𝗧𝗛𝗘 𝗟𝗔𝗦𝗧 𝗦𝗨𝗠𝗠𝗘𝗥┃RIVERDALE.

O8; ❛ CHANCES. ❜

CAPÍTULO OCHO;
❛ OPORTUNIDADES. ❜

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Con la promesa a Jughead sobre ir al cierre del autocinema, Madison se encontró poniendo el automóvil que su madre había prestado para la ocasión, justo en un espacio libre. Percatando la manera en la que el resto de carros daban vueltas en busca de un lugar, y si no, acababan ocupando cualquier lugar que era originalmente para peatones.

Madison se mantuvo un largo, exasperado y desesperado rato esperando que su teléfono diera aviso de un mensaje, un e-mail, una llamada. Todo ejecutado por el adolescente de espalda ancha y de un cabello de fuego que tanto le gustaba. Habían planeado la noche antes del caos, pero con aquella situación, parecía que los planes fueron hacía abajo. Y se cansó de esperar, por lo que empujó la puerta piloto antes de removerse del coche. Ahora en dirección dónde los aperitivos se vendían como pan caliente. Y en lo que esperaba por su refresco, junto con dulces, y palomitas, sintió una mano posar sobre su hombro. Hasta encontrar a su lado, a su amigo de gorro gris.

⏤Hey, Juggie.⏤ saludó con una sonrisa que contagió al mismo. ⏤¿Cómo la llevas?⏤ cuestionó. Sabía lo complicado que debería estar siendo para él. Después de todo, fue su empleo de toda la vida. Un segundo hogar.

⏤Hago lo mejor que puedo.⏤

Oh, pero que gran mentira había expulsado el de gorro a través de sus finos labios pintados por el fresco viento que la noche daba a su piel, que tembló. Después de lo que iba a restar de horas de película, él no tendría dónde caer miserable, y quizás por ello mismo es que había escogido el filme más duradero entre todos, tratando de atrasar lo inevitable. Estaba devastado, pero prefería guardarse aquella información, ante alguien que, de seguro, estaba pasando por un peor momento. ⏤¿Has llegado sola?⏤

⏤Sí, bueno...⏤ Madison hizo a sus dedos jugar con el sorbete de su refresco antes de hablar, como si intentara acomodar sus palabras, sin tropezar entre los intentos. ⏤Me abandonaron en esta noche.⏤

⏤Sígueme.⏤

Fue lo último que escuchó por parte de su voz gruesa, ligeramente rota por el llanto que antes había hecho su presencia. Y sin cuestionar, ni mencionar, Madison siguió los pasos de su amigo. Esquivando a la multitud que iba en contra corriente. Dónde fuera la dirección, era bastante lejos. Hasta que finalmente, arribaron frente una puerta metálica, alta y ancha, desde dónde escapaba la luz hacía el papel de la pantalla a unos cuántos metros. Maddy no tardó en deducir que trataba de la casilla del autocinema.
Jughead dio una mirada detrás de su hombro, en dirección a su amiga de perfectos rizos de oro, y soltó un suspiro pesado, que se perdió al compás de la puerta siendo abierta, emanando un chillido ensordecedor que hizo a la menor doler hasta los dientes.