Capítulo Veinticuatro.

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Liam

Llevaba media hora leyendo el último diario de Mishelle, yo pensaba conocerla perfectamente, pero estaba equivocado. Había tantas cosas de ella que yo no sabía, por ejemplo:

1. Odiaba la piña, pero se la comía porque era mi fruta favorita y no quería hacerme sentir mal.

2. Siempre se bañaba con agua fría, aunque estuviéramos a -5°. Odiaba el agua caliente, se sentía sofocada.

3. Siempre que podía, compraba dulces y chocolates y se los regalaba a los niños y adultos de la calle

4. Quería ser pediatra.

5. Mi mamá nunca la dejó ser vegetariana (a mí tampoco, pero aún no sabe que lo soy)

Esas y muchas cosas más que yo no tenía idea sobre ella.

Llegué a las hojas que estaban a la mitad del diario y leí cuidadosamente.

Hay días, que siento que ya me llegó la hora... Puede sonar raro, pero siento que me tengo que despedir de mis seres queridos y hacer lo que más me gusta en el mundo.

Toda ésta semana, ha estado llena de esos días.

Si me preguntan por qué, la verdad es que no tengo idea...

Entré a la habitación de mi hermano menor, Liam, quién estaba profundamente dormido. No lo culpo, eran las cuatro de la madrugada, pero yo simplemente no podía concebir el sueño.

Me acerqué a su cama y me senté a su lado, acaricié su frente, haciendo a un lado el cabello que la tapaba y le di un suave beso. Sonrió entre sueños y lo tapé con sus cobijas hasta los hombros. Salí de ahí y limpié una pequeña lágrima que caía de mi ojo. ¿Qué me estaba pasando? ¿Serán las hormonas?

Oh, mi pequeño, hermoso y adorado hermano Liam... él es la persona con el corazón más grande del mundo, me consta. Siempre ha estado ahí para mí. Y si tuviera que elegir a una sola persona favorita en toda la galaxia, el ocuparía ese puesto, definitivamente...

Su último diario era todo lo que había pasado en su último año de vida. Ya no cambiaba los nombres de las personas, escribía tal y como pasaban las cosas. Era tan personal...

Las lágrimas me nublaron la vista y cerré el cuaderno de golpe, apretando los ojos. Sentí las lágrimas caer sobre mis mejillas y apreté los puños, acerqué el cuaderno hasta mi pecho y lo abracé como si mi vida dependiera de el. Me recosté en mi cama y dejé que las lágrimas cayeran de mis ojos.

Mishelle, más que mi hermana, había sido mi psicóloga, mi mamá, mi consejera y mi mejor amiga al mismo tiempo. Ella había sido la primera en saber mi inclinación sexual, bueno, mis padres se dieron cuenta, pero ella fue la primera en escucharlo salir de mi boca. Recuerdo que yo era muy pequeño y la tomé de los hombros, le pregunté "¿A ti te gustan las niñas, hermana?" yo tenía máximo unos 6 años y ella me contestó que no, frunciendo la nariz y negando con la cabeza, entonces se me salió decirle "A mi tampoco..." y ella solamente me sonrió y chocó su palma de la mano con la mía, después me abrazó y nos fuimos a jugar...

Jamás me había juzgado, siempre había estado ahí para mí, los quince años de vida que yo la conocí. Claro, teníamos las típicas peleas de hermanos, pero no pasaba de ahí.

Mishelle era todo en mi vida, y se fue tan repentinamente. Me cedió el lugar de hermano mayor y yo no sabía nada de cómo ser un hermano mayor ni un ejemplo para Naya...

La tomé como ejemplo, y ahora Naya me consideraba su psicólogo, su consejero, a veces su papá y también su mejor amigo... Y yo me sentía bastante bien por eso.

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