Tus labios se peleaban con mis besos

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"¡Ah!" Alejo pega un grito. "No, Manchas, ¡no!" Alejo ríe y grita simultáneamente. Manchas lo ama y nunca lo deja en paz, mi gato siempre quiere jugar con él. Ahora está atacando su pie y combatiendo su calcetín con sus zarpas pequeñas, mientras Alejandro solo quiere alcanzar sus zapatos para irse. Isaza, ya listo para marcharse, lo coge del suelo y empieza a acurrucarse a Manchas, salvando los pies de Alejo. Isaza tiene una habilidad con mascotas, ya que tiene su propia perrita Malta.

"No compres la leche de soya, Isa," le aconseja Villa, riendo.

"No, esta vez definitivamente no," responde, acordándose de la última vez que su madre le había rogado ir al supermercado, la razón por la que tiene que irse tan temprano con Alejo hoy, quien tiene una reunión familiar.

"¡Hasta mañana, perros!" los despido y cierro la puerta.

"¿Compongamos un poco?" me pregunta Villa. Sus ojos oscuros me miran, esperando una respuesta.

"Sí, claro." Andamos hacia el salón, dónde están nuestros instrumentos, y nos sentamos. Villa coge su banjo y empieza a puntear las cuerdas. Sonidos que siempre relacionaré con él escapan del instrumento y oigo como Villa tararea una melodía hermosa.

"¿Qué es esta melodía?" le pregunto y saco mi móvil para grabarla.

"No sé," me responde sinceramente. "Estaba atrapada en mi cabeza hace unos días."

"Es hermosa," digo y gano una sonrisa de Villa. "¿Puedo grabarla?"

"Si quieres..." murmura y sigue tocando su banjo. Abro la aplicación en mi móvil y observo a mi amigo. Este mechón cubre su frente otra vez.

De repente cierro la aplicación y abro la cámara. Tengo que capturar este momento, que muestra a Villa, tal y como lo conozco. En el segundo en el que quiero tomar la foto me mira.

"¿Qué haces?" ríe y yo saco la foto. "¿Simón?"

 "¿Simón?"

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"Nada. Hice nada," miento, echando una risita. La foto salió hermosa. Alzo la vista y le veo quitándose su cardigán. Nota mi mirada.

"¡Monchi!" grita. "¿Has tomado una foto?" Villa coloca su chaqueta en el sofá y me mira.

"No, para nada." Cierro mi móvil.

"¡Simón!" Villa me empuja e intenta quitarme mi celular, pero logro esconderlo en un bolsillo de mis pantalones.

"¿Qué, Villa? ¡No hice nada!" contesto y me defiendo contra Villa con mis brazos. Reímos juntos y seguimos luchando por el móvil que guardo en mi bolsillo. Villa no piensa en renunciar y empuja mis brazos para llegar al móvil. En el calor del momento nos caemos al suelo, todavía riendo, pero después de unos segundos paramos.

Villa está arrodillado en el suelo, con sus rodillas a los lados de mi cintura, y logró fijar mis manos en el piso con las suyas. Si él quisiera, podría coger el móvil, pero no lo hace. Me mira con sus ojos de un verde oscuro y puedo oír su respiración. Un silencio tranquilo nos envuelve, nadie de nosotros se atreve a decir sólo una palabra. Me ahogo en el mar de la oscuridad de sus ojos, no queriendo sobrevivir. Quiero sumergirme en el agua borrosa y no surgir nunca más. Todavía escucho su aliento y noto como su agarre en mis brazos se atenua. Lentamente me acerco, hipnotizado por su proximidad y sus ojos magníficos. Sin parpadear, me acerco a su cara, él manteniendo una mirada fija en mis ojos.

Ahora, sólo un papel fino metería entre nosotros. Siento su aliento rápido en mi piel y él probablemente también siente el mío. El calor de su cuerpo sobre el mío mitiga todos mis pensamientos y sentidos, aparte del deseo. El fuerte, persistente, irrompible deseo de besarlo. Así que, sin pensar, e incapaz de mantenerlo, aprieto mis labios en los suyos. Beso a Villa.

Es imposible describir mis sentimientos en este momento. Esta felicidad, este deseo y amor, pero también este miedo de su reacción. Nunca olvidaré el tacto de sus labios perfectos en los míos. Jamás.

"¡Páralo, Simón!" De repente Villa detiene el beso y se pone de pie. Sin mirarme corre afuera del salón.

"¡Espera! ¡Villa! ¡Espera!" grito desesperado. Lo sigo hacia la puerta principal, donde se pone sus zapatillas. Coloco mi mano en su espalda y empiezo a disculparme, "Villa, lo siento, no quise besarte, es que..."

Súbitamente aparta mi mano de su espalda. "¡No me toques!" Y con esta orden me abandona.

Me quedo solo y triste en el pasillo. Aunque la sensación de sus labios fue lo mejor que sentí en toda mi vida, a él no le gustó. No quiere que yo le bese.

Sus labios se peleaban con mis besos.

LadrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora