Son muchos los sucesos sobrenaturales que ocurren en los sitios menos imaginables. El día de hoy, les voy a contar la leyenda del bodeguero. Horacio Fernández llevaba ya trabajando en el supermercado de la esquina varios años. Su labor era muy sencilla, únicamente tenía que acomodar las cajas de mercancía que ya estaban inventariadas.
Casi nadie lo ayudaba, debido a que era muy grosero con sus compañeros e inclusive por lo menos una vez a la semana les jugaba una que otra broma pesada (ponía una rata muerta en alguna de las cajas, verduras podridas en los casilleros etcétera).
Una noche, mientras estaba acomodando productos en un anaquel, se fue la luz y por poco una gran caja le cae en la cabeza. Afortunadamente esquivó el golpe y fue corriendo en busca de una linterna. La encendió y sujetándola con la boca pudo proseguir con la tarea encomendada.
Las baterías no tardaron en agotarse, aunque eso no desanimó a Horacio, él continuó como si no pasara nada. Ya en completa oscuridad una serie de ruidos se comenzaron a escuchar cerca del lugar donde se encontraba.
- Ya cayese, hagan lo que hagan no conseguirán asustarme. –
No obstante los gemidos y gruñidos se aproximaban cada vez más, entonces Horacio creyó que sus compañeros estaban escondidos detrás del anaquel, gastándole una broma pesada.
En venganza, aquel hombre empujó el estante en contra de ellos. Desgraciadamente, lo único que consiguió fue que las cajas cayeran sobre su cuerpo.
Debajo de ellas, comenzó a gritar desesperadamente:
- ¡Auxilio, socorro, no siento mis piernas! -
De la nada apareció un brazo, acompañado de una grave voz que le dijo:
- No se preocupe mi amigo, yo lo salvaré.
- Muchas gracias, no sabe cómo se lo agradezco. Creí que iba a morir aplastado -.
Al concluir la frase, Horacio alzó la mirada para poder observar a su rescatador. Se trataba de una criatura con rasgos humanoides pero con el rostro totalmente desfigurado.
- ¡No puede ser, es un zombie! – Gritó con todas sus fuerzas.
Quiso correr, pero no pudo ya que de una de sus piernas sólo quedaban algunos pedazos. El resto de la carne estaba siendo devorado por esa criatura.