Desde el alba comenzó el movimiento en la casona de los Ferrada. Tía Corina se había levantado, como de costumbre, antes de las siete para preparar el desayuno y tener todo dispuesto para los hombres de la casa. Boris subió y bajó la escalera varias veces buscando sus cosas, esperando no olvidar nada en el primer día. Se encontraba listo para salir con su padre, cuando su tía lo interceptó en la puerta.
―¡La camisa debe ir dentro del pantalón! ―Y lo tomó por la cintura, metiéndole la camisa ante la sorpresa de su sobrino―. Y mira cómo llevas los pantalones... ―Se los tiró casi hasta la cintura, puesto que Boris los llevaba puesto más abajo, dejando ver un poco la ropa interior―. ¡Eso es tentar al diablo! ―reprendió, severa, moviendo la cabeza en señal de desaprobación.
―¡Pero, tía!... ¡Así se usan! ―respondió Boris mirándose y sintiéndose como un anciano, de seguro si llegaba así al colegio sería la nueva burla de todos.
―No, mi niño... Eso es del demonio, incitar a los demás a ver tus partes privadas... ¡No es cristiano! ―le explicó la recatada mujer, al mismo tiempo que le tomaba las manos y lo miraba a los ojos. Por un instante hubo un silencio, Boris no sabía si agradecerle o soltarle la mano para escapar―. Hora de decir una oración y dar gracias por este día. ―Corina aún no había terminado con su prédica, por lo que no le quedó otra que cerrar los ojos y seguir las palabras de la tía para no disgustarla.
Luego se despidieron y partieron rumbo al colegio. Afortunadamente ese día la lluvia había parado y solo estaba nublado.
Llegaron casi al mismo tiempo en que sonaba el timbre para ingresar. Varios estudiantes corrían en la entrada antes de que se cerraran las puertas. Abner acompañó a su hijo hasta el pasillo donde se encontraba su sala. Luisa se acercó para darles la bienvenida y le pidió a Boris que la esperara en la puerta mientras le informaba unos asuntos al pastor.
Se paró junto a la puerta, se sacó la camisa del lugar donde su tía la había dejado para no parecer nerd, a la vez que las chicas comenzaron a chismosear en los diferentes grupitos, quienes lo miraban y le sonreían haciéndolo sentir incómodo y aumentando sus nervios de primer día. La profesora los hizo entrar y, mientras cada uno se ubicaba en su puesto de siempre, una niña le saludó desde su lugar y él le devolvió el saludo con una leve sonrisa, levantando su dedo pulgar. Luisa lo presentó a todos brevemente, algunos ya sabían quién era y otros lo habían visto el día anterior mirar por la ventanilla.
―Ese es el único puesto libre ―le indicó Luisa, apuntando al final de la sala, justo al lado de, Julián, el morenito que lo había observado la primera vez y, tal como en ese entonces, lo hacía fijamente.
―Está bien, profe ―contestó titubeando y se dirigió a su sitio, mientras era observado como bicho raro.
―¡Hola! ―saludó a su compañero de puesto.
―¡Hola, nuevo! ―le respondió con una hermosa sonrisa blanca que destacaba en su piel morena.
A Boris le pareció más guapo de cerca, pero nada comparado con el bombón que estaba en la casona y en su dormitorio cada noche.
El primer bloque de la clase transcurrió sin inconvenientes, Luisa sabía dictar una amena cátedra de Biología y hacer que las células fueran más entretenidas.
Cuando sonó el timbre del recreo, todos salieron corriendo excepto Boris que, sin saber bien qué hacer, se sentó en una mesa junto a la ventana, listo para escuchar música de su celular y comer una manzana que había tomado en la mañana de la cocina. El otro que no salió de golpe fue Julián, quien esperó a que la sala estuviera vacía y se le acercó lento, con una mirada intimidante. Boris trató de no parecer incómodo.
ESTÁS LEYENDO
El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico ]
Misterio / SuspensoDisponible en Kindle, Buscalibre y en Chile en Torre de Marfil Ediciones ~ "Siempre hay un lobo con piel de oveja en los rebaños del señor..." Aquella mañana en que Boris lo vio por primera vez, no sólo encontró al hombre mayor que desataría un sin...