Inspiré en su cuello y pasé un brazo por encima suya.
-¿Qué harás?- me pregunto El. Le miré inquisitivamente-. Porque estoy esperando a que eches a correr en cualquier momento. No puedo relajarme. Se nota en la manera en la que miras las cosas, ¿sabes? Cuando nadie te mira. Y lo peor es que te comprendo y no puedo hacer nada. Algún día, por la mañana, me apartarás y te cerrarás en banda y fingirás que no me conoces porque te aterra lo mucho que lo hago ahora. Y cambiarás de nuevo solo para que deje de hacerlo- ni siquiera me miraba al decir esto-. Ahora mismo estás buscando cualquier excusa para poder marcharte. En el momento en el que la cague, dirás, tenía razón, y no volverás la mirada atrás. Se llama filofobia, ¿sabes? Miedo a amar- tragó saliva-. O a que te amen.
-Eso no es verdad. Yo...
Negó con la cabeza.
-Y lo peor es que estás esperando a hacerme daño. Así podrás decirme soy tóxica, no lo ves, no estoy hecha para esto- se giró hacia mí-. Joder, Ella. Pero yo tampoco y me da igual.
Abrí la boca.
-Esto es tóxico.
-Lo sabía, ¿ves?
-Estamos juntos porque odio querer y tú amas a hacerlo. Te gusta el olor a trágico, suena romántico, y nosotros dejamos un rastro a cien kilómetros de distancia. Y te gusta lo peor de las personas. Te gusta que beban y fumen y abracen la tristeza y así puedas diseccionar sus demonios. Te gusta ver reflejados los tuyos. Por eso estás conmigo. Porque tengo más de mil. Y eres un adicto a los altibajos emocionales, el soy el rey del mundo para pasar después a recoger tus pedazos. Dices amo la vida, pero ni siquiera ella te resulta suficiente. Y una mañana te girarás, y me verás, y te darás cuenta de que ya te has aburrido de mi mierda. Me convertiré en todos esos casi y y si... que tú siempre odiaste. Estarás harto del bucle en el que estoy atrapada, y querrás algo nuevo. Y dirás, joder, estoy tan cansado de su misma historia. Una y otra y otra y otra v...
-Te quiero.
Inspiré hondo. Le miré a los ojos, y me reí, porque. Porque no sé, la verdad.
-Joder, yo también El. Menuda mierda.
Me gustaba escuchar su respiración acompasándose con la mía. Tracé con el dedo una línea que unía las pecas que tenía esparcidas bajo su mirada atenta.
Me frené al llegar a un lugar justo encima de su corazón. Sus latidos ascendían por mi falange.-Es como Schedar- murmuré-. Bueno, eres como Schedar. La estrella más brillante de Casiopea.
Enterró su mano en mi pelo.
-¿Sigues cayendo?
No.
-Tú me sujetas.
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[casi]opea.
Randomtal vez las constelaciones solo sean estrellas rotas cuyos pedazos buscan el camino de vuelta a los otros.