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—¿Irían?— me miraba sorprendida.—¿señor Bautista.?— está vez miro a Mario.

No sabíamos que hacer, estábamos entre la espada y la pared. Miraba a Mario, mi mamá siempre me decía que si quería tener un novio, que no fuera del mismo instituto.

Pero no es que él fuera mi novio, es mi objetivo que es otra cosa.

—Bien, iremos a dirección ahora mismo.—dicho esto, se volteó.

Genial, ahora doble castigo. Papá en la dirección y mamá también. ¿Esto sería un buen regalo de navidad no creen? Nótese mi sarcasmo.

••

—¿Entendieron?— hablo papá. Terminando de decir lo que decía el manual de convivencia.

Nos miramos con Mario, teníamos nuestras manos juntas. Él me hacía tener paciencia.

—Sí señor.— respondimos al unisono.

Salimos de allí con Mario, no sabíamos ahora que hacer. Pues a papá se le ocurrió la idea de dejarnos por una hora fuera de clases.

Nos sentamos en el pasillo del conserje, hay nadie pasaba además de los cambios de clase.

Dejé caer mi espalda por la fría pared mientras mi cuerpo se aferraba a esta.
Mario hizo lo mismo, pero quedando frente a mí.

Quizás era un buen momento, solo había que saber aprovecharlo.

Me quedé viéndolo unos segundos, nos quedamos viendo por unos segundos, sus ojos se mostraban cansados pero a la vez su vibra era muy pegajosa.

—¿Sabes?, Me gustaría conocerte más. Saber más sobre ti, Mario.— pregunté, no sé pero me sentía incomoda con mis zapatos así que decidí quitarmelos.

Él me veía raro, pero se amaño y quiso contestar.

—Bien, pues... Me llamo Mario Bautista, tengo 22 años, no tengo hermanos, soy hijo único. Vivo solo con mi papá, mi mamá decidió irse y dejarnos, aún la quiero pero ya no creo que sea como antes. Me gusta la comida, viajar, salir solo cuando puedo, salir con mis amigos, a veces compongo canciones y las grabó, pero nadie las ha escuchado.— aclaro, peino un poco su cabello y me miró.— ¿Y tú?

Mi única atracción eran sus labios, quería besarlos pero me daba miedo que pasara lo mismo de hace rato.

—No me gusta hablar mucho de mí, pero bueno. Me llamo Irían Logan, tengo 19 años, vivo con mis padres, pero la mayor parte la pasan en sus trabajos. Tengo dos hermanas, como te diste cuenta.— reímos.— tienen 6 años las dos y literal son los más bonito que tengo en mi vida. Me gusta la comida también, como en exceso, me gusta salir en coche por las noches, ir a lugares que no conozco y tomar fotos del panorama. Eso es vida.— sonreí al terminar.

—Te faltó el: también tengo una hermosa sonrisa, un cuerpo perfecto, unos sentimientos difíciles de alcanzar y objetivos en la vida.— añadió.

¿Cómo que me faltó eso?

En ese momento, hablamos demás, y eso, reímos, en momentos tristes tratamos de ser sentimentales pero no lo logramos.

Su celular sonó, era una llamada entrante. Lo saco del bolsillo de su pantalón y sin mirar contesto. Respondía si a todo, con una sonrisa termino diciendo, hay estaré. No sabía que era, o quién aún así no lo veía de importancia.

Colgó, mirándome fijamente, para después ver qué no hubiera nadie, se acercó.

No sabía que hacer, su respiración estaba en frente mío, y sus labios más hinchados. ¿Me quería besar? Por qué demonios no lo hacía ya.

Los lamió viendo los míos, me sonrió y susurro.

—¿Has faltado al colegio una sola vez?— sonrió malvadamente.

—Mas de una vez, pero en este no creo.

—¿Quieres venir este día conmigo?, Ya que es Halloween harán una fiesta de disfraces esta noche, si tienes miedo iremos con tus padres y hablaremos con ellos, ojo, eso sí depende de ti. Si no....— frunció los hombros— dejaras de ser amargada e irás conmigo.

Se levantó primero, lo miraba confusa, no sabía que hacer, papá y mamá eran cosa sería. Me tendió la mano, y de un jalón ya estaba de pie.
Nuestros cuerpos chocaron e hicieron que él de un imprevisto, me acercara a él, nos besamos. Lo necesitaba.

Sus manos en mi trasero apretándolo, era la mejor sensación, incluso su mano en mi cintura. Me separé mirándolo e hice que me escuchará, tome sus manos y las puse en mi cintura, mientras mis brazos rodeaban su cuello.

—Iré contigo, pero saldremos de allí antes de las 10:00 de la noche. Un minuto más, y te juro que haré como si no te hubiera conocido.— le sonreí.

Lo bese de nuevo, sus labios ahora eran mi tentación de él. Eran tan exquisitos que no quisiera dejar de besarlos.

Nos separamos, para después jugar un rato.

Todos en clases, y nosotros siendo anormales jugando por los pasillos.

—¿De qué nos disfrazaremos?— le pregunté en un momento de descanso.

Saco su celular y miro en internet disfraces de parejas en Halloween. Eso me parecía muy goals. Bueno no.

—Mira.— me mostró su celular.

Me encantaba, era más que goals este disfraz

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Me encantaba, era más que goals este disfraz.

—¡Claro!. Me encanta, entonces, deberíamos ir allí y comprar todo de una vez.

Caminamos hacia la puerta de emergencia del instituto. Lo malo, es que está a veces se encendía al abrirla, pues por algo era de emergencia.

El señor del cuarto de conserje se acercó hacia nosotros.

Me mire con Mario, tenía miedo de que nos acusara.

—¿Qué hacen jóvenes?— su voz sonaba algo temblorosa.

—Necesitamos salir, si quieres dinero dinos y te doy.— dijo sin pelos en la lengua.

El señor nos vio dudosos, era obvio pero queríamos salir y él era una de las soluciones. ¿Por qué tenían que ser tan rogados a veces?

—¿Y si descubren que no están aquí?, Me acusaran a mi primero.— respondió seguro.

—No pasará desde que tú digas algo, si pasa algo tranquilo viejo, nos aremos responsables.— sonrió al señor.

Para mí era señor.

Él dudo un momento, lo entendía. Pero es que también tenía las de perder si decía algo según Mario. No quería que nadie saliera con las manos limpias y fuera de acusaciones.

Al final, respondió.

—¡Está bien!, No les pediré nada, nada más que no digan nada y no me acusen.— nos dió sus suaves manos.

—Esta bien.— respondimos.

¡QUÉ EMPIECE LA FIESTA!

P R O H I B I D O. ‹Mario Bautista›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora