Al volver de mi viaje con el nuevo ganado, mi familia me dio la queja de ruidos en los campos a altas horas de la noche. Para mí era algo normal, no faltaba el grupo de chicos que encontrara divertido meterse entre las siembras para jugarse bromas entre ellos o en el peor de los casos a nosotros.
El comisario no solía hacer mucho al respecto, así que solo me quedaba montar guardia junto a mis hijos y ahuyentarlos aunque fuera a palos. Cuando el mayor vigilaba, vino adentro sin color en su rostro, ni siquiera podía hablar; sus manos temblorosas me hicieron saber que algo andaba mal, él era incluso más valiente que yo, no entendía que podía asustarlo tanto.
Con escopeta en mano, me dispuse a salir de la casa, pero las manos de mi hijo tomándome fuerte del brazo me impidieron hacerlo, otra vez no dijo nada, pero la mirada en sus ojos me advirtió que no fuera. En su lugar, nos asomamos por la ventana, él me indicó con sus dedos hacia donde mirar.
En un principio solo eran las ramas moviéndose, pero en cuanto “eso” se incorporó, hasta la respiración olvidé; estábamos viendo un ser grisáceo y flaco que fácilmente alcanzaba los tres metros, parecía que buscaba algo, y en cada paso venia más cerca de la casa.
Yo solo volteaba a ver al resto de mi familia, no sabía qué hacer, ¿Cómo saber?, ni siquiera entendía lo que estábamos viendo, mucho menos lo que vendría después. Con cada uno de mis confusos pensamientos, únicamente le daba tiempo de acercarse, hasta llegar al portal de la casa.
La mirada de mi hijo se clavaba en la mía buscando una respuesta; yo no pude hacer otra cosa que levantar la escopeta y apuntarle, pero en ese momento, la criatura emitió un chillido intensocon el cual nos sangraron los oídos y perdimos por un momento la razón.
Al volver a estar conscientes, solo lo vi alejarse en medio del campo, junto a otros tres más como él, hasta perderse en una cegadora luz allá a lo lejos. Mi primera reacción fue tomar a mi familia para salir de ahí, pero las ramas del campo seguían moviéndose, no supe cuántos más de esos había, o cuales eran sus intenciones. Así que tuve que arriesgarme hasta el amanecer.
Teníamos tanto miedo de contar lo sucedido, pero esa noche no solamente visitaron nuestra granja, si no la de decenas de personas más a las que conocíamos y esa era la plática del día. Se dieron miles de teorías y soluciones, los muchos regresaron a sus granjas, pero yo no podía arriesgar así a mi familia.
Hoy vivimos en la ciudad y hace poco tiempo supimos que tras desaparecer el ganado de forma misteriosa, después empezaron a desaparecer personas. Afortunadamente salimos de ahí a tiempo, aunque todavía no puedo cerrar los ojos sin ver aquel horrible rostro.