El Pastor

3.4K 283 27
                                    

Varias horas más tarde, sentado junto a la ventana de su habitación, el estómago de Boris comenzaba a retorcerse por el hambre. Había visto transcurrir el día desde aquel lugar, pensando en cómo salir de allí y no regresar jamás. Prefería estar lejos, sin nada, que seguir bajo ese techo con personas que no lo amaban. Sus ojos continuaban hinchados de tanto llorar y tenía fija mirada en las nubes que pasaban con lentitud.

En la casa no hubo mucho ruido durante el día. A lo lejos se escuchaba a tía Corina leer la biblia en voz alta, como pretendiendo que su descarriado sobrino escuchara la palabra del señor y se redimiera de sus terribles pecados.

Cuando ya estaba casi por anochecer, la puerta del dormitorio se abrió. Era Abner, que venía a continuar con sus sermones de purificación. Entró y le puso el seguro por dentro para que nadie los molestara. Boris continuaba junto a la ventana, sin verlo a la cara.

―Veo que no has implorado por tus pecados ―señaló el pastor, acercándose―. Así nunca dejarás de ser un marica ―vaticinó, dando un largo suspiro de desahogo.

―Estás loco ―respondió el joven con poco ánimo―. Eso no se puede cambiar y no es un pecado. ―Volteó a verlo con tristeza.

―¡Los sodomitas no heredarán el Reino de los Cielos! ―gritó Abner, lleno de furia como si su hijo lo desafiara―. ¡Está escrito en la Biblia! ―Sus ojos claros destellaban fuego.

―Sí, claro. ¿Y qué hay de los infieles y mentirosos como tú? ―respondió Boris, que sin tener mucha fuerza hizo que esas palabras sonaran como una cuchilla afilada contra su padre. Una dolorosa bofetada lo movió de su sitio, quedando en el suelo.

―¿Cómo te atreves a decirme eso? ―Abner lo tomó de la camiseta y empezó a arrastrarlo por el piso en dirección al baño―. ¡Me debes respeto! ―Lo jalaba sin miramientos, porque Boris ejercía resistencia―. ¡Soy tu padre y esos temas a ti no te interesan! ―exclamó, empujándolo dentro del baño―. Mocoso sin respeto, agradece que te recibí en esta casa. ―La imagen del hombre distaba mucho de aquel pastor que cada domingo daba el sermón frente a su congregación.

―¡Prefiero ser un maricón, como me dices, que un asqueroso farsante como tú! ―gritó Boris, quien estaba en un rincón del baño esperando cualquier reacción de Abner.

―Si no fuera por mí, estarías vagando en las calles después de que tu madre murió. ―El pastor estaba erguido con actitud desafiante―. Agradece que te dimos un techo y una familia. ―Se acomodó en el quicio de la puerta.

―Preferiría eso a tener que pasar por esto. ―Los ojos de Boris se llenaron de lágrimas otra vez―. Mi mamá nunca hubiese permitido algo así. ―Su voz temblaba al recordar a su madre.

―Denisse era una mujer mundana y era amiga de raritos como tú ―ironizó Abner―. Quizás alguno de esos te violó de niño y te volvió gay como ellos. ―Esbozó una sonrisa sarcástica.

―¡Eres asqueroso, Abner! ―gritó Boris, a pleno pulmón―. ¡No deberías ser mi padre! ―Comenzó a llorar.

―Bueno, si no me quieres como padre, tal vez yo tampoco te quiera como hijo. ―El pastor tomó al joven y lo metió por la fuerza en la ducha―. Debes seguir fortaleciendo tu alma. ―Abrió el paso de agua fría, que comenzó a mojar a Boris, humillándolo―. Ahí te quedarás, hasta que yo lo diga. ―Se dio media vuelta dándole la espalda, para ver por el espejo cómo su hijo lloraba y su ropa se empapaba.

Abner permanecía rígido. Absorto en el espejo, recordó a la madre de Boris. Su mente se fue de aquel baño en donde castigaba a su hijo y comenzó a traer instantes de un pasado enterrado en su memoria, de aquellos tiempos en que renegaba de ser el hijo del pastor y quiso salir a conocer el mundo. Sus recuerdos lo llevaron casi diecisiete años atrás, cuando estaba a punto de terminar de estudiar Teología en una prestigiosa universidad cristiana.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora