―Siempre serás la persona que más amé en este mundo. ―Gabriel sostenía la mascarilla que adormecería a Boris. Su rostro estaba sudoroso y sus manos temblaban, como jamás le había sucedido en un procedimiento quirúrgico―. Respira y no seas débil ―pensaba en voz alta, reforzando su confianza―. No hay tiempo que perder. ―Acercó la mascarilla cerca de la cara del joven.
Se detuvo. Respiró profundo y absorto en su objetivo parecía que el tiempo se había detenido.
―¡Mierda, no puedo! ―exclamó, tirando la mascarilla a un costado―. No puedo hacerle esto... Tampoco están las condiciones sanitarias. ―Cubrió su cara con ambas manos y comenzó a llorar.
Caminó de un lado a otro, desesperado al ver que no podía tocar a Boris. Tenía el tiempo en contra.
Se acercó a la camilla, tembloroso y con los ojos inundados en lágrimas. Ahí tenía, frente a él, a ese dulce joven que un día lo hizo sentir emociones que ya había decidido dejar en el olvido. Estaba inmóvil por el golpe que le había dado, con su torso al desnudo, esperando que Gabriel se atreviera a arrancar el corazón de su pecho. Llevó una de sus manos hasta él y pudo sentir la calidez de su cuerpo otra vez, sus dedos se deslizaron con sutileza por el abdomen de Boris y fue subiendo hasta su pecho, en donde se detuvo y acercó su rostro hasta él, sintiendo su respiración y el aroma de sus labios, tal como lo recordaba. Se estremeció y no pudo contener sus deseos de besarlo, sin importarle que ahora no era correspondido.
―Te amo ―susurró entre lágrimas y se dejó caer al costado de la camilla. En su mente daban vueltas todos sus tormentos, desde el eco de su precario pasado hasta las promesas de poder y riqueza que siempre deseó poseer. Ni siquiera le importaba que arriba continuara la policía rodeando el lugar. En ese instante, sonó su celular y salió, de modo abrupto, de aquel estado. Se puso de pie y contestó a un número desconocido.
Era la policía, que intentaba solucionar el problema de la manera más pacífica posible. Le solicitaban que liberara a los jóvenes que tenía encerrados y todo podría ser más fácil para él.
―¡Deben asegurarme de que no iré preso! ―gritó Gabriel, descontrolado―. ¡Me dejarán salir con uno de ellos en mi poder! ―ordenó a la persona que estaba en contacto con él―. ¡Cuando yo suba, me tendrán un vehículo listo para que pueda irme, de lo contrario, mataré al que vaya conmigo! ―finalizó y colgó la llamada.
Respiraba agitado y murmuraba las oraciones que repitió durante años en la iglesia. Sentía que sería perdonado por los pecados cometidos si clamaba con fervor. Algo en su mente le hacía percibir de manera distorsionada su relación con la divinidad, hasta parecía sentirse un ser superior. En medio de sus plegarias, sintió que Boris se estaba despertando y comenzaba a jalar las amarras que tenía.
―Suéltame ―murmuró Boris, moviendo sus extremidades con la mínima fuerza que tenía al despertar del golpe.
―Sí, ya te voy a soltar ―respondió Gabriel, en un tono pacífico―. No te va a pasar nada... Te irás conmigo. ―Tenía una sonrisa perversa.
―¡Julián, sácame de aquí! ―exclamó Boris, ya despierto del todo. Del otro lado de la puerta estaba su novio, sentado en el suelo llorando desconsolado al no saber qué estaba sucediendo en el quirófano.
―Shhh. Silencio, pequeñín. ―Gabriel se acercaba con su dedo índice en la boca, para que dejara de gritar―. El Señor quiere que estemos juntos y nos iremos muy lejos. ―Sonaba fuera de sí. Se puso otra vez al costado de la camilla y lo contempló de manera siniestra. Sus ojos provocaban temor en Boris―. Te voy a soltar y nos iremos de aquí, no debes intentar nada para que todo salga a la perfección ―indicaba, mientras soltaba las amarras del muchacho.
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El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico ]
Misterio / SuspensoDisponible en Kindle, Buscalibre y en Chile en Torre de Marfil Ediciones ~ "Siempre hay un lobo con piel de oveja en los rebaños del señor..." Aquella mañana en que Boris lo vio por primera vez, no sólo encontró al hombre mayor que desataría un sin...