CAPITULO III: REGRESO A CASA

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Después de buscar por toda la casa a Charles, una de las empleadas me dijo que se encontraba trabajando en su despacho. Decidí entrar sin siquiera tocar y por la cara que puso cuando me vio supe que lo hice enojar una vez más, reí para mis adentros y sin olvidar a que iba le dije.

- Quiero hablar contigo. - hizo una ademán para que me sentara pero lo ignoré permaneciendo de pie frente a su gran escritorio.

- Habla por favor que estoy ocupado Isabella. - Su voz era de enojo puro.

- ¿Anoche no estabas tan ocupado Charles? ¿No crees que manosear a tu sobrina es asqueroso? - sus ojos se abrieron sin poder creer lo que oía.

- ¡¿Estás loca niña?! ¿Cómo te atreves a decir algo así?- estaba gritándome como si de verdad yo fuera la loca.

- No lo niegues por que recuerdo todo - esta vez levanté la voz para que supiera que no le tenía miedo, no me pensaba doblegar ante el ni nadie.

- Eres mi sangre niña y no te permito que me grites y mucho menos que me acuses de algo así, recuerda que estás bajo mi custodia hasta que cumplas los veintiún años. - estaba rojo de ira y aunque yo estaba enojada me alegraba haberlo sacado de sus casillas.

- Bueno no venía a pelearme contigo si no para avisarte que regreso a Nueva York - mi voz era firme y decidida.

- Tú no vas a ningún lado Isabella. - se levantó de su asiento quedando frente a mi separados únicamente por el gran escritorio de madera, me miraba  desafiante pero no me amedrentó.

- No te estoy pidiendo permiso, solo me tomé la molestia de avisarte. -me di la vuelta y antes de salir me giré para decirle con una gran sonrisa - Salgo hoy mismo, en unas horas sale mi avión.

No le di tiempo a decir nada, salí de allí sin siquiera volver cuando gritó mi nombre completo. Subí a mi habitación e hice mi equipaje cuando terminé lo bajé y le pedí a una de las empleadas del servicio que me pidiera un taxi. Mientras esperaba decidí comer algo ya que no había probado bocado desde el día anterior y estaba hambrienta. Mientras devoraba la comida entró la rubia que había visto el día anterior, me imaginé que era su amante en turno ya que el nunca se había casado, habló con las empleadas y  a mí solo me dirigió una mirada desdeñosa para después ignorarme totalmente.

- Las hurracas llegan muy seguido a Italia - le dije a la más joven de las empleadas, ella  me miró abriendo los ojos desmesuradamente aguantando la risa  y yo no pude evitar soltarme una sonora carcajada al ver la cara de enojo de la rubia artificial que tenía enfrente. Salió de allí enviándome una mirada acusadora. Cuando nos quedamos solas todas comenzamos a reír sin poder evitarlo hasta que llegó mi taxi y tuve que irme, subí mis maletas con la ayuda de las empleadas y le pedí al taxista que me llevara al aeropuerto.

Todo el viaje estuve nerviosa, me sentía rara por regresar a una ciudad que había abandonado durante ocho años, volver a la casa donde habían asesinado a mis padres. Tendría que vivir allí y averiguar la verdad. El viaje fue largo y cuando el avión había aterrizado en nueva York me sentí aterrada, caminé por el aeropuerto con mi equipaje hasta encontrar la salida para poder tomar un taxi, había muchas personas que esperaban a sus familiares, me sentí triste por que a mi no me esperaba nadie, mis padres estaban muertos y no tenía a nadie más solo al maldito Charles.

Cuando el taxi se detuvo frente a la casa el terror se apoderó de mi, no sabía por que me sentía así después de tanto tiempo que había pasado, era la primera vez desde la muerte de mis padres que volvía a ver esa casa... mi casa. Entré con las llaves que robé a mi tío puesto que el las tenía en su habitación y no me las quería dar.

Me encontré a una persona de limpieza que por lo que dijo ella venía a trabajar todos los días por que Charles así lo había dispuesto, al parecer el pasaba temporadas aquí, maldito pensé. Mientras a mi me tenía encerrada en internados el se la pasaba viajando. ¿Por qué nunca me trajo? Era la casa de mis padres, yo tenía derecho a venir. Me vengaría del asesino de mis progenitores y también del maldito Charles, por que el también me había hecho sufrir todos estos años.

La casa estaba como si nunca hubieran pasado el tiempo, me sentí como si otra vez volviera a tener diez años. Subí mi equipaje y entré a la que había sido mi habitación, todo seguía igual, las paredes pintadas en diferentes tonos rosas, los estantes cubiertos de muñecas. Abrí el closet y revisé que estuviera la puerta secreta que mi padre había mandado a construir, aún estaba allí.

Todos los recuerdos de esa noche volvieron a mi mente, salí de mi habitación y me dirigí a la de mis padres. Al entrar me di cuenta de que habían pintado las paredes, en la mesita de noche había una fotografía de ellos corrí hasta allí, la miré y la abracé,  mis lágrimas comenzaron a inundar mi rostro dejando escapar sollozos cada vez más fuertes. No se cuanto tiempo pasó hasta que me di cuenta que ya era muy tarde, salí y  me dispuse a ocupar otra habitación que no fuera la mía ni la de mis padres,  decidí dormir en una de huéspedes.  Me puse el pijama para acostarme y dormir repitiéndome hasta el cansancio que tenía que ser fuerte y no mostrar mis emociones por que lo que me espera no es nada fácil, todo este tiempo he tratado de ser insensible y nada me quebrará ni evitará que haga justicia… la justicia que la ley no ha podido hacer todos estos años.

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