XXV

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Tal y como Anne dijo, quién había hundido la flota de Moody estaba...muy cerca, tan cerca que en ese momento lo tenían en la cola. Era un buque de guerra español que enarbolaba la maldita bandera de De La Torre. Mary, Hugo, Anne y Alan estaban en popa, observando como el navío se acercaba entre los escombros de la flota que había hundido hace pocas horas.

-¿Es el carnicero?- Inquirió Mary, con voz preocupada.

Anne apartó el catalejo de su ojo y lo cerró con fuerza.

-No...es su otro barco.

-¡¿El Carmen?!- Gritó el portugués.

Alan observó el mar, el barco a pesar de su tamaño iba ligero y a toda vela, los piratas tenían la corriente en contra, el Carmen no y lo peor de todo era que el Ranger iba bien cargado...no lograrían zafarse con facilidad de ese navío.

-Podemos luchar- Sugirió Mary.

-¡Eso es una locura!- Terció Alan- ¡Habrá cuatrocientos hombres en ese navío y nos triplican en artillería!

-Capitana- Habló Hugo, de forma entrecortada- El barco es tuyo. Ordena.

Anne suspiró y dirigió una profunda mirada a popa.

Un cañonazo resonó en el ambiente y una bola de cañón cayó justo a ras de la quilla del Ranger.

-¡Nos atacan!

-No- Terció Mary- Es una aviso, quieren abordarnos.

Anne sonrió con sorna.

-Que lo intenten, si quieren.

La capitana avanzó a paso ligero hacia el timón y se dirigió a toda la tripulación que aguardaba en silencio en la cubierta del navío.

-¡Largad todo el velamen!

-¡Eso no es suficiente, Anne!- Gritó Mary.

Anne sonrió nuevamente y esa sonrisa de veras consiguió aterrar a Alan. Era una sonrisa cínica, de maniática y él conocía a la pelirroja lo suficiente cómo para saber que significaba una sonrisa de esas: Tenía un plan.

-Nos van a alcanzar, claro que sí...y cuando lo hagan los recibiremos con acero y fuego.

-Son más, muchos más- Dijo Hugo.

Alan estaba exasperado ¿Qué hacer? No irían a ninguna parte con un galeón a popa, eso estaba más claro que el agua así que ¿Qué hacer? Miró la cubierta donde setenta piratas trabajaban con brío por su vida y su libertad. Torcían jarcias, largaban juanetes y despejaban la cubierta de barriles, alimentos y...botes. A Alan se le ocurrió una idea, más demencial que la de Anne, mucho más. El español miró a su capitana y con una sola mirada ambos comprendieron que el otro tenía una idea, aunque la de Anne ya había sido libremente expresada.

-Arrojemos los botes, no los vamos a usar para nada.

Mary arrugó el ceño.

-Los botes no pesan casi nada.

Alan sonrió.

-No es para eso ¡Tenemos suficiente pólvora como para explotar un castillo!

Todos lo entendieron y se miraron entre sí, sonreían y asentían, como clara seña de que el plan era aprobado por los cuatro oficiales del navío. Anne sobó con energía el hombro de Alan y le dirigió una sonrisa de agradecimiento que para el Hernández valía más que todo el tesoro de la Isla Dorada.

-¡Marineros traed toda la pólvora a cubierta y arriad los votes!

Los piratas al instante comenzaron a seguir las instrucciones de su capitana y Anne miró a Alan y Hugo.

Piratas del Caribe: El último pirata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora