Era para mí un sueño vuelto realidad, me convertí en el encargado más joven de un museo, por lo que todas las miradas estaban sobre mí. Sabía muy bien cómo hacer mi trabajo, pero me exigían un extra tan solo por mi edad. Así que ponía cuidado especial en todo lo que hacía.
Por un par de meses todo fue muy bien, hasta que los guardias de seguridad empezaron a renunciar uno tras otro, metiéndome cada vez en un lio para conseguirles reemplazo; la clase de piezas que se ponen en exhibición son en extremo valiosas y no se puede contratar a cualquiera.
Cansado de esta situación me resistí a permitir que se fueran los dos últimos vigilantes que tenía para ayudarme, sin embargo, uno de ellos quiso confesarme la razón que lo obligaba a marcharse, hablaba de extraños sucesos en una de las salas; sombras, susurros, objetos que se mueven de lugar por sí mismos. Cosa que por supuesto no creí y lo obligué a quedarse, pero también me ofrecí a quedarme con él para que me mostrara sobre todos esas irregularidades.
Hicimos un par de rondas juntos sin mayor contratiempo, después me quedé en el cuarto de vigilancia revisando grabaciones de los días anteriores, buscando algún indicio de lo que ocurría, aunque más bien yo estaba concentrado en un plan de robo, que en cosas sobrenaturales.
Me distraje tanto viendo esos videos que descuidé lo que estaba sucediendo esa noche, solo atendí la situación cuando escuché un desgarrador grito haciendo eco en el recinto. No pude encontrar al vigilante en ninguno de los monitores, pero guiado por mi razón, fui directo a la sala que él había marcado como embrujada.
Al entrar de inmediato sentí más frio de lo normal y una pesadez sobre los hombros, la oscuridad duraba solo un instante, pues la lámpara del guardia giraba en el piso, proporcionándome tan solo un tiempo mínimo de visión con el cual no alcanzaba a construir una escena completa. Moviéndome con cuidado para no tirar alguna de las piezas fui a recoger la lámpara, y por lo que vi en ese momento hubiese deseado mejor permanecer en la oscuridad.
Justo delante de mi estaba el vigilante, de pie frente al espejo, el reflejo tenía su piel, se la había arrancado toda, supongo que en un movimiento rápido y sumamente doloroso, porque el pobre individuo aún estaba parado extendiendo sus manos con ganas de recuperarla, sin embargo no pudo resistir mucho y cayó sobre mi manchándome con su sangre, mientras el malvado reflejo en el espejo, se vestía con la piel del hombre recién muerto.
No había manera en el mundo que explicara lo que había pasado, nadie me creería jamás lo sucedido, ante los ojos de todos el único culpable seria yo, así que desde ese día estoy huyendo, no precisamente de las autoridades, si no del reflejo en el espejo.