VII: ¡Soy un idiota y nunca me enteré de eso!

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Me removí incómodo de la cama, mirando hacia el techo. Solté un suspiro y tomé mi celular, eran las 10:30 pm y yo simplemente no quería saber nada más del mundo por lo que intenté dormir temprano.

Claramente he fracasado.

Entonces la puerta se abrió de repente y la luz se encendió, causándome una pequeña molestia, forzándome a cerrar los ojos unos segundos. Una vez los volví a abrir, vi a mi hermana cruzada de brazos mirándome como si quisiera matarme y estuviese luchando consigo misma para no hacerlo.

— ¿Puedo ayudarte en algo?

— ¿Qué has hecho, Maximiliano? —preguntó enojada.

— ¿Qué hice? Pues... Acostarme temprano supongo. Estoy algo cansado y mañana...

— No me refiero a esto. Besaste a Evelyn.

Me detuve en seco y evadí su mirada. Sí, la besé.

Luego de ese beso, me separé un poco de ella solo para ver su expresión. Sus mejillas estaban rojas y en su mirada reflejaba la sorpresa de mi actuar. Cegado por la sensación del momento, me acercaba para apoderarme de sus labios una vez más cuando ella me frena colocando su mano en mis labios. Di un paso atrás y la miré, ella tenía su vista fija en el suelo, realmente no esperaba este tipo de reacción. ¿Qué hago ahora? ¿Salgo corriendo?

— Yo...

— Deberías irte, Max. —dijo ella murmurando.

¿Acaso fui rechazado? Me mordí el labio con frustración y salí de allí rápidamente.

Siento un peso en mi cama que me hace volver al momento. Lorena me mira aún algo molesta y yo corro la mirada.

— Ella no es como Rocío, Max. Simplemente no puedes...

— ¡Claro que sé que no es como Rocío! ¡Por eso la besé!

— Si crees que puedes jugar con ella y hacer cosas a tontas y a locas estás equivocado —se levantó de la cama molesta—, es mi amiga. Yo he visto como se desilusiona cuando un hombre la deja y no estoy dispuesta a que tú la confundas de esa manera.

— ¿De qué estás hablando Lorena? ¡No soy de esos personajes de tus novelas! ¡No soy un badboy! La besé porque... —me detuve— me gusta.

— Eso es imposible.

— ¿Por qué lo es?

— Porque a ti siempre te han gustado las chicas como Rocío: solo algo físico, sin mucha inteligencia y por sobre todo sin mucha empatía en su ser. Personas frías que te han manipulado porque tú te conformas con eso que te dan: sexo.

— ¿Qué? ¿En serio? ¿Tan imbécil he sido este tiempo?

Mi hermana me miró sorprendida, y es que mi reacción no era la que esperaba. ¿Realmente ese había sido mi tipo de chica este último tiempo? Reconozco que lo primero que le miraba a alguien era el físico, decidía que me gustaba y luego conocía algo de su personalidad. Algo se apagó dentro de mí en el momento en que me di cuenta que en realidad nunca me gustó alguien de la manera en que me gusta Evelyn.

Porque ella me gusta de una manera real.

— Me gusta, Lorena. Me gusta su simpleza, su manera de ver las cosas, como ayuda a los animales, su gusto musical. Su simple compañía me gusta. ¿Puedes entenderlo? Porque hasta yo tengo problemas para hacerlo en estos momentos. No soy un bad boy, ella no es una apuesta, no es un desafío para mí. Es una chica real, con una personalidad real que me atrae a ella cada vez que estoy a su lado. No estoy jugando.

Lorena me miró boquiabierta. Creo que mañana me dedicaré a recapitular bien con el tipo de chicas el cual me he visto involucrado estos últimos años.

— ¿Te sientes bien?

— No —admití—, esto se siente raro. ¿Qué te ha dicho ella?

— Me dijo que la besaste, y que simplemente quedó sorprendida. El resto no te lo diré.

— ¡Oh, vamos!

— No.

Luego de eso apagó la luz y cerró la puerta saliendo tras ella. Creo que destruí una linda amistad a causa de mi impulsividad.

Cada día estaba más seguro de eso. Cuando llamaba a Evelyn para preguntar por Rei y si podía ir a visitarlo ella me daba una excusa, diciendo que estaría ocupada pero que podía ir a buscarlo y luego dejarlo en casa cuando me desocupara. Estaba evitándome y no podía acostumbrarme a eso. Necesitaba disculparme con ella.

— Ignacio —lo detuve—, debo preguntarte algo.

— Claro, ¿qué ocurre? —dijo mi amigo mientras se apoyaba en la pared.

— ¿Cuál crees tú que es mi tipo de chica? —pregunté, tomándolo por sorpresa.

— ¿Eso no deberías saberlo tú? —me encogí de hombros y él suspiró—. Te gustan altas, con el cabello largo, si tienen los ojos claros es mucho mejor. De todas formas lo que más te gusta presumir es...

— Espera —le interrumpí—, ¿y en cuánto a personalidad?

— ¿Qué? —se rio—, a ti jamás te ha importado eso.

Eso se sintió como si clavaran treinta flechas en mi corazón. Nunca antes han clavado treinta flechas en alguna parte de mi cuerpo, pero creo que debe sentirse similar. ¡He sido un idiota por años y yo no estaba enterado de eso! Por eso la gente no me toma en serio ahora que me gusta alguien en serio. Ignacio se fue y yo me quedé en el pasillo pensando en todas mis novias anteriores: Altas, buena figura, cabello largo. Pensé un poco más allá, en sus personalidades...

Arrogantes, engreídas, perezosas, con pésimo gusto musical y poca empatía por el de al lado.

Bien, ya lo entendí. Merezco morir solo, rodeado de gatos a mí alrededor.

Necesito una cerveza bien helada. Por lo que después de clases con mis amigos fuimos a un pequeño local a beber cerveza y a conversar de la vida. Debía sacar de mis pensamientos a aquella chica de cabello púrpura.

Pero no estaba funcionando.

— ¿Qué te pasa Max? —preguntó Matías—, has estado demasiado callado desde que llegamos.

— Yo... Es que... Bueno...

— No me digas que ya te fijaste en otra chica —sonrió de manera pícara—, vamos, ¿tiene mejor retaguardia o delantera?

— ¿Qué? ¿Eso es relevante?

— Para ti lo es.

— Soy un idiota —murmuré.

Siento como si despertase de un sueño el cual viví por años. Jamás me vi a mi mismo siendo un patán de estas proporciones, centrándome en cosas tan absurdas como el físico de alguien, pasando de su personalidad. Supongo que uno se da cuenta de lo basura que ha sido cuando por fin te gusta alguien de verdad. Cuando de verdad quieres hacer las cosas bien.

Partiendo, no yéndome a vivir con ella a los dos meses de relación.

Recordé que con Rocío todo era sexo al comienzo, y eso me volvía loco. Posiblemente esa sensación de placer me llevó a hacer semejante estupidez. Sin embargo con Eve jamás se me ha pasado por la cabeza siquiera llevarla a la cama, con el solo hecho de tenerla al lado tarareando alguna canción me siento una persona completa.

Necesito empezar a hacer bien las cosas.

— Bien. Ya lo decidí —dije en voz alta, captando la atención de mis amigos—. Dejaré de ser un imbécil.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Ignacio mientras bebía el último sorbo de su cerveza.

— Me gusta alguien —les confesé—, pero me gusta en serio. Es algo más allá del físico. Me gusta su personalidad, su manera de ser con la vida, su manera de actuar, su sonrisa, sus pecas. Es algo que jamás me pasó.

Ya lo decidí.

La voy a conquistar. 

¿Con quién se queda el perro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora