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Mario Bautista

No sabía que hacer, las niñas se rían de todo. Si viera mi cara de susto ahora mismo haría lo mismo. Era como si la policía vinieran a por mí.

Una de las niñas me señaló el closet, quizás me indicaba que me metiera allí para ser un buen escondite en ese momento. Lo hice, corrí silenciosamente con cuidado de no romper ningún juguete de los de las niñas y me metí en él. 

Cerré las puertas de este, tenía poca vista pero eso que podía ver era casi todo el panorama de la habitación.
Quedó en silencio todo, mi respiración era lo único que se escuchaba, al menos en este closet.

Escuche abrir la puerta, las niñas se quedaron calladas, al verla sonrieron y vieron el closet. La persona que estaba allí, me imagino que no entendía. De seguro pensaría que era un monstruo el que estaría allí.

—¿Qué pasa chicas?— preguntó. Era una voz femenina, juraría conocerla.

—Irían, creerías en los chicos locos?— rieron al tiempo.

Se refería a mí seguramente, imagino que jamás hubiera pasado esto si no me hubiera atraído esas luces neón.

La chica se quedó en silencio, trato de mirar el closet en el que estaba,retrocedió un poco y trate de no respirar tan fuerte. Mi corazón y alma parecían pedir salir e ir corriendo sin importar nada.

—Pues..-suspiro- sólo si estarían dispuestos a hacer cualquier cosa.— volvió a respirar, fue algo pesado ese suspiro.—¿Que esconden?. Saben que papá y mamá estarían furiosos si dicen mentiras a la hermana mayor.— hablo casi amenazadora.

Las niñas se miraron entre sí. Soltaron una risa, y lo que quería que no pasará, pasó. Miraron de nuevo el closet y señalaron, le dijeron a la chica que había un chico allí, ella dudo por unos segundos pero se acercó. Con la mano en el corazón y el alma por salir, ella abrió la puerta.

Su seño fruncido, su pelo lacio castaño, sus ojos oscuros pero lindos, su cara algo confusa me dieron a conocer a la chica de esta aquella mañana en el instituto. Era ella a quien las niñas llamaban Irían. Era la chica que me ayudó a escapar de Isabella.

Se inmutó a hablar.

—¿Qué demonios haces en mi casa a las 11:30 de la noche?— pregunto, aún sus manos sostenian las puertas del closet.—Es más, que demonios crees que pensaran mis padres cuando les cuente?— miro a las pequeñas.

Salí de allí, lo mejor sería dar la cara y decir la verdad. ¿Qué le invento? No si supieras, quería saludarte decentemente pero soy malo y hago cosas malas jaja, sería estúpido.

—¿Lo siento vale?— arregle un poco mi cabello.— Unas luces de color neón llamaron mi atención en cuanto salí de casa de un amigo. No lo quería hacer con intensión, pero mi curiosidad a veces llega a este extremo. Me marcharé ahora mismo, no quisiera tener problemas con tus padres.— dicho esto camine hacia la puerta, las niñas estaban sentadas en un pequeño colchón. Sus miradas y las mías se conectaron, les susurré un gracias y salí de allí.

Cerré la puerta, no mire ni siquiera lo que tenían en casa, sólo estaba buscando una salida. Admitía que tenía tantas puertas que parecía un laberinto de puertas. Cuando por fin encontré la salida, me acerqué a ella. A unos cuantos pasos de la puerta principal había una mesa, en ellas unas cuantas fotos. Un gran decoró de letras que decía viajes familiares  llamó mi atención e hizo que me detuviera.

—¿Por qué demonios no te has ido?— pregunto Irían. Aún estaba allí parada cuando estaba mirando las fotos.

Se acercó a mí, llevaba puesto un short y una blusa de tiras, no llevaba sostén. No podía negar que se veía jodidamente sexy. Eso hacia que prendiera. Hacia que la deseara.

Sus labios estaban inchados y rojos. Tenía un perfume peculiar, eso hacia que su aspecto se viera relajado. Sus pechos, grandes y redondos llamaban mi atención, al igual que su gran y sexy trasero.

Pegada a mí, quitó la foto de mis manos. Me dijo que no me fuera, le tenía que explicar el porqué de mi "visita estúpida". Acepte e hizo que me sentará en uno de los muebles de la sala.

Se sentó a unos centímetros de mí. Acomodo su cabello largo en un chongo haciendo verla más sexy de lo normal.

—¡Bien, explícame todo ahora! Por favor.— pregunto un tanto furiosa.

—Ya te dije arriba, no era a propósito. Es más, ni sabía que aquí vivías tú y que las pequeñas eran tus hermanas.— puse mis manos en el pantalón.

Su mirada de inmediato se cruzó con la mía, fue una sensación fugaz pero espléndida. Sus manos se movían nerviosamente en sus piernas, esas piernas perfectas. Mire todo su cuerpo, mi cuerpo pedía sexo aquí y ahora.

Una de sus manos se posó en la mía, la apretó con fuerza, quizás dando a entender lo que los dos queríamos.

No me importaba si estaba con Isabella, me importaba ahora estar con esa hermosa chica.

Mordió su labio inferior, este estaba rojo e hinchado. Se veían tan provocativos. No aguanto, las ganas están dándose a notar y creo que no es sólo por mi parte. Le tengo ganas, y si no calmo las ancias no podré controlarme después.

Me acerco a ella, pongo mi mano en su pierna, la apretó quiero que sepa que me gusta. Sus manos separan las mía de inmediato, en un giro inesperado queda encima mío, sus pechos son mi vista perfecta. Sus manos con las mías juntas, haciendo notar más las ganas.

Sin más pensarlo, la empiezo a besar, sus labios rosados con los míos hacen una combinación perfecta. Mis manos ahora en su pequeña y curveada cintura hacen que esto pase a otros niveles. La intensidad aumenta, y mi atracción por ella se da a notar, antes de qué pasará a mayores.

Me gusta, y lo que más me atrae es que los dos estamos perdidos en lo prohibido.

P R O H I B I D O. ‹Mario Bautista›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora