CAPITULO X

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Ante la situación Terri les ordenó a las criaturas que se le alejaran de ellos, pero estas solo se acercaban gimiendo, exhalando y soltando otros tantos raros sonidos de su boca.

Caselael no pudo más con la situación y empezó a atacar a los esqueletos andantes destrozándolos fácilmente con un tajo, pero estos se iban rearmando con las piezas útiles que iban encontrado. Caselael entonces les aventó su antorcha y empezaron a arder, pero el fuego se iba extinguiendo poco a poco en sus húmedos cuerpos.

Porti y Terri siguieron el método de Caselael para abrirse paso y volver siendo está la indicación de Terri, pero se volvía cada vez más difícil abrirse un camino de regreso mientras, poco a poco, aquellos seres lograban acercarse más y más. No pasó mucho tiempo cuando los esqueletos empezaban a atacar a muerte a los espadachines mientras los seres momificados intentaban aferrarse a los guerreros para limitar sus movimientos.

Porti no pudo evitar vomitar por el aroma que emitían las criaturas y en su descuido varias momias empezaron a írsele encima sometiéndolo en el suelo. Caselael se dio cuenta y fue rápido a ayudar a su amigo cortándole las piernas y cabeza a los seres tanto como le fue posible. Con ello, accidentalmente, se creó una abertura para escapar y, al avisarle a Terri, vio que el espadachín estaba siendo rodeado no dejándole más opción que decirle a su amigo que se fuera sólo para avisarle a los otros y él se quedaría a rescatar a Terri.

Porti entendió la situación y no quiso perder más tiempo discutiendo saliendo de ahí velozmente. Caselael se puso serio y empezó a atacar con todo a las criaturas. Cortaba las cabezas de las momias, destrozaba las columnas y cráneos de los esqueletos junto a sus fémures y se esmeraba para poder acercarse hacia donde Terri peleaba casi abatido por el enemigo.

Caselael estaba desesperado por la situación, pero logró llegar a tiempo y peleó espalda a espalda junto a Terri intentando ambos abrirse pasó y escapar de aquello que no parecía tener fin.

Terri encontró por fin una abertura entre la horda y le dijo a Caselael que era el momento de huir. Ambos espadachines corrieron, pero Caselael fue derribado por el enemigo. Para cuando Terri se dio cuenta ya estaba fuera de peligro y asustado, tanto que cuando vio que Caselael no logró escapar lo abandonó ahí.

Caselael no pudo evitar sentirse molesto e impotente ante la situación empezando a llenarse de indescriptibles ira y miedo. Poco a poco era golpeado y sometido cada vez más en el suelo. El espadachín sentía que se desvanecía mientras una voz dentro de él le susurraba: -Solo déjalo salir... solo déjalo salir. –Caselael era perfectamente consciente de lo que pasaría así que dejó a su alter ego tomar su lugar hasta que el joven perdió completamente la consciencia.

Aquel Caselael de los brillantes ojos rojos se hizo presente en aquella oscuridad y, con mucha facilidad, logró quitarse de encima a las criaturas que le sometían desmembrándolos con sus propias manos. El embrutecido guerrero se puso de pie y al no ver su espada gritó llenó de ira empezando a destrozar con sus manos los cráneos de las criaturas a base de puñetazos e impactándolos contra las paredes y el suelo, bañándose en asquerosos y malolientes fluidos mientras se le dibujaba una gran sonrisa de oreja a oreja.

El espadachín por fin encontró su espada y cuan bailarín la blandió con gracia y elegancia impecablemente para cortar en partes pequeñas aquella horda que no dejaba de crecer.

Terri volvió hacia donde estaba Caselael decidido a ayudarle, pero lo que presencio lo aterró más que aquellas criaturas. Caselael estaba cazando a los esqueletos que empezaban a huir de él completamente bañado en fluidos y entrañas riendo a carcajadas diabólicas. Terri quiso acercarse a Caselael, pero resbaló con las menudencias que había en el suelo e hizo mucho ruido con ello.

CASELAELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora