No puedo esperar a leer el primer volumen. uwu
Nos vemos~
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Una palabra
Fiksi PenggemarConjunto de viñetas/cortos sobre posibles vivencias entre Shinya y Guren, derivadas por una palabra como el tema principal del relato. Están, en su mayor parte, ambientadas en los cuarteles del Ejército. Contiene humor, amistad, romance, cotidianida...