Tal vez Guren fuese un hombre que pasó por muchas cosas: escapó de que lo mataran una infinidad de veces, y usó el ingenio y sus habilidades para hacer frente a las situaciones peligrosas que los humanos normales no afrontarían. No por nada pertenecía a una de las familias de Japón que dominaban la hechicería. Claro que, se suponía que los Ichinose eran una rama débil que era usada por la familia Hiiragi y sus seguidores como un símbolo de humillación, pero esa era otra cuestión.
Aún así, por muy fuerte que fuera, había algo que seguía sin comprender del todo. Ese algo eran los sentimientos.
Lo que había aprendido a lo largo de su vida mientras afrontaba muchas cosas para dejar su debilidad a un lado y dar todo de sí para ser fuerte, era que los sentimentalismos no debían tener lugar en su vida. Los sentimientos eran extraños, las emociones lo volvían un manojo débil e inestable ante otras personas. Si se dejaba dominar por cosas tan abstractas como eso y perdía de vista su objetivo para ganar poder, estaría acabado. Si quería ser capaz de proteger a los que quería y ganar con su propio esfuerzo un nombre para sí mismo; entonces, irónicamente, debía perder los sentimientos en el camino.
Así que, en éste punto de su vida en el cual era un hombre joven que estaba en el Ejército y ya había ganado fuerza suficiente como para darle valor a su nombre, ahora se hacía vagamente la pregunta: ¿Qué son los sentimientos?
Un día, Sayuri estaba en su apartamento mientras él revisaba aparte cosas del trabajo: planos de estrategia y cosas por el estilo. Ella estaba cerca de él acompañando a Yuu, hablándole al pequeño de ese tema. Él sin querer había escuchado la definición de su amiga acerca de los sentimientos, sin querer eso le hizo pensar en Shinya. Luego apartó la idea de su cabeza, porque era ridículo que precisamente él y la cursi definición de Sayuri tuviesen lugar en su vida.
Aunque quisiera creerse su propia determinación, olvidó poco a poco el trabajo bajo sus manos. Comenzaron a llegar lentamente recuerdos al azar del albino y él: lo recordó cuando ambos eran adolescentes, en el primer día de preparatoria pensó en él como un tipo de cara ridículamente bonita. Ni siquiera había sospechado que era un Hiiragi, ya que no se parecía en nada a esa familia. Shinya le había sonreído amablemente... y lo atacó con un hechizo que hubiese puesto en evidencia la verdadera fuerza que trataba de ocultar si no lo recibía propósito. Desde el comienzo, cuando Shinya lo forzó a volverse su amigo, había pensado que era un grano en el culo. Y tenía razón, era el grano en el culo.
Era un terco sin remedio que no quería desaparecer de su vista. Aunque trataba de esconder su verdadera naturaleza y poder, Shinya parecía ver a través de su engaño. Era molesto, no se parecía a los otros Hiiragi: no se comportaba como un niño rico, tampoco apoyaba las crueles ideologías de esa familia, y estaba interesado en él. Quería ser su amigo de manera auténtica, eso hacía que Guren pensara que estaba loco.
Como tal cosa era imposible de pensar, sospechó de él en varias ocasiones. No iba a confiar de buenas a primeras en un Hiiragi, mucho menos en alguien que ocultaba sus intenciones detrás de una sonrisa dulce que podía usar incluso cuando mataba a alguien. Creía que Shinya era un estúpido dolor de cabeza, era muy sospechoso que el chico adoptado del enemigo quisiera aliarse con él para derrotar a dicha familia juntos.
Casi deseaba creer que estaba engañándolo para venderlo al enemigo, pero no era así: Shinya de verdad quería ser parte de su equipo. No entendía por qué quería eso... hasta que, con el tiempo en el que conoció a fondo quién era, se dio cuenta de que él buscaba darle un sentido a su vida. Shinya lo apreciaba a él, a Goshi y a las chicas. Los consideraba la familia que nunca tuvo, quería protegerlos como nunca había querido proteger a nadie.
Y cuando Guren lo vio llorar por primera vez ese día en que el mundo que conocía iba a sufrir la devastación, lo entendió: el albino nunca había mentido cuando decía que estaba de su lado. Shinya era igual que él, era sólo un chico abandonado y dolido que quería proteger lo poco que le quedaba. En ese momento, Guren sintió algo extraño en su corazón que ni siquiera con Mahiru había sentido. Quería salvar a Shinya, lo necesitaba más que ninguna cosa en éste mundo. Le importaba mucho como para dejarlo atrás.
De esa manera, en la actualidad, se encontraba bostezando después de soportar una aburrida reunión que apenas escuchó los escasos cinco minutos en que no se había quedado dormido. Escuchaba a algunos superiores hablar mal de él a sus espaldas por su comportamiento; pero no le importaba lo que la gente decía de él, así que siguió su camino. Unos pasos muy conocidos lo siguieron, fingió su usual semblante odioso para no sonreír.
—¿No tienes nada mejor que hacer en tu maldita vida que seguirme, Shinya?
—Eh, qué miedo~ —éste le respondió poniéndose a su lado mientras caminaban. Era la única persona que Guren conocía que, incluso después de una reunión a primera hora de la mañana, podía mantener un aspecto de modelo profesional. Él y su maldita cara de niño bonito, pensó—. "Buenos días, amor de mi vida" . Vamos, dilo. Sé que quieres decirlo~
—Con un demonio diré tal estupidez.
—¿Incluso si te traje café? —la mirada azulada que le echó el hombre tras sus largas pestañas blancas estaba cargada de coquetería. Guren quería encerrarse con él en una habitación y no salir nunca—. Sé que es una de tus mayores debilidades... además de mí, claro.
—Engreído —replicó aceptando uno de los dos vasos de café que le ofrecía el otro, tomó un sorbo. Estaba muy bueno, pero no se lo iba a decir.
—Vamos, dime. ¿En qué estabas pensando hace un rato?
Pensó un poco en decírselo o no. Secretamente, Guren agradecía que los pasillos del cuartel sean lo suficientemente extensos para caminar junto a él mientras hablaban.
—Estaba recordando tu cara mientras llorabas.
El albino se quedó sin palabras unos segundos, pero luego habló con un toque de humor en su voz:
—Vaya, no sabía que imaginarías cosas pervertidas conmigo tan temprano, Guren~
—Jódete —debió imaginar que no iba a tomárselo en serio.
—Me quieres demasiado, lo sé.
No respondió porque, para bien o para mal, era cierto.
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Una palabra
Hayran KurguConjunto de viñetas/cortos sobre posibles vivencias entre Shinya y Guren, derivadas por una palabra como el tema principal del relato. Están, en su mayor parte, ambientadas en los cuarteles del Ejército. Contiene humor, amistad, romance, cotidianida...