BOSS | Camren

Capítulo 39.

N/A: Capítulo semifinal de esta novela y no podría estar más agradecida con lo hermosas que han sido conmigo, son maravillosas, gracias por todo♥ Prometo que el último capítulo y el epílogo serán largos.

To Good At Goodbyes — Sam Smith.

Espero les guste, gracias por leer🙈. NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR, ES GRATIS😍😉

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Habían pasado cinco días y los moretones en mis muñecas comenzaban a oscurecerse. Tomé una bocanada de aire e introduje un pedazo de tela de mi blusa rota para morderla. Coloqué mis pies en la pared de la tubería y empujé con todas mis fuerza mis piernas para soltar las esposas. —¡Mierda! —Chillé susurrando. —Pateé la tubería y el tubo terminó cediendo derramando un par de gotas de sangre.

Escuché unos pasos dirigirse a la puerta del almacén y me acomodé ocultando mis muñecas, escupí el pedazo de tela y noté como la puerta se abrió dejando ver al ayudante vestido con botas de seguridad, una camiseta negra y una chaqueta de cuero. Llevaba un pantalón mojado y la misma máscara de Anonymus.

Me tomó del brazo haciéndome levantar del colchón y soltó las esposas. —¡¿Otra vez intentando escapar?! —Gruñó furioso. Se acercó a mi oído y susurró unas palabras. —Si no pones de tu parte, me encargaré de hacerte sufrir. Me empujó por el brazo hasta un baño dentro del almacén y se dispuso a dejarme en el pequeño cubículo con un inodoro, una ducha y una especie de tanque con agua. —Toma.

Me arrojó una bolsa, la abrí y encontré ropa limpia, ropa interior y una sábana. —¿Jabón? —Pregunté y él soltó una carcajada cerrando la puerta en mi cara. —Idiota. —Me quejé y noté que el chico seguía frente a la puerta.

—Será mejor que cierres la boca. —Golpeó la puerta. Me quité la ropa con inseguridad y por primera vez en cinco días podía tomar una ducha. Introduje mi cuerpo bajo el agua y dejé que todo el sucio y la sangre corriera por mi cuerpo hasta el suelo de la ducha. Golpeó nuevamente la puerta y salté del susto. —¡Apresúrate! No eres la reina de Inglaterra. —Murmuró y froté mi cuerpo con rapidez para deshacerme de todo el sucio. —Hay un pequeño trozo de jabón a un lado del tanque.

Lo tomé y con desconfianza lo froté en mi cuerpo, me enjuagué y sequé mi cuerpo con una toalla de la bolsa. —¿Por qué me tratan bien? —Pregunté confundida mientras me colocaba la ropa interior, seguida del jean y la camiseta holgada de un equipo de beisból que desconocía.

—Nos pagan por mantenerte viva, ¿sabes? —Respondió cortante. —No eres una criminal así que debemos dar cuentas de lo que hacemos. —Me aclaró y volvió a golpear la puerta. —Vale tía, muévete ya. —Abrió la puerta y me tomó del brazo, me llevó con empujones hasta el colchón y quitó la sábana que tenía. —Espero que no te venga la regla, porque me niego a comprar esas cosas.

—¿Tampones? —Pregunté graciosa dejándome caer en el colchón y él me mostró el arma.

—Acomoda la puta cama de una vez y no te hagas la chistosa conmigo. —Dijo y yo asentí asustada extendiendo la sábana que me dio. —Y deja de intentar escapar. —Me arrojó una crema antes de colocarme las esposas en la muñeca contraria a la que me había lastimado. La puerta se abrió y el jefe entró mirándome con esa misma máscara que disimulaba toda expresión.

—Camila. Veo que estás mejor. —Me señaló. Tomó un banco de madera y lo colocó frente a mí para sentarse. Sacó su arma y comenzó a moverla de un lado a otro. —Creo que has resistido mucho y te felicito. —Dijo irónicamente. —Pero me estoy cansando de esperar. Tienes dos opciones, morir. —Puso el arma en mi frente y comencé a sudar. —O te largas de una buena vez y te olvidas de que alguna vez estuviste en Nueva York o cerca de ahí.