Christopher Gustin

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 Era lunes, otra vez. Por lo tanto tocaba instituto. Mis ganas de ir estaban por los suelos pero de todos modos asistí. Se suponía que me había quedado para terminar con notas excelentes y eso era lo que estaba dispuesta a hacer. Me encontré con Sam en el pasillo y en cuanto me vio enganchó nuestros brazos y mientras nos dirigíamos hacia el salón de clases ella me hablaba sobre los rumores de un muchacho nuevo. Al parecer era caliente. O eso dijo ella.  La verdad es que tenía ganas de verlo para entender porque las chicas que lo habían visto hacían tanta historia. Y hablando de historia, esa era la primera clase del día.  No había hablado con Grant el día anterior y me sentía algo culpable. Él me había dejados tres mensajes y una llamada. No es que tratara de esquivarlo, solo que no me sentía de ánimos y no quería que él me viera de ese modo.

 La clase estaba casi llena. Solo quedaban tres asientos. Y uno de ellos eran junto a Dan. Dejé que Sam se sentará junto a él. Al parecer aún no comenzaban a salir como novios pero tenía entendido que se veían fuera de clase. La verdad es que me ponía contenta por los dos, sobre todo por Sam. Daniel podía ser mi amigo estúpido pero sabía que no era un gilipollas.

 Ocupé el banco que estaba detrás de ellos y me senté sola. En cuestión de pocos minutos mi querido profesor cruzó la puerta acompañado del director. Su ceño estaba fruncido y eso me preocupo. No se veía demasiado feliz y por un momento me pregunté si se habían enterado de  nuestra relación. Mi pulso se aceleró y comencé a sudar frío. Joder, no podía ser eso ¿No?

 El Director se paró completamente erguido frente a toda la clase y comenzó a mirar a algunos de los chicos que estaban sentados adelante. Parecía como si buscara a alguien y me di cuenta de que eso era lo que realmente hacía cuando sus ojos se posaron sobre mí y luego en el asiento vacío a mi lado. Volvió a mirarme por unos segundos y mis manos comenzaron a temblar justo cuando él apartó la mirada. La clase entera estaba en silencio. No es como si nos gustara cabrear al viejo decrépito.

  Grant permanecía en silencio a su lado. Nuestros ojos se encontraron por unos pocos segundos y en cuanto lo hicieron me di cuenta de que largó una respiración profunda. Sus ojos verde mar ese día se veían particularmente más oscuros. Sus cejas juntas hacían que toda su mirada se tornara de manera más sensual. Sentí mis piernas temblar y un extraño fuego alcanzar ciertas partes de mi cuerpo.

 Era la primera vez que nos veíamos en clase luego de que ambos habíamos confesado nuestros sentimientos por el otro y aquella situación, para ser sincera, me ponía un poco. La manera en que sus ojos miraban los míos. Me preguntaba si todos los que estaban en la sala se podían dar cuanta del grado de intimidad con que yo lo miraba. O la manera en que él casualmente miraba mis piernas que se encontraban a la vista a causa de mi falda corta.  Porqué sí, me había dado cuenta de eso. En cuanto sus ojos volvieron a los míos elevé una de mis cejas en un gesto interrogatorio. Él bajó la cabeza y vi como las comisuras de su boca se elevaban ligeramente.  Me gustaba aquella nueva faceta de él. Atrevido y provocador. Moría de ganas por hacer algún comentario osado pero intenté calmar mis hormonas.

 —Por lo que veo no han hecho que Gustin renunciara aún— Comentó el director dirigiéndose a toda la clase. —De modo que me alegra. Pero estoy aquí para anunciar que un nuevo alumno se va a incorporar en su clase. — Las chicas comenzaron a murmurar entré si y me imaginé que sería ese chico del cual me había hablado Sam. El director miró el reloj que descansaba en su muñeca y gruñó ligeramente —Pero al parecer llegará algo tarde— Le murmuró algo a Grant y nuestro profesor asintió con la cabeza volviendo otra vez a su ceño fruncido. Algo le disgustaba y me preguntaba que era.

  La puerta entreabierta terminó de abrirse dando paso a un muchacho. Alto y flaco, de aspecto confiado. Su cabello era castaño claro y un peinado de estilo moderno hacía que un pequeño mechón callera sobre su frente. Una sonrisa ladeada y dentadura perfecta. No podía determinar el color de ojos del muchacho desde donde me encontraba pero supuse que eran claros. Iba vestido con Levi’s desgastados y una camiseta negra con las mangas dobladas hasta la altura de sus codos. Era guapo, muy guapo pero también irradiaba soberbia. Y yo detestaba la soberbia.

Don't let me fallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora