XVI: Estoy feliz de conocerla señora, pero me ha arruinado el momento.

20 3 0
                                    


Mi día parecía marchar de forma correcta, estaba en una plaza jugando con Rei. Había decidido dedicarle toda la mañana a mi amigo de cuatro patas. Mis vacaciones comenzaron y quería aprovecharlo con mi perro lo más que pudiera. Sin embargo, todo se vio nublado cuando vi a Ignacio a lo lejos caminar hacia mí. Me acerqué a Rei para ponerle la cadena y llevármelo de allí, pero no fui lo suficientemente rápido.

— Hey Max. ¿Podemos hablar? —preguntó mi ex amigo colorín.

— No quiero.

— Quiero que entiendas que yo de verdad no sabía lo que Roberto hacía. Nunca lo comentó —empezó de todas formas—, amigo tú fuiste mucho más leal que él, claramente de haberlo sabido te lo hubiese contado.

No contesté, solo me dediqué a mirar a Rei que se acercaba lentamente y movía mi mano con su nariz para que lo acariciara.

— Al día siguiente con Matías lo encaramos. Nos confesó que con todas las chicas con las cuales estuviste se acostó solo una vez, exceptuando Rocío. Según Roberto, a él realmente le gustaba.

— No sigas.

Él se calló de manera instantánea. ¿Qué me está diciendo? ¿Ese idiota estaba enamorado de Rocío? ¿Eso es motivo para traicionarme de esa manera? No podía evitar sentirme humillado al pensar que todos esos fines de semanas que yo estaba trabajando ellos se estaban encamando en mi departamento.

— Con Matías corrimos a Roberto de todo.

— Yo... —guardé silencio.

— Me alegro de que ahora hayas encontrado al fin una chica que te haga sentir bien. Esa noche... —pausó unos segundos—. Nunca te vi tan feliz al lado de alguien como te vi esa noche.

— Ella es grandiosa —contesté.

Lo vi asentir, Rei se acercó a Ignacio y él lo acarició un par de veces antes de despedirse de mí e irse del lugar, dejándome solo con mis pensamientos. De todas formas, no tuve tiempo para deprimirme ya que mi amigo de cuatro patas se abalanzó sobre mí para lamer mi rostro, como si supiera que estaba entrando en un trance deprimente y él quisiera evitarlo con su cariño. Lo acaricié efusivamente y decidí que era momento de volver a casa.

Al llegar frente a la casa de Evelyn noté una silueta familiar esperando afuera. Mierda.

De todas las personas, tenía que tener frente a mí a Rocío. Ella me miró con gran sorpresa, reflejados en sus ojos. Rápidamente evadió mi mirada y se centró el Rei, sin querer decir una sola palabra. Yo no le quitaba la mirada de encima, una mirada seria y fría.

— Max yo lo s...

— No, ni siquiera lo intentes —le interrumpí—. No intentes disculparte. Si esto no se hubiera destapado nunca hubieses sido sincera conmigo. En el fondo no lo sientes, no sientes haberte encamado con él. No sentías vergüenza alguna, ya que cuando yo volvía a casa me tratabas como si nada.

Por fin sus ojos encontraron los míos y pude ver la frustración de estos al escuchar mis palabras. Las ganas que tenía de largarse a llorar allí mismo. Cerré mis ojos y suspiré, tocando el timbre una vez más.

— ¿Alguna vez siquiera pensaste en contármelo? —pregunté sin mirarla.

— Si, Max. Yo despertaba en medio de la noche, a causa de pesadillas en donde te enterabas de la peor manera —confesó—, te miraba dormir a mi lado y me largaba a llorar, porque no podía con la culpa.

— Debiste ser honesta entonces —me limité a contestar—, no solo conmigo, si no que contigo misma.

Silencio.

Evelyn apareció tras nosotros con unas bolsas, al parecer había ido de compras. Nos miró claramente sorprendida, pero centró su mirada en mí, como si estuviese cerciorándose que estuviera bien.

— ¿Vienes por Rei? —le preguntó a Rocío, ella asintió sin mirarla.

Entonces yo le entregué la correa a mi ex pareja, mirando fijamente a la reja. Sentí como la tomó y los pasos de Rei caminar hacia ella y ladrarle con alegría. Sin decir más, se retiró del lugar con mi perro. Evelyn no dijo nada, se dedicó a abrir la puerta para que pasáramos. Una vez dentro, dejó las bolsas sobre la mesa y la vi dirigirse al baño. Cuando sale se acerca a mí y toma mi rostro, obligándola a mirarla.

— ¿Estás bien? —preguntó, yo asentí y ella sonrió— ¿Quieres ayudarme? Quiero prepararle una tarta a mi abuela.

Había olvidado que su abuela llegaba hoy de Alemania.

Evelyn perdió a sus padres cuando apenas era una niña. Habían tenido un accidente automovilístico y ella quedó a cargo de sus abuelos. Su abuelo falleció hace un par de años de una enfermedad y su abuela con el pasar el tiempo conoció a un alemán que le ofreció irse con él. Evelyn prefirió quedarse en el país, por lo que su abuela le regaló la casa donde ella se crió. Sus padres siempre fueron precavidos y dejaron un seguro a nombre de Evelyn, quien lo ha usado durante años para poder mantenerse sola. Además, que su abuela la ha ayudado bastante y cada tanto busca trabajos de medio tiempo.

Vi a mi novia tomarse el cabello en una cola y poner música motivante. Fuimos a la cocina y me mostró una receta sencilla para realizar la tarta de frutas que quería hacerle. Minutos después estábamos cocinando y cantando al puro ritmo de Footlose mientras nos lanzábamos harina cuando el otro estaba desprevenido.

Es increíble como mi estado anímico mejoró con la pura presencia de Evelyn. Es increíble lo que esa chica puede causar en mí.

Luego de unas horas, la tarta estaba lista y nosotros debimos entrar a la ducha a causa de la guerra de comida que tuvimos en la cocina. Mientras ella se bañaba yo me dediqué a trapear el piso de la cocina y a limpiar los muebles que habían quedado completamente sucios.

Una vez la cocina limpia me dirigí al salón a esperar a Evelyn, quien bajó a los minutos, su cabello estaba mojado y llevaba ropa más fresca a causa del sol que estaba atacando con fuerza.

— Me alegra verte de más ánimo —dijo acercándose a mí.

— Te dije que estaba bien —ella negó con la cabeza.

— Tus ojos decían lo contrario.

La miré unos segundos y le sonreí. Supongo que me gustaba el hecho que supiera cuando mentía, ya que eso quería decir que me conocía, al menos lo suficiente para saber cuándo algo no estaba bien. En un ágil movimiento, la tomo por la cintura y la siento en la mesa, apoderándome rápidamente de sus labios.

Por un segundo pensé que iba a protestar, pero sorpresa me llevo cuando siento sus piernas abrirse ligeramente para darme más comodidad y sus brazos rodean mi nuca, atrayéndome a ella. La verdad es que cuando la beso de esa manera trato de hacerlo por poco tiempo, dado a mi nulo autocontrol, pero en ese momento sentía que no podía detenerme.

Y algo me decía que ella no quería que me detuviera.

Decidí dejar sus labios unos segundos y besar ferozmente su cuello. En el momento que escuché ese ligero gemido salir de sus labios, supe que no iba a poder parar a menos que ella me obligara a hacerlo. Para mi sorpresa, sentí las yemas de sus dedos jugar con la punta de mi remera, levantándola lentamente.

¿Esto está pasando realmente? ¿Al fin lo vamos a hacer?

Vuelvo a apoderarme de sus labios mientras ella seguía levantando mi remera, iba a darle la facilidad de sacarla cuando una voz nos interrumpe.

— Vaya, vaya. Creo que he llegado en el momento equivocado.

Sin separarme de mi novia, miré hacia la puerta y vi a una mujer de unos sesenta años aproximadamente con maletas a sus lados y mirándonos con gracia. Entonces me detuve a mirar el escenario: mi remera a medio levantar, mi novia sobre la mesa, sus piernas aprisionando mis caderas para atraerme más a ella, su cabello algo despeinado y su rostro completamente sonrojado.

— ¿Sería prudente volver en otro momento? —preguntó llevándose el dedo incide a la sien, como si estuviera pensando.

Trágame tierra.

¿Con quién se queda el perro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora