Como parte del servicio social propio de su nueva profesión de médico, Demetrio fue enviado a una apartada comunidad en lo alto de las montañas. Estaba muy emocionado de poder ayudar a la gente, pero al llegar se encontró mayormente desconfianza. Lo veían tan joven, que les parecía inexperto.
Tan solo un par de personas lo vio con buenos ojos, y lo recibieron de la mejor forma posible, ya que llevaban meses sin un doctor en el pueblo. Así que lo acomodaron en una buena habitación en casa de uno de ellos y el resto se encargaba de darle comida o cualquier otra cosa que necesitara.
Queriendo o no, finalmente todas las personas tuvieron que aceptarlo, porque no tenían nadie mas a quien recurrir, y se le veía ir y venir a pie a altas horas de la noche, para atender a algún enfermo en su propia casa. Había siempre alguien que lo acompañara, aunque el pueblo era pequeño nadie quería que se perdiera.
Una madrugada, escuchó el ladrar de los perros, y fue a ver de qué se trataba. Distinguió alejándose una figura femenina, y encontró en el suelo un rastro de sangre. Con ímpetu le rogaba que se detuviera, identificándose como médico y ofreciendo ayudarla, sin embargo la mujer parecía ida, solo caminaba hacia el frente con la cabeza agachada. Los rígidos y lentos movimientos con los que se desplazaba, hicieron pensar al joven que se encontraba muy mal herida, así que corrió para darle alcance.
No fue tan fácil llegar hasta ella, realmente se movía mas rápido de lo que parecía. Pero al estar cerca, sus ropas rasgadas y cabellera alborotada, pusieron más nervioso al chico pensando que algo muy malo le había pasado. Tocó su espalda; en ese momento ella se dio vuelta, mostrandosu cuerpo cadavérico, emitiendo un lastimero grito de dolor en la cara del joven que lo obligó a salir corriendo.
Así el pueblo perdía otro de sus doctores, todo por guardar en secreto las apariciones de la mujer de la noche a la que ellos están muy acostumbrados, pero no así los citadinos, que hace mucho olvidaron que cosas como estas existen.