IV

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Alan salió del camarote, sofocado. Esquivo a los piratas que iban por cubierta y se sentó en el castillo de proa, donde veía las olas siendo envestidas y desgarradas por la Perla en movimiento. Las velas negras se erguían grandes y fuertes ante una fuerte brisa que hacía que el mar volase sobre las olas rápida y velozmente. La paloma en la palma del ángel, en el mascarón señalaba el camino a seguir de la embarcación pirata.

Estuvo pensando mucho tiempo ¿Su padre le había usado de cebo? Él, el hombre al que tanto quería y respetaba ¿Lo sabría su madre? ¿Lo sabría Cristian o los gemelos? Se encontraba desamparado, como si estuviese solo en medio de una densa niebla que parecía no acabar jamás. Estaba resentido mínimamente, pero lo estaba, su propia familia le había traicionado ¿Era eso posible? Semejante pregunta, claro que lo era, le habían usado como quién usa a un muñeco.

Sintió unos pasos.

El capitán Jack estaba tras él. Se había puesto su casaca y su sombrero. El mono Jack, se encontraba posado tranquilamente en su hombro.

-A veces pensar viene bien.

-¿Vos pensáis?

-Cuando tengo una botella de ron en la mano- El capitán levantó sus manos- Este no es uno de esos casos.

-¿Cómo os sentiríais si supieseis que vuestro padre os ha traicionado?

Jack miró a la mar. Los ojos del capitán parecían perdidos en la mar, en las olas golpeando el casco de la perla. Su mirada era triste, o eso pensaba Alan pues los orbes del pirata eran tan oscuros que a penas pervivía donde se encontraban sus pupilas.

-¿Sabes donde puede estar el cofre?

-No.

-Lo sabes- Sonrió el capitán- Sé que lo sabes.

-¡He dicho que no!

Jack se apoyó contra el palo del trinquete.

-Tú, al contrario que la mayoría de bastardos aquí presentes que si quieran merecían salir del vientre materno, tú fuiste criado en una buena familia. Comiste en bandeja de oro toda tu vida.

Alan suspiró.

-En verdad la vajilla era de plata.

Sparrow agitó las manos.

-Da lo mismo. El caso es que...puedes saber más de lo que piensas.

Alan se levantó con furia.

-¡¡Mira pirata...!!

Sintió el sonido de un gatillo pero el capitán de la Perla Negra no era quién sostenía la pistola sino...el mono.

-Mira muchacho, si te estás amargado este odioso mono te puede pegar un tiro o puedes tirarte por la borda pero si vas a servir en mi tripulación, más vale que seas útil.

-¿Quién dice que quiero enrolarme en vuestra tripulación?

Sparrow se enderezó.

-No has pedido que te metan en el calabozo. 

-Pirata asqueroso...- Murmuró Alan.

-Todos aquí anhelan lo mismo, lo desean: La joven Anne, mi asesina más capáz; Mary, experta en armas de fuego; Mi señor Gibbs, leal segundo de abordo ¿No te interesaría unirte a esta...familia?

Alan suspiró con cansancio, con la pregunta en la mente.

Jack sonrió y se dispuso a marcharse.

Alan estaba allí, con una banda piratas y cuando zarpó lo hizo con buenos hombres...hasta que se amotinaron. Tuvo que haber viajado en un barco de guerra, con soldados y marineros fieles, como lo hizo el almirante Anibal, rumbo a...

-¡¡Sparrow!!

-Me llamo- Respondió Jack, dando una vuelta sobre si mismo, mirando a Alan.

-Santo Domingo. El cofre verdadero está en Santo Domingo.

-Gracias, maese Hernández- El pirata se encaminó hacia popa- ¡¡Señor Gibbs, rumbo a Santo Domingo!!

Un hombre de avanzada edad, con un traje blanco y una casaca azul asintió.

-Señor Coton, corregid el rumbo.

El timonel, Coton, viró el timón y la Perla se giró hacia rumbo norte. Alan se quedó en proa, quedaba ensimismado viendo las olas en el mar. El mar, tan eterno, impetuoso e incansable como un toro bravo de infinita fuerza. Alan despertó de sus pensamientos cuando sintió algo caérsele encima. Era una fina espada española, era su espada, la que Cristian le había regalado a los catorce años.

-Si vas a navegar con unos piratas, aprende a luchar como un pirata- Le informó la pelirroja Bonney.

Ella se dirigió a cubierta y Alan la siguió ensimismado.

La muchacha arrojó su casaca y su sombrero sobre uno de los cañones de cubierta. Los marineros de la perla empezaron a congregarse en torno a ellos. Anne desenvainó sus dos dagas largas y lanzó una mirada desafiante a Alan. El español respondió desenvainando su espada. Sentía completa comodidad con el acero y el mango en su mano.

El combate comenzó cuando Anne envistió contra él.

Alan esquivó he hizo una cinta hacia Anne más no llegó a cortar ni siquiera un solo cabello pelirrojo. La pirata sonrió y cargó contra Alan, daba tajos imprecisos pero rápidos, provocando que Alan no pudiese hacer más acción que esquivar los ataques incesantes de Anne. Era increíble, era la primera mujer a la que veía combatir y ciertamente, su estilo de combate brutal y sádico era aterrador y brillante a partes iguales. Ella hacía tajos bajos y altos, intentando alcanzar las articulaciones de Alan. Verdaderamente increíble.

Alan sonrió, le tocaba. Lanzó su espada al aire y la cogió cuando esta cayó. Comenzó a hostigar a Anne una y otra vez, esta vez era ella quién esquivaba. Anne paró con sus dagas la espada de Alan y propinó una patada en su pecho, haciendo que el español cayese al suelo. Luego la mujer hizo algo impredecible: Se subió a la batallola y saltó sobre Alan que no pudo defenderse ni esquivarla. Calló al suelo mientras Anne se mantenía en pie, con una pierna sobre el pecho de Alan y una daga en su cuello.

-Eso...es trampa- se quejó él.

Anne sonrió.

-Soy pirata. Si eliges luchar con una espada...asegúrate de morir el último.

-Sparrow me lo contó: Eres una asesina.

Anne sonrió, complacida.

-Y sigo vivo hasta ahora.

La mujer envainó sus dos dagas y sin siquiera ayudar a Alan, se encaminó hacia popa, donde la esperaba Sparrow. Alan creyó- ¡Solo creyó!- que Anne le lanzó una mirada pícara y socarrona.

Mary se acercó.

-Creo que Anne empieza a respetarte.

Alan se incorporó con esfuerzo y recogió su sable del suelo.

-¿Darme una paliza es respetarme?

Mary se encogió de hombros.

-En el mar la conocen como el Demonio Rojo, ella es así.

-Piratas, demonios rojos, tesoros indios. Este barco tiene de todo.

Mary rió, era mucho más divertida que Anne.

-Da igual qué pendón hernarbolen: Español, ingles, holandés o portugués. De Jamaica al Atlántico, de las Bahamas a Puerto Rico, cuando los vigías en la cofa ven nuestra bandera, los marineros empiezan a rezar.

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Arriba, quién no necesita presentación: Capitán Jack Sparrow.

Piratas del Caribe: El último pirata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora