•Pesadilla•

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Guren constantemente tenía pesadillas. Pesadillas en las cuales veía sangre y recuerdos dolorosos.

Sufría de insomnio en incontables ocasiones, y otras veces en las cuales lograba dormir se despertaba agitado por las horribles imágenes que aparecían en su mente. ¿Quién no lo haría si recordaba en sus sueños las muertes de sus seres queridos?

Habían pasado años desde que su padre había muerto. Debido a eso, cuando Guren era sólo un adolescente se volvió la cabeza de la organización de los Ichinose, el Mikado no Tsuki. Se culpaba fervientemente por perder a un hombre tan sabio y amable como su padre, todo por ser débil. No había podido acabar con Mahiru en el lapso de tiempo que los Hiiragi le habían impuesto; no había podido salvar a Sakae, su padre. Éste murió debido a él, porque careció de fuerza para salvarlo.

Y no pudo hacer nada.

A pesar de amar a Mahiru, no pudo estar con ella. Aunque se forzó a volverse fuerte, ésta murió en sus brazos y no logró salvar a su primer amor del cruel destino que le habían establecido incluso antes de nacer.

Y no pudo hacer nada.

Muchos de sus subordinados a lo largo de su vida murieron. Murieron por él, creyendo en él. Ahora estaban muertos. El de ojos violetas aún recordaba sus nombres, ya que las personas que tenía bajo su mando eran importantes para él. Ellos confiaron su vida en Guren, lucharon a su lado y éste no logró protegerlos a todos.

Y no pudo hacer nada.

Shinya y los otros chicos en su escuadrón murieron muchos años atrás. Pudo devolverlos a la vida, pero a costa de dolor, muchos secretos y la vida de millones de personas inocentes que perecieron en la destrucción del mundo.

Y no pudo hacer nada.

Porque era muy débil.

Porque era un cobarde que se aferraba a ser leal a los que quería.

Porque tomó decisiones horribles.

Porque era un ser repugnante y despreciable que estaba vivo a pesar de todos los pecados que cometió.

Y se odiaba demasiado.

De esa manera aceptaba el tormento, la culpa y la sensación opresiva que parecía arrastrarlo muchas veces a ese pozo interminable de desesperación. Aceptaba las pesadillas inacabables, porque era un precio menor que pagar tomando en cuenta todo lo que hizo.

Aún así, a veces se sentía agotado. Era muy duro vivir de esa forma, ocasionalmente se volvía insoportable seguir mintiendo y lastimando a los que quería con la intención protegerlos. Ni siquiera a Shinya podía contarle la verdad, pero sabía que éste era consciente de que le ocultaba muchas cosas. El de cabello blanquecino siempre había sido así, sabía todo lo que le pasaba por más que intentara ocultarlo. No entendía cómo lo hacía, pero tal vez se debía a que Shinya presentaba un nivel de acoso que superaba incluso a todos los dioses que existían o habían por existir.

Después de un mal sueño en donde rememoraba lo que le pasó a su escuadrón el día de la catástrofe, despertó notando que seguía siendo de noche. Guren se sentó mientras se pasaba una mano en la cara, como un gesto de cansancio. Ya no podría dormir más esa noche, a menos que quisiera volver a ver cosas que le dolían.

—Maldición...

¿Era muy costoso el precio de dormir bien?

—Tsk, maldita sea —medio murmuró y medio gruñó mientras se rascaba vagamente la nuca.

—Qué agradable momento para maldecir el mundo. ¿Quién habría pensado que la una de la madrugada es una hora propicia para eso?

Guren sólo echó una ligera mirada tras su hombro para ver acostado a su lado a un hombre de cabello blanco y ojos azules, quien le sonreía con una expresión somnolienta. La camiseta oscura que Shinya llevaba era propiedad del mismo Guren, una de las ventajas de estar con él es que medían lo mismo y compartir la ropa no era problema. Dicha prenda se había levantado un poco y le permitía al moreno la vista del pálido abdomen del albino.

—¿Has dormido algo?

—Me acabo de despertar —el de ojos violetas respondió.

—Tuviste una pesadilla, ¿cierto?

Sí, el nivel de acoso y la perspicacia de Shinya era muy mala su propio bien. A veces odiaba lo observador que era.

—... No preguntes si ya sabes la respuesta.

—¿De qué trataba?

Ichinose no quería contarle, decirle que había muerto pondría en peligro la vida del albino. Prefería mentirle para sacarlo de peligro, aunque en algún momento afectara la confianza que le tenía.

—Ya veo, no quieres hablar de eso —no había amargura ni molestia en la voz de Hiiragi, su voz era tranquila y Guren de verdad lo quería más por ser una persona comprensiva. Extendió los brazos, como una invitación al de tez bronceada—. Ven aquí.

—¿Por qué debería hacerlo?

—Porque yo quiero, así que ven antes de que reconsidere el hecho de hacer curry mañana.

—Pfff —la pequeña risa escapó de la boca de Guren sin que pudiera o quisiera evitarlo, causando una sonrisa leve en el otro hombre.

Obedientemente fue a los brazos contrarios, descansando su mejilla en el pecho del albino. Se quedaron en un silencio sólo afectado por sus tranquilas respiraciones. Mientras Shinya le acariciaba el oscuro cabello y jugaba con las ondulaciones de su nuca, Guren no podía dejar de prestarle atención al constante y regular ritmo del corazón ajeno que latía bajo su oreja.

Eso indicaba que estaba vivo, Shinya estaba vivo y eso significaba muchísimo para él. Hacía que las pesadillas, la culpa y el dolor fuesen más soportables. Si podía sentir su calor corporal y podía escuchar el latido de su corazón, para él valía la pena lo que hizo.

Una palabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora