ella.

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Ni siquiera era la primera vez que nos besábamos, pero siempre se sentía así.

Como si fuera la primera vez, digo.
O la última. No estoy segura.

Era como caminar descalza sobre una fina capa de hielo. Me ardían los pies, pero no podía echar a correr si no quería romper el cristal.

Era como caminar a ciegas y frenar justo en el borde del acantilado.

Como decirle te quiero a alguien y aguantar la respiración sin saber si te va a corresponder.

Era el momento justo en el que el columpio se detiene en lo alto, justo la fracción antes de empezar a caer.

Era una contradicción, porque tenía tanto miedo del miedo que sentía.

Todo va bien, todo va bien.
No va hacerte daño.

N o v a s a h a c e r l e d a ñ o.

Le miré a los ojos, tragándome el miedo como si fuera bilis.

Sonreí como si no me aterrorizara que me conociera tan bien y se fuera a ahogar dentro de mí.

Le había dado todo lo necesario para hacerme detonar y algún día nos separaríamos y sería como esconder una granada y luego olvidar dónde está.

No podía ser tan fácil. No podía quererme tanto y yo a él y ser tan fácil. Y conocerme tanto y no huir y caminar sobre mis heridas sin sentir su peso sobre ellas. No podía serlo.

Me había destripado ante él tantas veces que podía hacer un mapa de mis venas. Se sabía el camino directo a mi corazón.

Y sin embargo avanzaba con cuidado.

El también tenía miedo pero seguía avanzando. No era como yo.
Esa era la diferencia.

En cierto modo me tranquilizó.

Le sonreí, y aún más cuando El hizo lo mismo contra mi boca.
Me mordí la mejilla interior.

-Estoy tan feliz ahora mismo- susurré.

Lo peor de todo es que era cierto.

Caída libre y sin paracaídas.

Y yo sonriendo como una estúpida.

[casi]opea.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora