Capítulo 14: "Ladrones no ladrones"

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Como cada día por la tarde, estoy con Jared en la biblioteca tratando de entender mi punto flaco: Filosofía.

— ¿Por qué demonios los filósofos tienen la manía de hablar sobre algo que a nadie se le había ocurrido?

— Fácil respuesta.— interviene mi amigo, situando un boli azul tras su oreja.— Drogas.

— No me fastidies, Jared. Cuando mañana me pregunten por qué Platón dividía el mundo en dos, respondo simplemente drogas. Me ponen que desarrolle mi teoría en un folio, ¿y qué hago?

— De nuevo, fácil respuesta.— saca un folio de su carpeta y lo sitúa horizontalmente. Después, coge el bolígrafo de detrás de su oreja y traza en mayúsculas drogas y además tiene el bonito detalle de dibujar un cigarrillo que no es muy parecido al tabaco y unas hierbas. Me lo tiende y espera mi reacción escondiendo una sonrisa tras su mano.

— Vete a tomar por culo.— me enfurruño y cogiendo el libro con más fuerza de la estrictamente necesaria, me agacho sobre él, por lo que mi campo de visión se reduce a la explicación de la teoría de las ideas de Platón.— Maldito Platón, maldito Sócrates, malditos sofistas y malditas las ideas que tienen.

— No querrías haber dicho eso. Tu profesor viene de camino y no parece muy contento.— no me lo hubiera creído si no hubiera oído unos pasos cada vez más cerca.

— La madre que me parió, la madre que me parió, la madre que…

— ¿Puedo sentarme con vosotros? Wendy me ha dicho que...— cuando asimilo de quién es la voz, levantó la vista y fulmino a Jared, que está riendo discretamente.

— ¡Eres un cabrón! — exclamo hacia Jared, haciendo que la bibliotecaria me fulmine con la mirada. Asiento y bajo la vista, enfocándome en los libros.

Una silla es arrastrada a mi lado y un cuerpo lo ocupa. El susodicho levanta mi cara por la barbilla y me regala un pequeño beso que hace que mi furia y vergüenza disminuya algo, porque ya no mira nadie, y que un fuego interno descienda desde mi corazón.

— ¿Te ayudo?— me pregunta, con una sonrisa. Asiento con un puchero y él lo besa, haciendo que su felicidad se me contagie.

— ¿Va a ser tu ayuda mejor que esta?— pregunto, enseñándole el folio con la solución de Jared.

— Eso espero.

***

Despido a Noah con la mano y procedo a entrar en mi portal. Subo por las escaleras al ver que el ascensor está ocupado con la vecina del segundo, que está subiendo la compra. Subo al trote, así que cuando llego a casa, tengo la respiración algo agitada. Saco las llaves del bolsillo de la mochila y la introduzco en la cerradura. Ésta cede al instante, por lo que descubro que hay alguien en el apartamento.

— ¿Hola?— saludo al entrar. Mentalmente me doy una palmada en la frente, porque es obvio que si hay un ladrón, no me va a decir que está en la cocina haciendo sándwiches y que si quiero uno.

Al no recibir respuesta, deduzco que simplemente no han cerrado bien la puerta, pese a los riesgos que conlleva. Cuelgo mi abrigo y mi bufanda en la percha de detrás de la puerta y voy hacia la habitación, que extrañamente se encuentra cerrada. Yo nunca dejo la puerta cerrada y Wendy también procura no hacerlo. Voy a abrir la puerta, pero sería muy imprudente si no llevo algo para defenderme, en caso de que tenga que hacerlo. Miro a mi alrededor y veo un jarrón horroroso que les regaló Mamá a Liam y a Sky cuando compraron el piso. Me encojo de hombros tomándolo, si se rompe no es muy grande la pérdida; quizás hasta se me agradezca.

Ahora sí, me dispongo a abrir la puerta. Lo hago despacio, y haciendo oído, soy capaz de escuchar respiraciones. Espero aproximadamente medio minuto, y descubro que además esa respiración está agitada. Poco después, me sorprendo escuchando dos respiraciones en vez de una, y en vez de asustarme, abro de golpe la puerta.

La Vida de Cheryl (#2 Serie Harrison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora