El Museo

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Maratón parte V

Recuerdo haber ido allí cuando era pequeña pero no en exactitud. El lugar era imponente. Las puertas de Hierro estaban labradas con extravagantes motivos y al entrar nos encontramos con extensas galerías donde habían esculturas, cuadros y réplicas de carruajes antiguos.

 El Director decidió armar tres grupos, dirigidos por cada uno de ellos y un guía del lugar. La profesora Bell lideraba mi grupo, en el que iba con once compañeros más, entre ellos Cristopher y Daniel. Sam había tenido la mala suerte de ocupar parte del equipo del Director.

 El lugar estaba prácticamente atestado. No éramos los únicos en excursión, junto a nosotros pasaron caminando un contingente de alumnos con no más de trece años. Mis amigos rodaron los ojos, al parecer estaban de acuerdo con Josh. No éramos unos niños para hacer este tipo de cosas.

 El guía del lugar hablaba sobre un retrato de no sé qué año al mismo tiempo que avanzábamos por la galería sur y la profesora se veía tan o más aburrida que todos nosotros. Me detuve en un retrato que llamó particularmente mi atención. Era del Palacio de Cristal en Hyde Park y bajo el cuadro había una pequeña placa que decía 1851. Era impresionante. Cada vez me convencía más de que Londres era mi lugar y no podía esperar más para vivir allí junto a mi pequeña familia.

 Me regañé internamente por no haber llamado a Jane el día anterior y prometí hacerlo en cuanto volviera a casa. La extrañaba demasiado y recién habían transcurrido poco menos de cuatro días. Ella era lo único que me quedaba además de mis tíos y me pregunté si ella estaría de acuerdo con mi idea de vivir en Londres. Podía imaginármela paseando de mi mano y admirando los lugares nuevos juntas. Podía imaginarme llevándola a su nuevo colegio, ella saldría sonriendo porque había tenido un buen día y nos iríamos a la casa en la que viviríamos. Un par de ojos de ojos verdes se aparecieron en mis pensamientos y me pregunté cómo sería vivir sin Grant en mi vida. Salir de Los Ángeles para vivir en Londres era mi plan de vida antes de conocerlo pero ahora que él estaba de alguna retorcida manera en mi vida no estaba demasiado segura de poder dejar todo atrás así tan fácil.

— ¿En qué piensas? — Esa voz. Sentí como un escalofrío me recorría por completo. Estaba parado a poco menos de un metro con sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón. Su perfil, al igual que él eran demasiado irreales, demasiado perfecto.

 Sentí algo retorcerse en mi interior.

 — ¿Qué haces aquí? Este no es tu grupo— Y me di cuenta de cuan estúpida había sonado. Estaba prácticamente sola en aquel pasillo, sin contar a las personas desconocidas que pasaban por detrás de nosotros. Mi grupo se había ido y yo quedé rezagada demasiado atrás.

 —Amy, necesitamos hablar— Grant se giró hacia mí y la expresión de dolor que tenía grabada en su rostro me hizo sentir mal.

 Asentí con un movimiento de cabeza haciendo un esfuerzo enorme por contener las lágrimas que picaban en mis ojos. Ni siquiera me había dado de cuando se había formado aquel nudo en mi garganta.

 Grant miró detenidamente a los lados y luego tomó mi mano para conducirme por lo que se sintió como un sinfín de pasillos estrechos atestados de columnas, obras y esculturas.

 —Es el ala Oeste— Dijo él sin soltarme. Allí había gente pero no tanta como en la parte Sur.

 Dirigí mi mirada hacía su mano entrelazada con la mía y él la apartó de inmediato. Deseé que no lo hiciera pero no hice ningún comentario al respecto.

 —Me sentí mal cuando te fuiste la otra noche— Comenzó. Su cuerpo estaba a centímetros del mío pero aun respetando mi espacio personal.

 No pude evitar sentir la necesidad de mirar sus labios. Los estaba mordiendo como si de un tic nervioso se tratara. Quise llevar mi dedo hacía allí y acariciarlo, pero tampoco lo hice.

 Me sentía como si estuviera clavada contra el suelo.

 —Necesito explicarte lo que sucedió en Texas por favor, cariño— La mención del apodo cariñoso causó una revolución en mi interior.

 —Pues habla— Dije tratando de que mi voz no sonara demasiado dura.

 Conseguí cruzar mis brazos sobre mi pecho y mirarlo fijamente.

 —No creo que sea el lugar correcto, ven a mi casa esta tarde por favor— Llevó una de sus manos hacía mi mejilla derecha y la mantuvo allí, cálida.

 Hice mi mayor esfuerzo por centrarme en la charla y no perderme en aquel gesto al que me había acostumbrado en las últimas semanas.

 — ¿Su nombre es Emily cierto? — Solté casi sin poder parar las palabras que salieron de mis labios. Los ojos de Grant se abrieron demasiado.

 — ¿Quién te lo dijo? — No respondí. Los ojos de Grant parecían clavarse sobre los míos como dagas y luego una expresión de enojo apareció en él —Fue Christopher ¿Cierto? —Nuevamente no respondí a su pregunta. No sabía si debía decirlo. Él soltó una risa cargada de amargura y luego negó con la cabeza —Te dije que permanecieras alejada de él, Amy— Su voz se volvió tan fría como un bloque de hielo.

 —Él no es tan malo como tú me pintaste que era— Dije.

 —Amy, tú no lo conoces. Él es malo para ti, tienes que mantenerte lejos de él— De un solo paso se acercó hacia mí y el poco espacio que había entre nosotros se redujo. Sentía su pecho contra el mío y como su corazón latía muy a prisa. Sus manos tomaron mi rostro y se acercó hasta que nuestras narices se rozaron. Inspiré un profunda respiración comenzando a sentirme demasiado abrumada por su repentina cercanía. Hace tan solo menos de cuarenta y ocho horas habíamos hecho el amor y en ese momento se sentía lejano. Sus ojos permanecían abiertos fijamente mirando los míos. Su respiración comenzó a mezclarse con la mía y no pude aguantarlo más. Me lancé a sus labios y su respuesta no tardó en llegar. Sus labios comenzaron a moverse sobre los míos y luego su lengua se estaba introduciendo en mi cavidad. Aquel contacto encendió cada uno de mis sentidos y de repente parecía como si hubieran subido los grados de aquel lugar. Llevé mis manos hacia su espalda y los apreté contra mi cuerpo. Grant jadeó sobre mis labios.

 — ¡Consíganse una habitación! — Oh por Dios. Me separé bruscamente de él y miré al niño de doce años que nos miraba con una expresión de asco en su rostro. La que supuse que era su madre lo empujó ligeramente por el hombro y luego de lanzarnos una mirada llena de desaprobación se alejaron de allí.

 Mis mejillas comenzaron a teñirse de rojo y cubrí mi rostro con mis manos. Odiaba como él podía hacerme sentir de aquella manera, como si nadie más estuviera cerca, como si solo fuéramos nosotros dos. Juntos.

 Grant se acercó nuevamente hacia mí pero sin hacer ningún intento de besarme. Tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Subí mi mirada y me encontré con la suya.

 —Amy, mantente alejada de Christopher— Habló con voz suave pero autoritaria a la vez.

 — ¿Por qué estás tan empeñado con eso? — Negué con la cabeza. Él no iba a decidir con quién me juntaba o no.

 —Joder Amy ¿Podrías siquiera una vez hacerme caso? ¡No seas estúpida!— me solté de su agarré y di dos pasos atrás. Él pasó sus manos por su cabello y cerró los ojos —Te estoy diciendo que te mantengas alejada y lo harás, no se discute más— Abrió los ojos y había determinación en ellos.

 — ¿Es que acaso te volviste loco? Por Dios, si quieres una alguien a quién mandar consíguete una niña de dieciséis años, porque conmigo no lo conseguirás— Solté enfadada. Su ceño se frunció. —Yo soy mayor y tú no eres mi padre para que me andes ordenando que hacer.

 — ¡Pues compórtate como tal! ¡Estás actuando de manera incorrecta Amy!

 —Tú —apoyé mi dedo índice sobre su pecho —actuaste de manera incorrecta cuando te follaste a una menor— Me alejé de él —Yo solo estoy haciendo amigos nuevos.

 —Te estás comportando como un niña caprichosa y si tanto te interesa estar con Christopher, pues hazlo. Luego no vengas llorando Miller.

 Comenzó a caminar alejándose de allí, dejándome parada con muchas cosas que decir pero sobre todo con mi corazón roto.

Don't let me fallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora