Red Light.

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-No me toques, ya entendí. -Gritaba e intentaba zafarse de las manos de esos hombres altos, de tez morena y sin una pizca de humanidad.
-Querida Ath, ha pasado mucho tiempo, ¿no te acostumbras? Mira, aunque el jefe diga que tu comandas a las chicas no significa que nosotros no te comandemos a ti, irónico ¿no?
-Como sea, necesito ir a mi camarote, necesito maquillar estos moretones que me hicieron. -Seguida de los hombres, Limpiando sus rodillas que estaban llenas de tierra.
La 4 capa de maquillaje, aún seguía esa marca ahí, pues la verdad ya estaba acostumbrada, cada vez que intentaba ayudar más de lo debido a las niñas la golpeaban, cada vez que veía a su hermana por más de 10 minutos la golpeaban, cada vez que buscaba la forma de hablar más de lo permitido la golpeaban.
La elegancia y sensualidad que representaba esa mujer no era igualada con ninguna otra, caminaba como si el mundo fuera su suyo, las luces rojas lograban el contraste perfecto con su vestido negro y su labial rojo, su pelo negro y piel blanca. Caminaba con clase hasta la barra esperando las noticias que le traía Adam, el barman, días antes había logrado hablar con él mediante claves, pues todo lo que decía lo escuchaba G, no sabía como pero así era. Nada nuevo, nada que esperanzada esperaba, solo cosas que ya sabía.
La música lenta, las luces rojas, verdes y azules, mujeres bailando con "sensualidad", y hombres asquerosos tirando dinero, tirando dinero a menores de edad, ya estaba acostumbrada pero esa sensación de asco siempre seguía, era inevitable. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la molesta voz de chica portadora de malas noticias.
-Julise está enferma. -dijo con sencilles, restandole importancia.
-¿qué? ¿qué tiene? ¿dónde está? ¿Me dejan verla? Por favor. -Una voz de preocupación, preguntas una tras otra.
-Nada grave, G ya se la llevó, el doctor llegará hoy, ya sabes, no puedes visitarla hoy, de hecho hoy llegaron nuevas chicas, dos menores de edad, y 3 mayores, bonitas pero algo tontas, ayúdanos a calmarlas.
-Está bien, iré en unos minutos, tengo que arreglar una cita para aquel hombre de traje de ahí, es extranjero y tiene mucho dinero, busca chicas, de las mejores.

En serio duele, duele aquí, duele mucho -Tocándose la garganta, con la voz ronca y tierna al mismo tiempo, G dejó todas sus obligaciones para venir a ver a su princesita, nunca nada era más importante ella, dejaría hablando solo al mismo satanás para venir junto a ella.

-Miren niñas, ni crean que llorando van a lograr algo, saben he estado aquí por 15 años, ¿qué les hace pensar que ustedes saldrán de aquí tan fácil? Una vez aquí toca acostumbrarse, tranquilas pequeñas, ninguna aquí pasará hambre, no serán maltratadas, y tendrán dinero ¿qué más quieren? Bueno como ya saben nada es gratis, a diferencia de algunas chicas de aquí, ustedes podrán hablar con su familia y enviarles dinero, vinieron buscando dinero eso tendrán, no se pasen de listas, nadie puede rastrear nuestros teléfonos, hacen algo y adiós, mueren ustedes y su familia. No crean que es solo para asustarles ¿quieren ver? Caminando unos metros prende la luz, y muestra a las chicas las tumbas. Miren que tiernos somos, hasta crucesitas les ponemos. -Decía con ironía, aunque le doliera ella no podría mostrar debilidad, ella era la autoridad, la dueña de está niñas que acabaron de llegar al infierno.
El sonido de la música lenta ya lo tenía cansada, necesitaba irse ya. Entró a su camerino, por el reflejo del espejo vio a una mujer sentada, de pelos grises y maquillaje exagerado, sonrió al verla pero no dijo nada, se sentó en esa silla con suave piel gamuzada roja, un suspiro algo pesado soltó para luego girar un poco la cabeza mirándola de reojo, volviendo a mirar al espejo algo confundida porque la señora, Jobith no había dicho nada.
- ¿No piensas hablarme? -soltó con un tono de molestía y confusión.
-Ya me enteré de lo que intentas, pequeña Athenea.

Recuerdos De Una Prisionera. [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora