— Rei se irá conmigo —sentenció Rocío.
— ¿Qué? ¿Por qué? Ambos lo adoptamos, ambos lo cuidamos, es tan mío como tuyo.
Mi ex pareja había llegado hace cinco minutos y apenas vio al pequeño Rei lo tomó en brazos y decidió que el perro era suyo. ¡No es justo! Yo le dije que lo adoptáramos (otro punto en contra para mí ante la toma de decisiones), entre los dos comprábamos su comida, pero yo lo sacaba a pasear y lo llevé al veterinario.
— Tú te quedarás con el auto, lo justo es que yo me quede con el perro.
— ¿Estás bromeando? Estás comparando a Rei con un objeto. Además no me lo quedaré, te voy a comprar tu parte —me crucé de brazos—, Rei es de ambos.
— No te daré a Rei, Max.
— ¡Yo tampoco!
Nos miramos con rabia mientras el pequeño Rei yacía en los brazos de esa bruja (pasó a ser bruja en el momento que intentó arrebatarme a mi perro). Entre todo el ajetreo de esta mañana ambos habíamos olvidado esto. Además que Rei suele ser un perro muy silencioso y no se hizo notar hasta ese entonces.
— ¿Piensas volver a la casa de tus padres? —preguntó ella, cambiándome totalmente el tema.
— ¡No cambies el tema!
— ¡No lo hago! ¡Contesta!
— Bueno, y si...
— ¿No que tus padres no tienen patio para un perro?
Mierda.
Evadí su mirada, tenía razón. Mis padres no tienen un patio muy grande y Rei se estresaría una vez creciera. En cambio sé que los padres de Rocío tienen un lugar grande donde el pequeño podría ser muy feliz.
— Te lo puedes llevar esta noche, ya encontraré una solución para esto. El perro es de ambos, y no cederé mi cariño solo porque lo nuestro no funcionó.
— Supongo que esto es como tener un hijo —dijo ella mientras acariciaba la cabeza de Rei, quien movía la cola efusivamente.
— Supongo.
Nos miramos en silencio unos instantes antes que ella se diera media vuelta y se fuera con el perro en sus brazos. ¡Esto no quedaría así! Puedo perder muchas cosas, como mi departamento, mi cama, incluso mi dignidad.
Pero a Rei jamás.
Estacioné el auto y me quedé un rato allí, sentado mirando a la nada. ¿Qué hago ahora? ¿Entro y doy las buenas noches? Digo: "Hola mamá, tenías razón, no resultó. ¿Aún está mi habitación disponible?". Rasqué suavemente mi nuca mientras hacía una mueca.
Odio no tener la razón.
Ella ama tener la razón.
Miré hacia la casa y vi aquel pequeño patio en donde definitivamente Rei no hubiese podido ser feliz. Quizás ahora sí, pero Rei iba a crecer y yo no le hubiese podido dar más que eso. ¿Qué tengo para ofrecer? Ahora, nada. Todos mis ahorros los gasté en el arriendo de ese departamento, en la compra de esos muebles.
Todo porque quería independizarme y creía ilusamente que había encontrado a la chica de mis sueños.
Quizás sea un poco caprichoso de mi parte, pero no me siento cómodo sabiendo que Rei está en casa con ella. Lo tendrá todo el tiempo, en cambio yo estoy aquí, en un auto junto a una maleta y una caja con mis cosas, a punto de mirar a mi madre a los ojos y decirle: "Bah, tenías razón".
— ¿Max? —una voz familiar me sacó de mis pensamientos, miré hacia el lado y vi a mi hermana menor, Lorena, mirándome con sorpresa—, qué haces aquí y a esta hora.
— Yo...
Vi como su mirada se dirigió hacia atrás, donde estaba aquella caja y mi maleta con mis cosas. Volvió a mirarme a mí y es como si sus ojos lo dijeran todo.
— ¿Terminaste con Rocío?
— Así es.
— Oh. Wow. Entra a la casa, hace mucho frío.
Para mi pequeño descanso, mis padres habían ido a comprar un par de cosas al supermercado, por lo que no estarían en un buen rato. Me senté en el sofá y le conté todo a mi hermana.
Cuando digo todo, hablo del momento en el que pensé que irme a vivir con una chica que no conocía lo suficiente sería una buena idea. Hasta hace un par de horas, cuando teníamos la discusión por quien se quedaba con Rei y como la vi irse con mi perro en sus brazos.
— Que lastima que las cosas hayan acabado así, pero sabes Max, tú y ella...
— Sí, sí. Ya lo sé, no nos conocíamos lo suficiente —le interrumpí—. Fui impulsivo, idiota, inmaduro. También fui inmaduro al haber adoptado a ese perro con ella. Lo quiero, Lore, es lo único bueno que tuve de mi relación con ella y no estoy dispuesto a ceder mi amor por él.
— ¿Sabes? Tengo una amiga con un patio grande, y ama demasiado a los perros, ella podría...
— ¡No lo regalaré a nadie! —interrumpí.
— Déjame acabar maldito.
— No maldigas —puse los ojos en blanco.
— Podrían cedérselo a ella, e ir a verlo cada vez que quieran, ustedes se harían responsable de sus cosas. Veterinario, comida, baño, paseo... Ya sabes... —se encogió de brazos—, vive cerca de ambos, sería un lugar intermedio.
— Me gusta la idea. Háblame más de ella.
Como una manera de evitar a mis padres, me dirigí con mi hermana a su habitación, donde se puso en contacto con aquella chica y quedamos en ir mañana a su casa con el perro para ver cómo serían las cosas. Inmediatamente llamé a Rocío para informarle de la situación.
— ¿Lore? Llegamos —sentí un ligero grito desde el salón.
— Oh, llegaron los padres, ven Max.
Bien Maximiliano, es hora de enfrentar la situación.
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¿Con quién se queda el perro?
Romance¿Quién dijo que irte a vivir con tu pareja la cual llevas apenas dos meses era una terrible idea? Toda tu familia. Todos tus amigos. Vale, que Maximiliano lo ha entendido ahora, ve como la relación se quiebra y cada uno ordena sus maletas para vol...