XX: ¡No eran ideas mías! ¿Lo ves?

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Mi orgullo y mi decisión de no buscarla hicieron que no supiera nada de Evelyn durante los días siguientes. Si me había engañado yo aún no me enteraba y simplemente llevaba (nuevamente) unos cuernos en mi cabeza. Por suerte mis padres están tan enamorados de Rei que fueron ellos quieren lo buscaron en casa de Evelyn, facilitándome las cosas. No podía negar que la extrañaba mucho, pero aún me siento demasiado frustrado como para dejar de lado mi orgullo y buscarla.

De todas maneras, estos días los he usado para aprender a tocar el ukelele. Pasaba tardes enteras aprendiendo mientras Rei dormía plácidamente a mi lado. Cuando desafinaba en algo, a veces mi amigo de cuatro patas levantaba su cabeza y se quedaba mirándome con extrañeza.

Esta tarde estaba en el sofá de la casa mirando una serie cuando veo a mi hermana pasar a la cocina y luego al salón, iba algo arreglada.

— Saldré con Evelyn —me contó—, iremos ella y su amigo al canil a ayudar.

— Qué bueno —me limité a contestar. Genial, sigue viendo a ese tipo.

— ¿Todo bien con ella?

— Es ese estúpido amigo. Claramente a él le gusta, pero ella no es capaz de verlo y eso me descoloca un poco.

Lorena me mira unos segundos y dice que son ideas mías, yéndose de la casa. Durante la tarde vino Dani y juntos bañamos a Rei. Le conté lo sucedido con mi novia, esperando que ella me entendiera, pero me lleve una sorpresa cuando ella también me dice que son ideas mías. ¿De verdad? ¿Solo yo veo las señales que el tipo es un idiota?

El resto de la tarde nos la pasamos viendo películas y cantando un par de canciones con la guitarra de mi padre. La noche llegó en un abrir y cerrar de ojos y decidimos ir al gimnasio un rato. Ya no íbamos de manera tan constante como antes pero no queríamos perder la costumbre.

— ¿Qué esperas para hablar con Evelyn? —dijo mientras descansábamos en el suelo.

— A que reconozca su error —me limité a decir.

— Eres un niño —puso sus ojos en blanco.

— Dices eso porque no viste como la miraba.

Seguimos un par de horas más en el gimnasio y luego pasamos a comprarnos un café mientras conversamos de otras cosas. Dani estaba pensando en dejar el trabajo y buscar algo que le generara más dinero. En el restaurante no se ganaba mal, pero supongo siempre es bueno aspirar a más. Por lo menos yo me siento cómodo con lo que gano, ya no tengo tantas responsabilidades como antes así que se me es mucho más fácil juntar dinero.

— Para ti es fácil porque vives con tus padres —me dijo.

— Antes tenía que trabajar para mantener el departamento.

— Pero lo pagabas a medias con esa arpía.

Sonreí. Es verdad que Dani vive sola en su pequeño departamento. Creo que trabajar part time no le rinde mucho para pagar su universidad y además el departamento. Si le rinde, significa que vive con lo justo. Seguimos hablando una hora más y finalmente cada uno se fue a su casa.

Una vez llegué a casa noté que mi hermana ya había llegado y que Evelyn estaba con ella en el salón, por lo que preferí irme directo a mi habitación. Puede que sí me esté comportando como un niño, pero no hago más que recordar a ese idiota y me empieza a hervir la sangre. Así que prefiero evitar a esa chica por ahora, no quiero seguir discutiendo.

Me puse mis auriculares y escogí la playlist de Pink Floyd, cerrando mis ojos un momento y desconectándome del mundo. Creo que habrá pasado media hora cuando alguien me arranca los audífonos de forma brusca, abro mis ojos y veo a mi hermana con sus manos en las caderas y mirándome molesta.

— ¿Por qué no pasaste al salón?

— Estoy cansado —mentí.

— Ella aún está aquí.

Suspiré.

— Tenías razón —miré a mi hermana con confusión—, ese niño. No dejaba de mirar a Evelyn con ganas. Incluso con mi presencia no tenía problemas en coquetearle y mandarle indirectas.

— ¿Y Evelyn se percató de eso?

— Creo que sí.

Dudé unos segundos antes de ir al comedor y encontrarme con ella. Una vez allí cruzamos miradas y ella se levantó rápidamente del sofá. Tenía que admitir que extrañaba ver su rostro, pero no podía flaquear, no hasta que ella se diera cuenta que yo tengo razón.

— ¿Qué tal tu día? —le pregunté mientras caminaba hacia la puerta de la cocina sin mirarla.

— Bien, supongo —contestó—. Max —la miré—, odio estar así contigo.

— Aun así, no has tenido problemas para reunirte con él.

La vi poner los ojos en blanco. Solté un leve suspiro y me dirigí a la cocina a buscar un vaso de agua, una vez volví al comedor noté que estaba en la misma posición que hace unos instantes atrás.

— Tenías razón —dijo en cuanto me vio.

Ahí está. Lo que estaba buscando. La miré con interés y ella siguió.

— Me di cuenta de que usó esta pequeña discusión entre ambos para ponerme en tu contra y hacer que termine contigo.

— ¿Funcionó? —pregunté cruzándome de brazos y la vi negar con la cabeza.

— Solo logró que te extrañara con más fuerza.

Dios, que cursis podríamos ser cuando nos lo proponíamos. No pude evitar sonreír ante su comentario. Iba a decir algo cuando mi madre entra al comedor y saluda con emoción a Evelyn, obligándola a quedarse a cenar. Intercambiamos una mirada y nos dimos cuenta de que no podríamos seguir esta conversación dado que mi madre no nos dejaría solos durante el resto de la noche.

Cenamos, conversamos entre todos, pero nunca intercambiamos palabras con Evelyn. Mis padres no notaron que había algo extraño entre ambos dado que el ambiente en general era grato. En la mesa hubo risas, anécdotas y buenos ratos. Era cada vez más tarde y mi madre me mandó a dejar a Evelyn a su casa. Nos subimos en silencio al auto y no hablamos durante el trayecto, ni siquiera quise encender la radio.

Cuando llegamos frente a su casa sentí mi sangre hervir en el momento en que vi a ese imbécil frente a la casa de mi novia, esperando a que alguien le abriera. Dios santo, ¡son las once de la noche!, ¡Que hace aquí! Miré a Evelyn, quien miraba a Felipe sorprendida y salí rápidamente del auto para acercarme a él.

— ¿Puedo saber qué haces aquí a esta hora? —le pregunté, quien me miró claramente sorprendido.

— Yo... —dudó unos instantes— solo venía a entregarle a Evelyn algo que se le había quedado.

— ¿Y no podías hacerlo otro día? ¿Tenía que ser hoy, a esta hora?

Sentí las manos de Evelyn tomar mi brazo, alejándome un poco de él.

— Agradezco que vinieras a entregarme esto —dijo recibiéndole una bolsa—, pero Max tiene razón. Estas no son horas.

— Yo... Lo siento, solo sentí la necesidad de verte otra vez.

¡Está coqueteándole en mi cara! Sin poder evitarlo, lo tomé de la ropa y lo atraje hacia mí.

— ¿Puedes dejar de flirtear con mi novia delante de mí?

— Hey cálmate —contestó él—. Estás actuando como una bestia, definitivamente ella no merece alguien como tú.

— ¿Acaso merece alguien como tú?

— Pues sí.

Debo confesar que su respuesta directa me descolocó un poco. No esperaba que fuera tan honesto. De todas maneras, reaccionando de forma involuntaria lo empujé fuertemente, provocando que este chocara con las rejas y cayera al suelo. Sabía que las intenciones de este tipo no eran buenas.

Le voy a romper la cara.

¿Con quién se queda el perro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora