Caselael se desvanecía mientras miraba un cielo que empezaba a tornarse naranja sobre él. Una sed de sangre empezaba a clamar por ser saciada y el joven realmente quería que así fuese permitiendo de nuevo a su alter ego presentarse a la batalla.
Los ojos de Caselael nuevamente brillaban con un intenso rojo. Ezdiel, al ver al joven eufórico, le arrojó su espada y les dio la orden a los demás de alejarse del guerrero. El joven espadachín atrapó la espada y, más veloz que nunca, se lanzó contra los zorros destruyéndolos en segundos y atrayendo toda su atención hacía él.
El resto de los sobrevivientes aprovechaban y atacaban a los zorros que se rezagaban. La madre de Caselael se reunió con aquel grupo acompañada por Ani. La mujer, al ver a su esposo muerto, se acercó a él y lo abrazo, besó su frente y se puso a llorar mientras acariciaba su cabello.
Ezdiel posó su mano sobre la desconsolada mujer y le dijo: -Sé que es duro, pero aun debemos ayudar a tu hijo que está en aquel trance del que ya te había platicado antes. –La mujer asintió y besó los labios de su esposo por última vez, lo recostó en el suelo y cerró sus ojos despidiéndose de él. Miró hacia donde su hijo libraba una feroz batalla. Los zorros volaban por los cielos, algunos enteros otros desmembrados. Sucumbían ante la desencadenada fuerza sobrehumana de Caselael quien sonreía y gritaba mientras sus ojos derramaban constantemente sus lágrimas.
Los zorros atraían lentamente a Caselael hacia la cueva. Sus compañeros de batalla intentaban, desesperadamente, llegar a él antes de que eso pasará, pero los zorros dejaron de pelear corriendo a toda velocidad hacia la cueva seguidos por Caselael quien destruía tanto zorro alcanzaba dejando a su paso un sendero formado por huesos y cadáveres.
Caselael terminó adentrándose en la cueva desapareciendo junto a sus enemigos. Su madre no resistió la impotencia y corrió hasta donde su hijo entre lágrimas, per Ezdiel la sujetó e intentó hacerle entender que era muy peligroso ir en ese instante.
El viejo solicitó la presencia de Ani para que lo curase a él y a Kat, juntos irían a recuperar a Caselael. Ani interrumpió a Ezdiel diciéndole que Kat no podría continuar una vez que fuese curada debido que ya había sido curada una vez recientemente y el volverlo a hacer consumiría la energía de la espadachina hasta dejarla inconsciente. Ezdiel entendió la situación y quiso solicitar el apoyo de Meso, pero este había sido herido en batalla y el tratamiento de Ani lo dejó exhausto. Ezdiel no tuvo más alternativa que pedirle ayuda a Yahara y le ordenó a Porti que le prestase su armadura a la espadachina. Esto debido a que el viejo no quería entrara la cueva con su hijo ya que, de algún modo, también estaba dolido e inseguro tras la muerte de Ferdinand.
Ezdiel y Yahara fueron curados por Ani y, bajo un cielo azul que rápido se vestía de nubes grises, entraron a la cueva. Dentro el camino seguía lleno de osamentas y cadáveres desembrados que se convertían en un perfecto rastro para encontrar a Caselael. Ambos guerreros se adentraron muy profundamente en la cueva, más allá de donde había llegado el grupo de expedición anteriormente.
Ezdiel y Yahara se detuvieron al notar que el rastro de cadáveres era cada vez menos abundante. El viejo le dio instrucciones a Yahara para que estuviese lista para la batalla en cualquier momento y ambos siguieron su camino otro tanto aun después de que el rastro de cadáveres terminó y se detuvieron de nuevo al encontrarse en un punto donde el camino se dividía en varias intersecciones.
El viejo suspiró tratando de relajarse y solicitándole a Yahara no hacer ningún ruido. Entonces Ezdiel se acercó a cada desviación de la cueva tratando de escuchar algún sonido en cada una de estas. Al no obtener resultados positivos le pidió a Yahara marcar el punto de unión y enumerar cada una de las entradas. No tenían más alternativa que ir de una en una hasta encontrar a Caselael.
El día avanzaba y Ezdiel no conseguía ningún indicio de la ubicación de Caselael o de los restos de alguna batalla reciente que él háyase librado. De igual forma, mientras más se adentraba en la cueva se encontraba con manantiales, precipicios y más caminos. El viejo entendió entonces que no podía seguir buscando decidiendo rendirse por ese día. Ezdiel le indicó a Yahara que era el momento de volver. Necesitarían un equipo más grande y provisiones si es que querían encontrar a Caselael.
Yahara y Ezdiel salieron de la cueva ya era de madrugada. El cielo lloraba a los caídos en aquella batalla bañando con frías gotas de compasión a aquellos que tuvieron la misión de recuperar a los cuerpos o lo que quedaba de quienes murieron durante la batalla y también de aquellos que tuvieron por misión quemar los restos del enemigo.
La madre de Caselael, tan pronto vio a Ezdiel salir de la cueva sin Caselael, dejó caer sus lágrimas tratando de ser fuerte. Ezdiel puso su mano sobre el hombro de aquella dolida mujer tratando de darle palabras de consuelo y diciéndole que la búsqueda de su hijo continuaría tan pronto preparasen un mejor equipo para ello.
Ezdiel se dirigió con Ral y Altra para reportarles todo lo que vio dentro de la cueva y de no conocer de que parte de está provinieron aquellas criaturas. Ral y Altra, al escuchar las palabras de Ezdiel, empezaron a planear un método para sellar definitivamente aquel lugar y hacer un barrido alrededor de la montaña en búsqueda de alguna otra cueva o abertura.
Ezdiel discutió por un tiempo con aquellos guerreros. Por otra parte, todos aquellos que estaban disponibles preparaban una barricada más efectiva fuera de la cueva por si algo más quisiese salir de ahí. Asimismo, se envió a Tervaridis una carta solicitando un mago elemental de la tierra.
Sin más alternativas, Ezdiel decidió descansar un poco al igual que el resto del equipo que ya tenían desde el día anterior que no dormían. Ana, la madre de Caselael, entendía perfectamente la situación, pero la angustia no le permitió poder dormir.
Pasado el mediodía la hermana de Ana llegó hasta donde ella para hablarle acerca de su hijo Maru a quien recientemente, con toda la conmoción de la pasada batalla, le descubrió fuertes poderes telequineticos y quería pedirle consejo a Ferdinand. Ana, seria y con la voz quebrada, le platicó de la muerte de su esposo y de que él único que podría asesorarla en ese momento sería Ezdiel quien estaba descansando después de tan fatídica noche.
El atardecer se postraba en el cielo cuando Ezdiel terminó de platicar con la madre de Maru después de que se la presentase Ana. No pudiendo, de momento, darle mucha asesoría y comentándole que no se lo dijese a nadie más. Después de ello, Ezdiel empezó a organizar el equipo de rescate pese a que este había sido negado por el jefe de los arqueros. Todos estaban listos: Ezdiel, Ani, Yahara, Meso, Porti, Kat y Ana. Cada uno cargando comida, sogas agua, palos y aceite para las antorchas entre otros enseres. Empezaban a abrirse paso por la barricada cuando un par de ojos rojos se alcanzaban a visualizar desde las profundidades de la cueva, se alcanzaba a oír un par de pisadas duras junto a algo siendo arrastrado con cada firme paso. Ezdiel alertó a los arqueros que estaba de guardia que no atacaran, pero que estuviesen listos para hacerlo si era necesario.
Bajo la luz de la Luna salió un Caselael ensimismado y con una terrible cara de agotamiento, bañado en una ya seca serie de fluidos desconocidos. Arrastraba consigo su espada en una mano y una cadena que sujetaba un gran cofre en su otra mano. Salió de la cueva ignorando a todo mundo que estaba atónito por ver al joven salir con vida de aquel lugar.
El joven Caselael siguió su andar hasta que Yahara lo detuvo sujetándole un brazo. Caselael volteó a mirarla por unos segundos y después quiso continuar su andar, pero al dar el siguiente paso cayó inconsciente. Ezdiel corrió rápido a alejar a Yahara del joven, preocupado de que se levantase de nuevo con actitud violenta.
Cuando el viejo vio que Caselael no despertaba se acercó a tomarle el pulso y al confirmar que el joven seguía vivo le pidió a Ani su ayuda para curarlo. Ani se acercó a Caselael para transmitirle su luz curativa y se impresionó al sentir que Caselael no tenía heridas parecía haberse desmayado solamente por el agotamiento.
Lacalma terminó cuando se escuchó un fuerte crujir en la cueva. Ezdiel volteó aver qué ocurría y sólo alcanzó a ver a un pequeño niño frente a la cueva queempezaba a desplomarse.
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CASELAEL
FantasyTe contaré una historia que pertenece a otros tiempos. Tiempos venideros que están llenos de oscuridad y actos heroicos esforzados por rescatar la poca humanidad que queda en este devastador mundo. No pretendo que cuando leas esta historia cambies e...