Capítulo 10: II

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A cada paso que daba dentro de ese baño, sentía que los nervios me consumían.

En medio de tanta felicidad, había olvidado algo muy importante.

La noche de bodas.

No temía tanto a la noche en sí misma, sino todo lo que eso conllevaba. También el hecho de que no le había contado a Mauro ese suceso nefasto de mi vida que me había marcado para siempre.

Quizá me odiaría y ya no querrá saber de mi.

Le mentí y es algo muy grave.

Miré el conjunto de lencería que me había dejado Valdirene cuando me acompañó más temprano a la habitación de, mi ahora, esposo. Era de encaje verde y bronce. Me recordaron al color de los ojos de Mauro. Consistía en un sujetador y bragas de encaje y una bata de seda semi transparente en color bronce que cubría mis brazos, llegaba hasta mis tobillos y se ataba en mi cintura.

Mi cara ya no tenía nada de maquillaje, tal y como le gusta a Mauro.

Negué.

Las lágrimas se agolparon en mis ojos y me obligué a pararlas.

—Amelia... mi amor, sal - me paralicé al escuchar la voz de Mauro. Caminé hasta la puerta y tomé el pomo, pero no lo giré. 

Me imaginaba que ya todos los invitados se habían ido y los niños estaban con mi padre, como habíamos acordado.

Al ser incapaz de abrir la puerta, retrocedía y me apoyé en el lavamos.

Me miré otra vez en el espejo y me sentí muy mal. Estaba perdiendo el control. Si tan sólo yo le hubiera hablado con la verdad a Mauro, esto no estaría pasando. Estaba luchando por apartar de mi mente esos horribles recuerdos de los peores tres días de mi vida.

Sentía esa verdad como un abismo entre Mauro y yo. Estaba tan aterrada con la idea de perderlo. ¿Le daría asco?

Yo sabía que Mauro no era así, pero no podía evitar sentir pavor al imaginarme lo peor.

—Amelia... mía, voy a acostarme, estoy muy cansado. Ven... No quiero dormir sólo-  mi estrés cesó cuando escuché sus palabras.

Respiré profundamente y me armé de valor. No podía seguir con ésta zozobra. Tenía que contarle la verdad y lo que sucediera de ahora en adelante tendría que afrontarlo como lo había afrontado todo.

Saqué las lágrimas que resbalaban por mis mejillas y refresqué mi cara.

Volví a respirar profundamente y me acerqué a la puerta, tomé el pomo y la abrí.

Allí estaba él, apoyado en el marco de la puerta, mirándome fijamente. Arrugó el entrecejo cuando vio mis ojos rojos.

Acercó su mano derecha a mi mejilla y la detuvo a centímetros de mi rostro. Estaba pidiendo permiso. Sin poder evitarlo me acerqué a él y lo abracé.

— Perdón... Yo... lo siento tanto...

—Shh... Ven, vamos a dormir- negué con la cabeza. Teníamos que hablar.

—Tengo que contarte algo muy importante...- me dejé guiar hasta la cama y permití me senté. Hice que lo hiciera a mi lado.

—Nena... No es necesario yo...- fruncí el ceño. Acaso... acaso el sabía algo.

—¿Quién te lo dijo?- pregunté. Mirando fijamente sus ojos.

—Te amo... amo a la mujer fuerte que eres, amo todo de ti. Esto no hace que te ame menos, sólo reafirma que me enamoré de una mujer fuerte que a pesar de todo lo que pasó, salió adelante y ha luchado por su hija. - las lágrimas bajaron por mis mejillas y él las secó-. Eres mi vida y eres más que lo que te sucedió- lo abracé y él me sostuvo entre sus brazos y regazo.

Serie Inocente #3: Inocencia Oculta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora