ella.

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Estábamos tendidos en el césped. Calculaba que eran casi las doce en aquel parque vacío. Por el aire nos llegaba el olor de la maría que se estaba fumando un grupo a lo lejos.

Una pareja que paseaba a los perros después de cenar pasaron en silencio; podía notar sus ojos fijos en nosotros.

En la posición en la que estábamos, y con la poca luz que había, bien podríamos haber estado besándonos.

Cualquiera que no hubiera sido nosotros dos ya se estarían besando.

Sonreí. Estaba feliz. Feliz, feliz. Notaba silencio por dentro, calma.

Le miré, y supe que le quería. No sabía muy bien cómo. Si de una manera sana, o a pedazos, a medias, o con fuerza.

Pero en aquel momento le estaba queriendo muchísimo. Tenía la nariz roja y los ojos brillantes. Estaba a un par se centímetros.

Me giré para poder mirar el cielo, y aproveché para acomodarme más cerca.

Señalé el cielo.

-Casiopea es mi constelación favorita.

Tardó en contestar.

-¿Sabes que por mucho que señales no tengo ni idea de a qué señalas no?

Nos reímos, porque era cierto que señalar una estrella en el cielo era señalar al vacío.

-Es la constelación que parece una W.

Se volteó para estudiar mi expresión. Era octubre, casi noviembre. El mes cuando no hace frío durante el día pero bajan en picado las temperaturas por la noche. Nosotros (como idiotas, para variar), solo llevábamos una chaqueta fina y nos estábamos congelando. Su aliento me calentó la oreja.

Me encantaba la manera en la que me miraba. Como si me estuviera memorizando. Me hablaba y después me miraba, como pensando: ah, así que entrecierra los ojos cuando no entiende algo. Así que se aparta el pelo cuando ríe de verdad.

-¿Por qué es tu favorita?

Porque es la única que sé localizar, pero no lo dije, porque me gustaba la manera en la que me miraba. Como si fuera una lección de vida.

-Dicen que fue encadenada al cielo y que cuelga boca abajo. No sé. Me recuerda a mí, creo. Siempre sintiendo que cae pero sin llegar a tocar nunca el suelo.

Sabía a qué me refería. Por eso me encantaba tanto. Él también sangraba, y eso lo hacía todo tan fácil.

Y a la vez tan doloroso.

Le quería tanto. Me odiaba por no decírselo.

[casi]opea.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora