XXIX

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La travesía fue corta. Tras unos días navegando los tripulantes del Desolación se reunieron con La Perla y los otros dos navíos piratas. Alan estaba bastante alegre con su puesto. Durante el tiempo en el que habían estado navegando los tripulantes fabricaron un guantelete que se adhería al brazo de Alan, permitiendo enroscar en su extremo el garfio, por lo que ese momento volvía a sentir algo de utilidad en su extremidad: Era muy útil para ensartar la carne de la cena.

Los marineros de Alan llevaron a cubierta una pasarela para poder llegar a la cubierta de la Perla, era curioso, en esa ocasión Alan, el capitán más novato de entre los presentes, tenía el navío más grande y poderoso aunque la Perla para él seguía representando todo lo que le había llevado a ese momento.

-¡Vaya, vaya, vaya! ¿Qué ratas de mar se han arrastrado hasta mi cubierta?- Gritó un jubiloso Jack, desde popa.

-¡¡Calla viejo!!- Le espetó Anne, que estaba junto a Alan.

El viejo pirata sonrió y con su mono en el hombro, bajó para reunirse con ellos.

-Joven Alan, ya veo que has perdido otra mano.

Alan sonrió.

-Mira todo lo que conseguido sin ella, Jack- Dijo señalando al Desolación- Creo que me ha venido bien perderle.

El pirata asintió.

-Mientras no vueles tu propio barco, todo irá bien.

El señor Gibbs se acercó a paso ligero.

-Capitán, madame Athénaïs está aquí.

El capitán de la Perla Negra tomó un catalejo y miró al horizonte donde se veían unas velas rosas en dirección hacia ellos ¡Dios bendito! A Alan le daba dolor de cabezas al mirar aquél dichoso navío, madame Athénaïs y su obsesión con el color rosa eran algo que francamente escapan a la comprensión de Alan.

-Bien ¡Ya era hora! Preparad todo, sacad las armas y...eso. Estaré emborrachándome en mi camarote.

Jack se dio la vuelta y se marchó tambaleándose hacia sus dependencias. Alan miró a Anne con una sonrisa y ella rió, era perfecto, ellos estaban juntos y con la compañía de Jack que les aliviaba todas las penas habidas y por haber.

El pirata tomó la mano de Anne y la llevó a proa.

-Ya estás mejor de la espalda.

Ella le acarició la mejilla, era tan dul...¡Vale! No era dulce, le había pegado una cachetada.

-Unos latigazos no son suficientes para mantenerme a raya.

Alan puso gesto de dolor y se sobó la mejilla.

-Ya...lo veo.

Anne rió y le besó.

-Venga, capitán, debemos preparar tu navío.

Alan asintió y ambos volvieron al buque de guerra. Todos los marineros de Alan estaban trabajando, ciertamente era increíble como los que hace unos días eran marineros de la corona se había sublevado por la promesa de libertad y riquezas, así eran todos los hombres.

Los piratas limpiaban la cubierta, pintaban las barandas, recogían las velas o hacían mantenimiento de los cañones y la pólvora. El barco de Alan tenía más de cincuenta cañones, algo francamente aterrados y lo más terrible era que tenía capacidad para dispararlos todos a la vez. Ese barco sería un terror en el caribe, como lo era la Perla Negra.

-¡Capitán!- Le llamó Mary- Los chicos quieren que sepas que ya hemos cosido tu nueva bandera.

  -No tiréis las velas españolas, nos pueden servir para camuflaje- Avisó Anne.  

-¿Te vas a quedar con nosotros, Mary?- Preguntó el capitán.

Ellas asintió.

-Hasta que encontréis un timonel como dios manda. No me gustaría dejaros a vuestra suerte tan pronto.

-¡Ja! ¿Insinúas que no puedo valerme por mi misma?- Inquirió la pelirroja, irguiéndose.

-Es posible...quién sabe.

Mary echó a correr y Anne fue en su captura.

Alan sonrió y se dirigió a su propio camarote donde decidió echar una cabezada antes de zarpar contra De La Torre. Estaba muy cansado y ser capitán aunque era gratificante también se tornaba cansado y terrible.

Se recostó en su lecho de plumas y cerró los ojos. Soñó con cosas muy raras: Con Mary pelando papas junto a Hugo, vio a Anne rodeada de niños pelirrojos con los ojos de Alan y por último soñó que Jack...estaba en su camarote con un vestido rosa de madame Bouchard, bailando claqué. Ese terrible sueño le hizo despertar.

Se mojó la cara con el agua de un cubo, se vistió y salió a cubierta.

Todo seguía como antes pero en esa ocasión el sol estaba ocultándose, tapado por un gran grupo de nubes grises y negras. Algo hizo que Alan tuviese un mal presentimiento, uno muy malo. El capitán se puso su tricornio y a paso ligero se dirigió a proa. Pidió un catalejo y escudriñó el horizonte.

Todo parecía oscurecerse, una neblina comenzaba a levantarse y las aguas a convulsionar y enturbiarse. Alan miró por el catalejo y divisó unas velas blancas en el horizonte.

-¿Capitán?- Inquirió uno de sus marinerados.

-¡¡Da la alarma, se acerca el almirante De La Torre!!

El joven pirata asintió y comenzó a tocar la campana de alarma de proa.

-¡¡A las armas!!- Gritaba una y otra vez mientras tocaba la campana.

Todos los piratas comenzaron a movilizarse.

-¡¡Anne, al Santa Bárbara!!- Ordenó Alan,

Ella asintió y bajó.

-¡¡Mary, al timón!! ¡¡Desplegad las velas y levad el ancla!!

Hugo salió corriendo da bajo cubierta.

-¡¡Alan!! ¡¡¿Órdenes?!!

Alan se sintió reconfortado al saber que su buen amigo seguía allí, acompañándolo.

-¡¡Haz que preparen los cañones y izad la bandera!!

Hugo asintió y a pleno grito comenzó a repetir las órdenes que había recibido. Los piratas izaron su bandera y Alan la vio por primera vez: Un gran trapo negro con una calavera con una corona de huesos y atravesada por dos grandes garfios.

El capitán vio como desde la Perla le hacían una señal, los otros navíos estaban preparados y al igual que en el Desolación, los marineros desplegaban las velas, izaban sus banderas y preparaban sus cañones para el inminente combate.

Alan fue corriendo a popa donde estaba Mary con el timón.

-Baterías de babor.

Ella asintió.

-¡¡CAÑONES DE BABOR!!

Anne salió de las bodegas, armada hasta los dientes y con dos pistolas en sus manos. También llevaba dos espadas y dos dagas

-Alan, toma- Dijo ofreciéndoles las dos armas de fuego- Todo capitán necesita algunas de estas.

Garfio asintió agradecido y tomó ambas armas y se las guardó en el cinturón, concretamente en su espalda.

La Perla abrió la marcha como buque insignia y tras ella, el Desolación, la Fulana Rosada y los otros dos navíos de Jack la siguieron, dispuestos a librar los mares de la peste que representaba Anibal De La Torre.

El temporal empezó a empeorar hasta que se desencadenó una tormenta, comenzó a llover, a caer truenos y el mar se mecía violentamente, con gran furia y rencor contras las quillas de todos los navíos.

Alan estaba asustado, no sabía como iba a poder plantar cara a aquella situación, estaba temblando peor cuando sintió la mano de Anne sobre la suya todos sus temores se desvanecieron pues sabía que para bien o para mal, ambos estaban juntos, juntos hasta el fin.

Piratas del Caribe: El último pirata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora