Capítulo 9:II

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Observé cómo cerraban la cripta en la que descansaban los restos de mi amiga.

El dolor era muy grande, era triste ver la Iglesia vacía y saber que ella no tenía amigos ni nada.

Pocos asistimos al funeral, André y Mauro incluidos.

André por ser su jefe y Mauro acompañándome, al igual que Grenda y su esposo y mi padre con Apolo.

Saliendo de la Iglesia, me abordó un hombre.

-Buenos días Srta. Farías, mi nombre es Jim Morrison, el abogado de la srta. Pelaes, que en paz descanse. - Me tendió la mano y yo la acepté, después de un momento. Mauro estaba a mi lado.

-Buenos días, Sr. Morrison ¿En qué puedo ayudarle?- pregunté con ganas de ir a ver al hospital y saber del bebé.

El pequeño Franco estaba bien de salud, a pesar de ser prematuro y estar en incubadoras, su salud era buena. Eso me alegraba ya que era el deseo de Geraldine.

-Necesito reunirme con usted para leer el testamento de la Sra. Pelaes. No quiero quitarle mucho tiempo, pero es algo muy importante y la afecta a usted- eso me dejó contrariada.

¿Afectarme a mí?

¿Cómo iba a afectarme?

-No lo entiendo... ¿Cómo me afecta eso?- pregunté.

-Creo que no es el lugar adecuado. ¿Cuándo pueden reunirse?- intercedió Mauro.

-¿Puede ser hoy? los trámites deben empezar a agilizarse, con estos temas no se deben correr riesgos, teniendo en cuenta que hablamos del bebé- sentí que el aire abandonaba mi cuerpo.

¡Oh por Dios!

Ella no lo hizo...

🌈🌈🌈🌈🌈

Ella lo había hecho.

-Damos inicio a la lectura de la última voluntad de la joven Geraldine Ibeth Pelaes Zambrano- empezó a hablar de tecnicismos el abogado, hasta que llegó al punto de los bienes -. Le dejo la casa que perteneció a mis padres a mi hijo Franco y la suma de veinticinco mil dólares en un plazo fijo, que corresponden a mis ahorros, mis cuotas del seguro social y la venta de mi automóvil. Dinero que sólo podrá ser cobrado cuando el cumpla los veintiún años o en caso de emergencia, que atente contra su estabilidad tanto en temas de salud...- siguió explicando.

Lo que me dejó descolocada fue lo que el abogado leyó a continuación-. ... designo como tutora  legal y albacea de mi hijo Franco Pelaes a mi amiga Amelia Farías...

🌈🌈🌈🌈

Estaba shockeada. Mauro que me esperó fuera, se puso de pie preocupado cuando salí de la oficina del abogado.

No lo podía creer.

¿Cómo no lo vi venir?

-¿Qué pasa, Amelia?- me abrazó y me fundí en él.

Siempre que él me abrazaba me sentía mejor.

Él hacía eso en mí.

-Soy la tutora legal de Franco- dije como autómata. Mauro me observó en silencio por unos segundos  y luego, asintió.

-Estoy contigo- me miró a los ojos y sonrió-. Te amo. Lo haremos juntos, pequeña- asentí y él llevó sus labios a los míos. Me dejé llevar por su beso y me sentí flotar. Flotar en las nubes. Ese hombre me volvía loca con sus besos y me hacía olvidar.

Algo se fue encendiendo dentro de mi, a medida que el beso subía de nivel y me aferré a su camisa. Necesitaba sentirlo.

Cuando estaba por llevar el beso a otra categoría, él se detuvo.

-No... - Me quejé al sentir que se alejaba.

-Amelia... No estamos solos- recordó y me abracé a él para esconder mi rostro encendido por la vergüenza-. Pero me encanta cuando te pones así- dijo con voz ronca y me apretó contra él.

Por curiosidad miré a los lados y me percaté de que la asistente del abogado trataba de esconder una sonrisa mientras leía unos documentos.

¡Qué vergüenza!

-Vámonos- pedí. Él rió y me sacó del bufete de abogados.

-Vamos por nuestro bebé- me guiñó uno de sus ojos y me derrití por lo que implicaba su declaración.

«Nuestro»

🌈🌈🌈🌈

Miré a mi pequeña descansar y sonreí. Por fin todo por lo que yo había luchado se había dado frutos.

Ella estaba dormida en mi cama, ocupando todo el espacio y moliéndome con sus incansables cambios de posición.

¡Por Dios!

Había una inmensidad de espacio en la cama y ella se quería meter en mis costillas.

Pero bueno...

-Mami... desauno- lloriqueó apenas se levantó. Ella comía demasiado. Era un barril sin fondo.

Me puse de pie y me estiré, flexionando los músculos a su paso. Me giré y la tomé en mis brazos, cuando me tendió los suyos con la clara invitación a un abrazo.

-¿Cómo amanece la pequeña de mamá?- pregunté acariciando sus rulos rebeldes.

-Ben... - Me dio un beso en la mejilla y luego se aferró a mi en un abrazo apretado. A mi pequeña le gustaban los abrazos y los mimos. Igual que a su padre.

-Vamos a comer hot cakes- ella levantó sus pequeños brazos al aire y gritó:

-¡Si!- se apuró a bajarse de mis brazos y salió corriendo por el pasillo gritando y despertando a mi padre en el proceso-. ¡Buelito... hokes desauno!- mi padre salió de su habitación restregándose los ojos, después de que mi hija golpeara a su puerta muy fuerte, llamándolo.

-Si, princesa... Pero se dice hot cakes, cariño. Repite... - empezó a explicarle mientras la tomaba entre sus brazos y bajaban las escaleras. Los seguí.

Me encantaba esa tranquilidad y esa paz familiar.

Suspiré.

Ya había pasado una semana desde el entierro de Geraldine y el bebé estaba mucho mejor. En pocos días saldría de la incubadora.

Mauro estaba muy al pendiente de él. Lo veía emocionado y feliz.

Motivado.

Pero todavía tenía una duda.

¿Quién era el padre de Franco?

🌈🌈🌈🌈🌈

Lo prometido es deuda y aquí vengo a pagar.

Aquí está su capítulo y bueno, espero que me dejen sus comentarios. A partir de el próximo capítulo, van a ser privados por cuestiones de seguridad. Para poder leerlos van a tener que seguirme. Después de terminar la historia pueden dejar de seguirme, pero eso evitará que lean las demás historias que publicaré.

Besos a todos.

Serie Inocente #3: Inocencia Oculta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora