Capítulo 13:II

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Decidí visitar a Grenda ya que tenía semanas sin hablar con ella. Dos para ser específicos.

Me sentía mal porque no deberíamos estar molestas, ella era mi mejor amiga y sabía que lo que me había dicho era porque estaba preocupada por mí.

Aproveché de venir el día de hoy que no me tocaba estar con los niños y también porque en breve sería Navidad. No quería pasar éstas fiestas distanciada de ella.

Toqué el timbre de la entrada y me abrió el ama de llaves. Sonrió al verme y mucho más al divisar las galletas que llevaba en mi porta comida.

Me guió hasta la sala y cuando Grenda me vio, sonrió.

—Perdóname por venir sin avisar... quería... - Ella me abrazó y sin querer de mis ojos se deslizaron unas cuantas lágrimas. Me sentía un poco triste por todo esto, pero saber que ella no estaba tan enfadada conmigo me hacía sentir mejor.

—No... Perdóname tú a mi. No debí ser tan dura contigo... yo sólo no pensé antes de... - negué con la cabeza cuando nos separamos y ella me guió hasta uno de los sofá.

—No te preocupes, no es tu culpa. He pensado en eso por mucho tiempo y creo que tienes razón. Lo que me reprime es el miedo. Me aterra mucho que todo se repita ¿Sabes?  - bajé la mirada compungida.

—No se va a repetir porque Mauro no lo va a permitir. Él te adora, Amelia. Ese hombre no va a dejarte sola en ninguna cita, y mucho menos en el parto- sonreí. Me lo imaginaba.

—Sí... Eso no lo dudo- me incliné un poco en el sofá y suspiré de alivio al recostar mi espalda sobre el respaldar. Estas tetas me iban a causar un problema.

Mis sujetadores ya no me quedaban.

Llegó de manos de una chica de servicio, una bandeja con las galletas y un poco de té. Me mordí los labios. Últimamente no dejaba de comer esas galletas. Las hacía a diario y en cantidad.

Me había comido casi una docena y media antes de venir.

—¡Esto es el cielo!- gimió Grenda al probar las galletas. Sonreí y tomé unas cuantas.

—No sé qué me pasa pero no dejó de comerlas. Mauro me las esconde - me reí.

—Bueno... éstas se han vuelto mis favoritas. Se las pondré a todo - aseguró.

Comimos té y galletas por buen rato, le había traído como cincuenta galletas y entre las dos nos comimos unas treinta.

Ella me observó fijamente y guié mi mirada a lo que ella veía. Mis pechos.

—Amelia... o te hiciste las tetas hace unos días, cambiaste las pastillas o no sé, pero esas están enormes - me ruboricé un poco. Ella tenía razón.

No sabía ya qué hacer. Últimamente estaban muy grandes. De seguro era por la producción de leche. Y eso que me ordeñé antes de venir.

Cuando André se enteró de que yo amamantaba a Franco, se puso todo exigente. Quería que yo fuera a su casa todos los días y que cuando no pudiera ir, mandará biberones. Se puso igual o peor que cuando se trataba de Andrea.

Claro, Franco era el hijo varón y según Rubí, una copia exacta de su nieto cuando bebé.

Me ruboricé al recordar a Mauro. Él era el más feliz con toda la situación de mis pechos enormes. Él y Franco.

—¿Y Antuan?- Grenda sonrió.

—Se fue al club junto con la bebé. Al parecer, André también iba con los niños hoy - asentí. Algo así me había comentado.

Serie Inocente #3: Inocencia Oculta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora