Los primeros rayos de luz ya se cuelan por la ventana cuando llega a su casa. Se deja caer en la cama, nota un peso en su pecho que succiona sus costillas hacia dentro.
Algo falla. No sabe cómo se siente.
No sabe si siente algo en absoluto.
La pantalla de su móvil se ilumina y su corazón se acelera como siempre que alguien le habla a esas horas.
Es ella, piensa demasiado rápido, antes de que la razón le diga que no.
No lo es, aunque sí que es Jazz, tal y como le prometió. Jazz con dos corazones a la derecha y una foto de ella de fiesta con sus amigas. Es una de esas chicas que tiene tendencia a repetir las vocales cuando escribe (qué cosaaasss!) y a escribir jajaja haga gracia o no.
Ha estado bien, la notificación flota en su pantalla.
Se gira para no verlo. Supo que le había gustado por la manera en la que le sonrió, le dijo que tenía novio sin reparos. Se pregunta la clase de relación que tiene, si su vida es tan compleja como la suya y si tan solo lo sabe ocultar mejor.
A lo mejor todos se están muriendo por dentro y el único que no sabe fingir vivir es él.
A él también le ha gustado lo poco que le ha llenado por dentro, el hecho de que ninguna promesa tácita flotara entre ellos.
Se acurruca cuando el efecto del alcohol comienza a desaparecer y los oídos dejan de pitarle.
Echarla de menos viene en oleadas y aquella noche se estaba ahogando.
Ojalá lo sepas. Ojalá sepas lo que ha ocurrido y te haga muchísimo daño.
Ojalá me hables esta noche y pueda decirte que ella me ha gustado y no estar mintiéndote.
Ojalá te duela tanto como tú a mí.
Dios, la echa tanto de menos que nota su ausencia casi como si ella estuviera allí.
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[casi]opea.
Randomtal vez las constelaciones solo sean estrellas rotas cuyos pedazos buscan el camino de vuelta a los otros.