Cosas de chicos

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Durante el desayuno todos estaban alborotados, se habían levantado un poco más tarde de lo habitual debido al cansancio que había dejado el festejo del cumpleaños de Gabriel. Por lo tanto, nadie notó su ausencia en el apuro por salir a tiempo a las labores del día.

Boris aún no podía creer lo sucedido durante la noche; por un lado, estaba feliz de haber besado a Gabriel y de ese mágico momento entre ellos. Por otra parte, no entendía bien qué había sucedido después, su hermano parecía haber enloquecido de culpa. Pensó en que quizás el alcohol le había hecho mal y no pudo manejar sus impulsos, pero todo era confuso y, hasta el momento, no tenía la menor idea de dónde había pasado la noche ni mucho menos qué sucedería cuando se volvieran a ver.

Al llegar al colegio vio que lo esperaban sus amigos en la entrada, por lo que se apresuró en sacar su bolso del portamaletas; los lunes eran los días de la clase de Educación Física. Caminó lento hacia ellos, el sueño se apoderaba de él y las ojeras que traía lo delataban.

―¡Hola! Parece que estuvo buena la celebración ―dijo Camila.

Todos soltaron una carcajada.

―Sí, algo así. Muero de sueño ―respondió Boris, mientras daba la mano a los chicos del grupo.

―No hagas caso, que te ves bien de todas formas ―halagó Julián, haciéndose el galán con su típica sonrisita.

―Yo creo que debes ir despertando porque tenemos que entrenar mucho el día de hoy ―intervino Felipe, quien parecía estar súper animado―. Yo ya hice cien abdominales en casa ―remató ante la mirada alicaída del resto.

―Entonces debes contagiarme tu energía, Pipe. ―Boris dejó caer el bolso al suelo―. No me gusta la clase de deportes ―añadió sin ánimos.

―Sí, Pipe, ¡danos tu poder! ―gritó Julián, burlón.

―Bueno, solo deben seguirme y ya verán los resultados ―respondió Felipe, tomándole la mano a Camila para entrar.

El timbre ya estaba sonando.

Una vez dentro, corrieron hasta los vestidores del gimnasio para cambiarse el uniforme a su tenida deportiva. Guardaron sus bolsos en los casilleros y se dirigieron hasta la zona central de la cancha, en donde los esperaba su profesor, quien, con el típico silbato, ponía orden cuando los estudiantes se alborotaban.

Poco a poco, logró hacerlos guardar silencio y les indicó que en esa clase deberían salir a trotar por la pista que estaba afuera en el patio, así es que, para disgusto de la mayoría, no les quedó de otra opción que seguir al profesor en su rutina.

Felipe animó a los chicos a que lo siguieran y estos trataron de mantener su ritmo a pesar de lo difícil que les resultaba, era claro que les llevaba mucha ventaja en su estado físico.

Cada cierto rato, Boris pensaba en Gabriel. Podía sentir su aroma y la sensación de tener sus labios junto a los suyos, luego regresaba a la clase y seguía enfocado en correr detrás de Felipe y Julián, que le llevaban la delantera.

―¡Vamos, Boris!... ¡No te duermas! ―le gritó Julián al tiempo que bajaba la velocidad para esperarlo.

―No, ya no me dormiré... No te preocupes ―respondió Boris casi sin aire, estaba del todo sudado.

Así continuaron su rutina por casi una hora, en la que fueron mezclando diferentes ejercicios. Algunos lograban hacerlo bien y otros ya estaban sentados a mitad de camino. Camila, por su parte, era una de las chicas que mejor desempeño tenía en la clase, no tenía ningún problema junto al resto de las mujeres que corrían en grupo.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora